martes, 23 de abril de 2024

Cavafis





Cavafis  1863-1933
La obra de este poeta, nacido en Alejandría en 1863 y muerto en la misma ciudad en 1933, se compone únicamente de ciento cincuenta y cuatro poemas revisados y pulidos hasta la perfección.
 Cavafis es por ello y por otros motivos un poeta excepcional: máximo representante de la literatura griega contemporánea, educado a la inglesa, influido por el simbolismo y el parnasianismo franceses, habitante de una Alejandría tradicionalmente multicultural, multirracial y moderna, admirador y estudioso de la Grecia helenística...todo eso lo convierte en un autor original ya sólo por su contexto.


Los mejores textos de Cavafis fueron escritos en su madurez, a esa edad en que algunas personas adquieren una cierta intuición vital que les permite estar en el mundo como si ya lo hubieran visto todo. 
Sus poemas contemplan la existencia desde una distancia grave e inteligente, solemne e irónica a la vez
 Por los poemas del autor alejandrino desfilan efebos ingenuos y deseables, personajes históricos, gentes anónimas...y objetos, objetos cotidianos que siempre tienen un significado hondo y preciso (los cirios apagados son los días consumidos; los cirios encendidos son los días que nos quedan por vivir). 
Uno de los mayores logros de su poesía es el acercamiento de los personajes y hechos históricos al lector moderno, normalmente poco versado en lecturas clásicas. Mediante la técnica de la máscara, o usurpación de la personalidad, la voz del yo-poeta se apropia del alma de Marco Antonio –y su pensamiento al dejar Alejandría, en El Dios abandona a Antonio-, la temeridad de Julio César, el miedo de Cesarión, las emociones de los dioses del Olimpo...y nos presenta a todos ellos como seres perfectamente humanos. La re-creación constituida a base de elementos irreales es lo que los hace reales.

También está la nostalgia del pasado, el miedo a lo desconocido, la debilidad que nos acecha en los peores momentos, la atracción sexual ligada muchas veces al sentimiento de culpa, la impotencia ante el paso del tiempo...todo eso, que es inherente a la condición humana y no cambia nunca, lo supo expresar Cavafis maravillosamente en cada uno de los ciento cincuenta y cuatro poemas que componen su obra.
SELECCIÓN DE POEMAS:

FUI
Nada me retuvo. Me liberé y fui.
Hacia placeres que estaban
tanto en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte, como
sólo los audaces beben el placer.


CUANTO PUEDAS
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.
No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.




*****
RECUERDA CUERPO
(1918)

Recuerda, cuerpo, no sólo cuando fuiste amado,
no solamente en qué lechos estuviste,
sino también aquellos deseos de ti
que en otros ojos viste brillar
y temblaron en otras voces -y que humilló
la suerte.
Ahora que todos ellos son cosa del pasado
casi parece como si hubieras satisfecho
aquellos deseos -cómo ardía,
recuerda, en los ojos que te contemplaban;
cómo temblaban por ti, en las voces, recuerda, cuerpo.






QUE EL DIOS ABANDONABA A ANTONIO
Cuando de repente, a medianoche, se escuche
pasar una comparsa invisible
con músicas maravillosas, con vocerío -
tu suerte que ya declina, tus obras
que fracasaron, los planes de tu vida
que resultaron todos ilusiones, no llores inútilmente.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
di adiós a Alejandría que se aleja.
Sobre todo no te engañes, no digas que fue un
sueño, que se engañó tu oído:
no aceptes tales vanas esperanzas.
Como preparado desde tiempo atrás, como valiente,
como te corresponde a ti que de tal ciudad fuiste digno,
acércate resueltamente a la ventana,
y escucha con emoción, mas no
con los ruegos y lamentos de los cobardes,
como último placer los sones,
los maravillosos instrumentos del cortejo misterioso,
y dile adiós, a la Alejandría que pierdes.



La escena en que Antonio, en la víspera de la batalla definitiva contra Octavio, se despide de la ciudad de Alejandría (y del dios Baco, que lo abandona) aparece en Plutarco y, tomado de éste, en Shakespeare. El episodio histórico tuvo lugar en el año 31 a. C., la víspera del día en que, derrotado y creyendo muerta a Cleopatra, Antonio se dio muerte. Así, este poema constituye uno de los más nítidos y crepusculares ejemplos de la forma en que un episodio de la historia es secuestrado por la poesía y cargado de una fuerza mítica, que irradia y a la vez refleja luz a lo largo de diecinueve siglos.

