lunes, 26 de enero de 2015

Piropos, por Javier Marías

Mundo antipatiquísimo 25 ENE 2015 

Hace unas semanas Ángeles Carmona, Presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género (pomposo título, vive Dios), declaró con seriedad talibánica que habría que “erradicar el piropo” porque “nadie tiene derecho a hacer en público un comentario sobre el aspecto físico de la mujer, aunque sea bonito y agradable”. Supongo que para cuando se publique este artículo ya habrán leído decenas de ellos sobre la cuestión, pues es vistosa y socorrida para los columnistas. Pero quizá se haya pasado por alto lo que a mí más me choca del razonamiento de Carmona: esa afirmación tajante de que “nadie tiene derecho a …” La jefa de ese Observatorio parece desconocer la existencia de algo llamado libertad de expresión. Es posible que nadie tenga derecho a insultar porque sí, ni a soltarle obscenidades a nadie, sea mujer o varón, por mucho que el tono sea admirativo. Pero ella lo ha dejado claro: “… aunque sea bonito y agradable”. Es decir, para ella nadie tiene derecho a hacerle a nadie un comentario sobre su apariencia, del tipo que sea, eso siempre equivale a “machismo”, “hostigamiento o acoso verbal”.
Yo me pregunto si, según su criterio, alguien tendría “derecho” a censurar el trabajo de nadie, o sus modales, o su actitud. Tal vez cualquier observación sobre el comportamiento o la falta de aseo de una persona (no sólo sobre su físico) resulte para ella una falta de respeto, una impertinencia, una intromisión, un menoscabo de esa persona, un atentado a su integridad. Puede que los escritores, cineastas, artistas en general, nos sintamos “intimidados”, “vejados” o “violentados” cuando recibimos una opinión negativa sobre lo que hemos hecho, que para algunos es tan “íntimo” como lo que más. Pero sucede que estamos en el mundo y que hemos hecho pública nuestra obra; que no la hemos guardado en un cajón; que cualquiera se permite juzgarla y nos tenemos que aguantar. Algo parecido nos ocurre con nuestra pinta cuando decidimos salir a la calle. Las calles están llenas de gentes a las que nos mostramos. Es frecuente que para transitar por ellas nos arreglemos, nos afeitemos o maquillemos, que no aparezcamos de la misma guisa que cuando estamos solos en casa. Si no lo hiciéramos así, y saliéramos en pijama y zapatillas, o sin peinarnos, o con ropa sucia de una semana, es probable que algunos transeúntes nos soltaran al pasar: “Se te ha olvidado traerte la cama”, o “Te voy a regalar una navaja de barbero”. Según Carmona, tampoco esos individuos tendrían “derecho” a hacernos llegar semejantes ofensas, porque cada uno es como es y va como le da la gana sin que nadie haya de opinar “en público” ni llamarnos la atención.
¿Quién es nadie para comentarnos nada? Desembocaremos en eso, tan fina se ha hecho la piel de la actual humanidad
Y otro tanto se daría en el trabajo: ¿a santo de qué el jefe se va a permitir felicitarnos por la tarea bien hecha o criticar la mal hecha? También nos hiere que se valoren nuestras aptitudes, no digamos que nos indiquen con qué clase de atuendo nos debemos presentar en una oficina, o –más allá– en una recepción, una boda o un funeral. ¿Quién es nadie para comentarnos nada? A este paso desembocaremos en eso, tan delicada y fina se ha hecho la piel de la actual humanidad.
La imitación y copia de las represiones estadounidenses está acabando con toda espontaneidad y está llevando a que todo esté regulado, cuando no directamente prohibido, como en el Estado Islámico. A lo largo de los siglos la gente se ha manejado en la vida sin necesidad de recurrir para todo a la autoridad y a la justicia. Ante un requiebro simpático o inofensivo las mujeres han sabido fingir que no lo oían, o dar las gracias, o sonreír sin más, o incluso dar un corte, a su elección.
Conozco todavía a muchas a las que un piropo amable les alegra la jornada y les sube la autoestima, y lo mismo en lo que se refiere a varones, que también apreciamos un elogio o nos sentimos halagados por él. Hace ya treinta años, estando en Estados Unidos, observé que los piropos, no siempre bien vistos, resultaban admisibles si lo alabado era la ropa que alguien llevaba. Se juzgaba mal encomiar las piernas, pero no la falda. “Bonita blusa” venía a ser una forma de decirle a una mujer que le favorecía el busto o que estaba guapa con ella. Una vez, en un ascensor, una colega de la Universidad me preguntó qué colonia llevaba, porque olía muy bien. Me imagino que para Carmona eso fue vejatorio, y yo debería haberme sentido intimidado y violentado. Y no, me quedé más contento que unas pascuas, pensando que había acertado con la fragancia desconocida (Jordache, me acuerdo) que había escogido al azar. La gente anda escandalizada por un vídeo en el que, se dice, a una joven le sueltan barbaridades mientras camina por Nueva York. Lo he visto, y la interpretación es falsa: con la excepción de un par de sujetos que acompasan su paso al suyo y se ponen algo pesados (“¿No quieres hablar conmigo? ¿Demasiado feo para ti?”, es lo más “agresivo” que sale de sus bocas), casi todos los comentarios que la chica recibe son inocuos o incluso amables: “Que tengas un buen día, guapa”, o “Caray”. Es un ejemplo más (hablé de ello hace unos meses) de cómo se convence a la gente de que ve algo distinto de lo que ve.
En fin, no sé. Todavía recuerdo cómo se rió mi madre cuando un tipo, yendo ella con sus cuatro niños, le dijo al pasar: “Es usted lo más bonito que he visto, en pequeño”. Lo que tiene gracia y es amable, lo grato, lo que arranca una sonrisa o risa abierta, lo que a veces alegra el día, también eso hay que “erradicarlo”. Qué mundo antipático y hosco se nos quiere colocar.
elpaissemanal@elpais.es


