jueves, 12 de marzo de 2015

Rafael Alberti Pedro Salinas

  • Rafael Alberti. (1902-1999)

Autor de obra imposible es Rafael Alberti, pues en casi cien años de vida publicó más de cien títulos poéticos. Teniendo en cuenta su producción, catalogar las etapas de su producción ha sido motivo de controversias filológicas; no obstante, en su obra brillan con luz propia las dos vertientes principales del 27: la literatura popular y tradicional, y la lit. complicada y de difícil lectura que se acerca al gongorismo. Entre las etapas aceptadas por la crítica distinguimos las cuatro siguientes:

    • Primera, hasta 1927: Poesía tradicional y popular, destacando en ésta “Marinero en tierra”, 1925en donde se expresa un yo poético desarraigado del ambiente marino ªEl alba del alhelí”, 1927,
    • Segunda, desde 1927 hasta 1929; en estos años su poesía se acerca al gongorismo y al surrealismo. Destacan los títulos “Sobre los ángeles”, que refleja la crisis personal del autor; de hecho, expresa la nostalgia de una fe que Alberti nunca recobraría. Y “A cal y canto”.
    • Tercera, desde 1929 hasta 1939, aunque realmente nunca abandonaría el tema político en sus textos. En la década de los 30 se advierte el progresivo compromiso político y social del gaditano, en obras como “Coplas de Juan Panadero”, “Sonríe China”.
    • Cuarta, denominada como Poesía de la nostalgia, pues abarca todo el periodo de exilio, donde se encuentran las obras “Retornos de lo vivo lejano”, “Baladas y canciones del Paraná”.

N. Indica, explicándolas, las cuatros etapas de Alberti con algún título de cada una.

Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar
y nombardla capitana
de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!

Marinero en tierra
Se equivocó la paloma...

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.




  • Pedro Salinas. (1891-1951)

Lector y profesor de Universidades extranjeras, hasta 1923 no publicaría su primer libro; además de su creación literaria, son destacables sus obras de críticas literaria, como “Literatura española del siglo XX”, “La poesía de Rubén Darío”.
Sus nueve obras poéticas han sido reunidas en tres grupos:
El primer grupo consta de los títulos Presagios, 1923, Seguro azar,1929, Fábula y signo, 1931; en ellos se advierte el Futurismo de Marinetti.
En el segundo se hallan las mejores obras de Salinas: La voz a ti debida, 1933, Razón de amor, 1936, Largo lamento,inédito hasta hace un par de décadas.
En el Tercer grupo se incluyen las obras del exilio El contemplado, 1946, Todo más claro, 1949, y Confianza, 1955, editado póstumamente. En estas obras continúa con el diálogo lírico como estructuración poemática, si bien en estos libros dialoga con la ciudad, el mar, apareciendo en ocasiones reflexiones pesimistas motivadas por las guerras y su propio exilio.
En el segundo grupo de libros Salinas alcanzará la perfección estética, sobre todo en La voz a ti debida, conjunto de poemas cerrado y sin título, un cancionero amoroso con 68 variaciones que se estructuran mediante un diálogo lírico con un tú amoroso. En esta obra, como en Razón de amor, el sentimiento amoroso es sentido como éxtasis; son significativos los pronombres personales de 1 y 2 persona del singular, adquiriendo el yo y el tú el rango de unos personajes libres que se aman.


Ayer te besé en los labios...

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto,
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más. El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada ya,
para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no...
-¿Adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
Perdóname por ir así buscándote...

Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro
de ti.
Perdóname el dolor alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo,
nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
y tenerlo yo en lo alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
subida sobre ti, como te quiero,
tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces le conteste
la nueva criatura que tú eres.




‘Qué alegría, vivir’ de Pedro Salinas

Publicado el 01 febrero 2011 por Laberintodelirante

Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.
Pedro Salinas
La voz a ti debida

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