Murallas.

Sin consideración, sin piedad, sin pudor
en torno mío han levantado altas y sólidas murallas.

Y ahora permanezco aquí en mi soledad.
Meditando en mi destino: la suerte roe mi espíritu:

tanto como tenía que hacer.
Cómo no advertí que levantaban esos muros.

No escuché trabajar a los obreros ni sus voces.
Silenciosamente me dejaron fuera del mundo.


Adición.

No pregunto si soy feliz o no.
Pero hay algo que permanece
siempre alegre en mi cabeza:
que en la gran suma
-esa suma que aborrezco-
de sus demasiados números,
yo no soy uno,
no soy uno de esas unidades.
Yo no fui contado en el total.
Y eso ya me alegra suficientemente.


Ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca 
pide que el camino sea largo, 
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al colérico Poseidón, 
seres tales jamás hallarás en tu camino, 
si tu pensar es elevado, si selecta 
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. 
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al salvaje Poseidón encontrarás, 
si no los llevas dentro de tu alma, 
si no los yergue tu alma ante ti.


Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.






Irene Villa González (Madrid, 21 de noviembre de 1978) es una periodista, escritora y psicóloga española de prensa escrita y radio, además de esquiadora paralímpica. A los doce años sufrió un grave atentado de ETA junto a su madre. Como resultado de la explosión de una bomba perdió las dos piernas y tres dedos de la mano izquierda. Hasta 2007 fue delegada en Madrid de la Asociación de Víctimas del Terrorismo


UNA NOCHE
El cuarto era pobre y vulgar,
oculto en los altos de una taberna equívoca.
Desde la ventana se veía la calleja,
sucia y estrecha. Desde abajo
llegaban las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y que se divertían.
Y allí en la cama humilde, ordinaria
poseí el cuerpo del amor, poseí los labios
voluptuosos y rojos de la embriaguez -
rojos de tal embriaguez, que también ahora
cuando escribo, ¡después de tantos años!,
en mi casa solitaria, me embriago nuevamente.




LEJOS
Quisiera este recuerdo decirlo...
Pero de tal modo se ha borrado... como que nada queda -
porque lejos, en los primeros años de mi adolescencia yace.
Una piel como hecha de jazmín...
Aquel atardecer de agosto – ¿era agosto...?-
Apenas me recuerdo ya de los ojos; eran, creo, azules...
Ah sí, azules: un azul de zafiro.





Bunbury  El extranjero



Extranjero, de Enrique Bunbury
   ( del LP Pequeño cabaret ambulante  1999)


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Una barca en el puerto me espera,
no sé donde me ha de llevar,
no ando buscando grandeza,
sólo esta tristeza deseo curar.

Me marcho y no pienso en la vuelta,
tampoco me apena lo que dejo atrás,
sólo sé que lo que me queda
en un solo bolsillo lo puedo llevar.

Me siento en casa en América,
en Antigua quisiera morir,
parecido me ocurre con África,
Asila, Esaurira y el Rif.

Pero allá donde voy
me llaman el extranjero.
Donde quiera que estoy
el extranjero me siento.

También extraño en mi tierra,
aunque la quiera de verdad,
pero mi corazón me aconseja,
los nacionalismos que miedo me dan.

Ni patria ni bandera,
ni raza ni condición,
ni límites ni fronteras,
extranjero soy.

Porque allá donde voy
me llaman el extranjero.
Donde quiera que estoy
el extranjero me siento.

Porque allá donde voy
me llaman el extranjero.
Donde quiera que estoy
el extranjero me siento

Esaurira
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Asilah
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El Rif
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Thelma y Louise

 






En el camino  Kerouac








Kavafis  (1863-1923)
Ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca 
pide que el camino sea largo, 
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al colérico Poseidón, 
seres tales jamás hallarás en tu camino, 
si tu pensar es elevado, si selecta 
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. 
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes 
ni al salvaje Poseidón encontrarás, 
si no los llevas dentro de tu alma, 
si no los yergue tu alma ante ti.


Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
“Si no los llevas dentro de tu alma”
Enumera tus miedos. ¿Tienes miedo en los viajes? ¿A qué?











¿Qué viaje harías al “estilo Kavafis”? ¿Por dónde?