Mundo antipatiquísimo


Yo me pregunto si, según su criterio, alguien tendría “derecho” a censurar el trabajo de nadie, o sus modales, o su actitud. Tal vez cualquier observación sobre el comportamiento o la falta de aseo de una persona (no sólo sobre su físico) resulte para ella una falta de respeto, una impertinencia, una intromisión, un menoscabo de esa persona, un atentado a su integridad. Puede que los escritores, cineastas, artistas en general, nos sintamos “intimidados”, “vejados” o “violentados” cuando recibimos una opinión negativa sobre lo que hemos hecho, que para algunos es tan “íntimo” como lo que más. Pero sucede que estamos en el mundo y que hemos hecho pública nuestra obra; que no la hemos guardado en un cajón; que cualquiera se permite juzgarla y nos tenemos que aguantar. Algo parecido nos ocurre con nuestra pinta cuando decidimos salir a la calle. Las calles están llenas de gentes a las que nos mostramos. Es frecuente que para transitar por ellas nos arreglemos, nos afeitemos o maquillemos, que no aparezcamos de la misma guisa que cuando estamos solos en casa. Si no lo hiciéramos así, y saliéramos en pijama y zapatillas, o sin peinarnos, o con ropa sucia de una semana, es probable que algunos transeúntes nos soltaran al pasar: “Se te ha olvidado traerte la cama”, o “Te voy a regalar una navaja de barbero”. …………..
Léxico

“seriedad talibánica”                              “Pomposo título”


“piropo”                                                   “obscenidad”


“menoscabo”                                                 “guisa”


Resumen


Opinión


Sintaxis


Sucede       que estamos en el mundo

 y        que hemos hecho      pública      nuestra obra;


jueves, 22 de enero de 2015

Poesía


CERNUDA



Yo fui

Yo fui.

Columna ardiente, luna de primavera,
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.

Canté, subí,
Fui luz un día
Arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Caí en lo negro,
En el mundo insaciable.

He sido.




martes, 20 de enero de 2015

Valle-Inclán






SU OBRA: DEL MODERNISMO AL ESPERPENTO

Entre el Modernismo y la Generación del 98 hay diferencias y semejanzas, es decir, rasgos que nos permiten diferenciar dos movimientos y rasgos que hacen difícil distinción, como el hecho de que hay escritores que podemos incluir en ambos movimientos. Y uno de estos escritores es, precisamente, Valle. Porque en su obra se pueden distinguir dos grandes etapas: una que lo acerca al Modernismo y otra que lo acerca a la Generación del 98.