Reflexión ¿Es mejor el camino que el destino? Reflexiona sobre esto












POR LA PARTE DE ATRÁS, RELATA BREVEMENTE UN VIAJE INICIATICO





lunes, 15 de abril de 2024

Kafka

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La metamorfosis

La metamorfosis
Franz Kafka (1883-1924)

Fue un escritor checo miembro de la minoría judía de lengua alemana, cuya desasosegadora y simbólica narrativa, escrita en alemán, anticipó la opresión y la angustia del siglo XX.
Está considerado como una de las figuras más significativas de la literatura moderna. Kafka nació en Praga (que entonces pertenecía al Imperio Austro-Húngaro) el 3 de julio de 1883, en una familia de clase media. Su padre, un comerciante, fue una figura dominadora cuya influencia impregnó la obra de su hijo y que, según él mismo, agobió su existencia. Carta al padre, escrita en 1919, es uno de los más conmovedores ajustes de cuentas de un hijo hacia su padre, mezcla de prepotencia del padre e hipersensibilidad paralizante del hijo.

La metamorfosis o La transformación (Die Verwandlung, en su título original en alemán) es una novela corta escrita por Franz Kafka en 1915. La historia trata sobre Gregorio Samsa, cuya repentina transformación en un enorme insecto dificulta cada vez más la comunicación de su entorno social con él, hasta que es considerado intolerable por su familia y finalmente perece.
 
La metamorfosis no deja de ser también una crítica a la familia A pesar de esta grave incompatibilidad, vivió con sus padres la mayor parte de su vida y no llegó a casarse, aunque estuvo prometido en dos ocasiones. Su difícil relación con Felice Bauer, una joven alemana a la que pretendió entre 1912 y 1917, puede ser analizada en Cartas a Felice (1967). Lo mismo ocurre con Milena, destinataria también de cartas que son en sí mismas de lo mejor que escribió, como aquella –estudiada en clase- en la que se compara con una alimaña del bosque, un ser abocado a lo oscuro y escondido, incapaz de redimirse por la luz y belleza que ella le ofrece Por su familia, debía haber sido un próspero comerciante o un alto funcionario —se doctoró en Derecho en la Universidad de Praga en 1906—, pero el veneno de la literatura interfirió en su carrera, reduciéndole a ser un gris empleado que ansiaba como alivio unas horas para escribir. Murió el 3 de junio de 1924. Contraviniendo el deseo de Kafka de que sus manuscritos inéditos fuesen destruidos a su muerte, el escritor austríaco Max Brod, su gran amigo y biógrafo, los publicó póstumamente.
Entre esas obras se encuentran las tres novelas por las que Kafka es más conocido: El proceso (1925), una crítica al Poder y la Justicia, pues Josep K. será juzgado y nunca sabrá el motivo; también aborda la muerte inútil e injustificada; El castillo (1926), que habla sobre la incapacidad para luchar contra la alienación; y América (1927), que versa sobre la soledad experimentada por el apátrida.
La fuerza de su obra ha sido tan importante que el término kafkiano se aplica a situaciones sociales angustiosas o grotescas.
 En cuanto a su estética (o estilo) Hermann Hesse lo definió “Etéreo como un sueño y exacto como un logaritmo”. Con esta aparente paradoja recoge bien el espíritu de Kafka: esa mezcla de extrañeza y exasperante cotidianeidad El resultado es que, a través de su visión, nuestro mundo común se revela en lo que tiene de absurdo a la vez que en lo que tiene de excesivamente organizado, pues Kafka lo describe todo con pleno realismo, tal como solemos encontrarlo en la cotidianidad más vulgar, pero, a la vez, como vivido en un sueño donde ocurren las cosas más tremendas, las que ni siquiera llegábamos a formular.




 
Kafka, la niña y la muñeca viajera
Historia extraída del libro de Paul Auster “Brooklyn Follies” Ed. Anagrama, pag. 159-161. 2005
“- Vale. Cuéntame ya esa historia.
- De acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca… Estamos en el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación de la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.
Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje”, le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve como se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.
Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.
Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen estas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.”


Qué prueba más emocionante de extrema solidaridad y valor ético procurar el alivio al dolor de otro ser humano, la consolación por el uso libérrimo de las palabras, por la literatura! Las cartas se han perdido. Paul Auster confesó a Tomás Eloy Martínez que la de la muñeca no es una historia inventada, sino que la cuenta en sus memorias una hija de Dora, la muchacha que acompañó a Kafka en la etapa final de su vida y quien le había movido a regresar a Praga.
 
Esta misma historia –verídica- le sirve a  Jordi Sierra i Fabra para elaborar su novela Kafka y la muñeca viajera (2011)



Kafka  Carta a Milena
         “Yo, alimaña del bosque, antaño, ya casi no estaba más que en el bosque. Yacía en algún sitio, en una cueva repugnante; repugnante sólo a causa de mi presencia, naturalmente. Entonces te vi, fuera, al aire libre: la cosa más admirable que jamás había contemplado. Lo olvidé todo, me olvidé a mí mismo por completo, me levanté, me aproximé. Estaba ciertamente angustiado en esta nueva, pero todavía familiar, libertad. No obstante, me aproximé más, me llegué hasta ti: ¡eras tan buena! Me acurruqué a tus pies, como si tuviera necesidad de hacerlo, puse mi rostro en tu mano. Me sentía tan dichoso, tan ufano, tan libre, tan poderoso, tan en mi casa, siempre así, tan en casa...; pero, en el fondo, seguía siendo una pobre alimaña, seguía perteneciendo al bosque, no vivía al aire libre más que por tu gracia, leía, sin saberlo, mi destino en tus ojos. Esto no podía durar. Tú tenías que notar en mí, incluso cuando me acariciabas con tu dulce mano, extrañezas que indicaban el bosque, mi origen y mi ambiente real. No me quedaba más remedio que volver a la oscuridad, no podía soportar el sol, andaba extraviado, realmente, como una alimaña que ha perdido el camino. Comencé a correr como podía, y siempre me acompañaba este pensamiento: "¡Si pudiera llevármela conmigo!", y este otro: "¿hay acaso tinieblas donde está ella?" ¿Me preguntas como vivo? ¡Así es como vivo!
……………………..
Resume el texto en cinco líneas




¿Cuál crees que es el tema? Arguméntalo




La enciclopedia de El país define lo  Kafkiano  De Franz Kafka, escritor checo
ADJETIVO  “Se aplica a las situaciones absurdas y complicadas, por referencia al universo angustioso y opresivo descrito por este autor”
-Analiza cómo aparece reflejada esta definición en el relato


-¿En qué se parece al comienzo de La metamorfosis?




-Hay un contraste oscuridad/luz. Coméntalo




-Hay frases muy bellas. Encuéntralas y coméntalas



SUEÑOS

El deseo de ser piel roja

“Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo.”

F. KafkaEl deseo de ser piel roja, en Contemplación, 1913
Relata tu sueño. Ten en cuenta que
1.      La literatura es sentimiento y palabra bella ( o justa). 
2.      Debe tener un punto de extrañeza, imaginación
3.      Debe ser breve e intenso. Puede ir acompañado de dibujo
4.      No mejorarás a Kafka, pero no lo traiciones demasiado
5.      El sueño puede ser real o inventado
(Te aconsejo que comiences por un borrador y luego lo pasas aquí a limpio)




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Kafka  Carta a Milena
         “Yo, alimaña del bosque, antaño, ya casi no estaba más que en el bosque. Yacía en algún sitio, en una cueva repugnante; repugnante sólo a causa de mi presencia, naturalmente. Entonces te vi, fuera, al aire libre: la cosa más admirable que jamás había contemplado. Lo olvidé todo, me olvidé a mí mismo por completo, me levanté, me aproximé. Estaba ciertamente angustiado en esta nueva, pero todavía familiar, libertad. No obstante, me aproximé más, me llegué hasta ti: ¡eras tan buena! Me acurruqué a tus pies, como si tuviera necesidad de hacerlo, puse mi rostro en tu mano. Me sentía tan dichoso, tan ufano, tan libre, tan poderoso, tan en mi casa, siempre así, tan en casa...; pero, en el fondo, seguía siendo una pobre alimaña, seguía perteneciendo al bosque, no vivía al aire libre más que por tu gracia, leía, sin saberlo, mi destino en tus ojos. Esto no podía durar. Tú tenías que notar en mí, incluso cuando me acariciabas con tu dulce mano, extrañezas que indicaban el bosque, mi origen y mi ambiente real. No me quedaba más remedio que volver a la oscuridad, no podía soportar el sol, andaba extraviado, realmente, como una alimaña que ha perdido el camino. Comencé a correr como podía, y siempre me acompañaba este pensamiento: "¡Si pudiera llevármela conmigo!", y este otro: "¿hay acaso tinieblas donde está ella?" ¿Me preguntas como vivo? ¡Así es como vivo!
…………………..
Cuestión
¿Alguna vez te sentiste inferior a tu Amigo/Amada?















La metamorfosis  1915
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.

El TRAUMA EN LA LITERATURA
Cuestión
Cuenta algún pequeño trauma