1º Etapa: el Modernismo de las Sonatas.

Valle empezó escribiendo una prosa modernista, de tema y estilo esteticista, refinado, aristocrático, sensual y musical, cuya obra más representativa es el conjunto de las cuatro Sonatas (Sonata de Primavera, Sonata de Estío, Sonata de Otoño y Sontata de Invierno) publicadas entre 1902 y 1905, que fueron un gran éxito y llegaron a traducirse a varios idiomas.

En ellas, el marqués de Bradomín (que Valle describe como un "Don juan feo, católico y sentimental") recuerda y narra en primera persona sus aventuras amorosas de juventud, en un ambiente refinado, de aristocracia decadente (Valle procedía de una de estas familias nobles en decadencia, que conservaban el tíulo pero cuya riqueza estaba muy menguada), sensualidad, galanteo y apasionamiento, que se describe y se evoca con todo detalle.

En estas novelas encontramos todas las características del Modernismo: esteticismo, reflejo de sensaciones de todo tipo, elementos lujosos, cosmopolitismo, culturalismo,  simbolismo, y recursos que embellecen y dan sonoridad al estilo, como aliteraciones, paralelismos, anáforas, metáforas, comparaciones, sinestesias, léxico llamativo con el uso de arcaísmos, cultismos,  extranjerimsos, abundancia de adjetivaciòn, etc.

En este vídeo tenéis un fragmento de una adaptación que se hizo hace unos años para RTVE:


2ª Etapa: a partir de 1920: el Esperpento.

A partir de 1920 en su obra se percibe un cambio (que se habia ido anunciando poco a poco en algunas obras de los años anteriores) y de ese esteticismo que busca la belleza pasa casi al extremo opuesto: apresentar una realidad grotesca, fea, ridícula: un esperpento (´termino creado por Valle para definir su nueva estética)

El cambio se percibe ya en Divinas palabras (1920), obra de teatro que muestra una visión brutal del ambiente de la vida rural galllega de la época, con personajes que se mueven solo por sus instintos màs primarios,


pero alcanza su plenitud en la que quízás sea su obra más famosa: Luces de Bohemia, también d 1920: Esta obra nos cuenta la última noche de Max Estrella, poeta bohemio, que pasa terribles penurias económicas (situación que Valle-Inclán conoció muy bien). Este poeta ciego es, irónicamente, el que más claramente ve la terrible realidad que le rodea, la de una España en crisis y decadencia material y moral, corrupta, inculta, soberbia, gobernada por fantoches que ejercen injustamente y en el propio beneficio el poder, donde los genios como Max se mueren de hambre, de frío, de olvido y de miseria.

 Y como muestra y representación de esa situación, nos muestra  el recorrido que hace Max acompañado de Don Latino de Hispalis (símbolo del carácter títpicamente español: aprovechado, vago, materialista, interesado, cobarde...) durante una noche por Madrid ( del que nos ofrece una serie de estampas grotescas (un ministerio, una taberna, una cárcel, una librería...) antes de morir al amanecer, en la más absoluta soledad, en la puerta de su casa. 

Y todo ello con la técnica que Valle denominó "esperpento" y que consiste en deformar la realidad para ofrecer su verdadera esencia: grotesca, absurda, ridícula, triste, pero no de una tristeza trágica, porque la tragedia es cosa de héroes y en España no hay héroes, solo hay fantoches que sólo pueden protagonizar una farsa que no es cómica sino triste y ridícula. Eso es el esperpento.

Valle pone en boca de Max Estrella su definición del esperpento, la única forma de reflejar fielemnte la grotesca situación de España: como si los héroes clásicos se pusieran delante de uno de esos espejos que alargar o abomban las figuras. Porque "España es una deformación grotesca de la civilización europea". Y para presentar esa realidad deforme, deformada, grotesca, utiliza toda una serie derecursos lingüísticos que son clave de su originalidad y su maestría: animalizaciones y cosificaciones (los personajes se nos describen y se comportan con rasgos propios de animales o de cosas: maullan, escarban, etc.), los animales y las cosas se personifican, la adjetivación es importantísima y sugerente, y frases coloquiales se defoman también o se usan con nuevos significados ("Me quito el cráneo" "No te pongas estupendo...")

El personaje de Max está inspirado en un poeta modernista y bohemio, amigo de Valle, Alejandro Sawa, que, efectivamente, murió ciego, solo y en la miseria. Y aparecen otros personajes reales, como Rubén Darío o Dorio de Gádex (otro escritor modernista). Incluso aparece el Marqués de Bradomín, el personaje que Valle creara para sus Sonatas veinte años antes, cuando su principal preocupación era la estética.




A partir de entonces, Valle utilizó esta técnica del esperpento para hablar de la sitaución de decadencia material y moral de España tanto en obras de teatro (Martes de Carnaval, Los cuernos de D. Friolera, Retablo de la avaricia, la lujuria o la muerte) que él denominaba directamente "esperpentos", como en sus novelas (novelas esperpénticas), entre las que destaca la trilogía de El ruedo Ibérico, y Tirano Banderas, novela en la que retrata a un dictador hispanoaméricano (Valle había conocido la terrible realidad de las dictaduras hispanoamericanas en sus viajes a ese continente) y que es una de las primeras obras de un subgénero bastante cultivado en el siglo XX, las "novelas de dictador" que tratan y denuncian ese tema.

Pues bien, el uso de esta lengua más expresiva que preocupada por la belleza, y el interés, o la preocupación, o la desesperación ante el tema de España, hacen que en esta segunda etapa  Valle se aleje  del Modernismo yse acerque a los hombres del 98, que tienen en España uno de sus temas característicos. Pero por su peculiaridad y originalidad, por lo distinto que era de todos los demás, el poeta Pedro Salinas  definió a Valle como el "hijo pródigo" de la Generación del 98.

Fijaos que la maestría en el manejo del lenguaje de Valle se nota ya en sus títulos: sugerentes, evocadores, llenos de resonancias y asociaciones de ideas,  y muy muy difíciles de traducir.

Sin duda, uno de los genios más originales y personales de toda nuestra historia de la literatura, D. Ramón María, el de las barbas de chivo. Original hasta el su firma:




Luces de Bohemia: Escena XII

Rinconada en costanilla y una iglesia barroca por fondo. Sobre las campanas negras, la luna clara. DON LATINO y MAX ESTRELLA filosofan sentados en el quicio de una puerta. A lo largo de su coloquio, se torna lívido el cielo. En el alero de la iglesia pían algunos pájaros. Remotos albores de amanecida. Ya se han ido los serenos, pero aún están las puertas cerradas. Despiertan las porteras.

MAX: ¿Debe estar amaneciendo?

DON LATINO: Así es.

MAX: ¡Y que frío!

DON LATINO: Vamos a dar unos pasos.

MAX: Ayúdame, que no puedo levantarme. ¡Estoy aterido!

DON LATINO: ¡Mira que haber empeñado la capa!

MAX: Préstame tu carrik, Latino.

DON LATINO: ¡Max, eres fantástico!

MAX: Ayúdame a ponerme en pie.

DON LATINO: ¡Arriba, carcunda!

MAX: ¡No me tengo!

DON LATINO: ¡Qué tuno eres!

MAX: ¡Idiota!

DON LATINO: ¡La verdad es que tienes una fisonomía algo rara!

MAX: ¡Don Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!

DON LATINO: Una tragedia, Max.

MAX: La tragedia nuestra no es tragedia.

DON LATINO: ¡Pues algo será!

MAX: El Esperpento.

DON LATINO: No tuerzas la boca, Max.

MAX: ¡Me estoy helando!

DON LATINO: Levántate. Vamos a caminar.

MAX: No puedo.

DON LATINO: Deja esa farsa. Vamos a caminar.

MAX: Échame el aliento. ¿Adónde te has ído, Latino?

DON LATINO: Estoy a tu lado.

MAX: Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey Apis. Lo torearemos.

DON LATINO: Me estás asustando. Debías dejar esa broma.

MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.

DON LATINO: ¡Estás completamente curda!

MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!

MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.

DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.

MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
 DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.

MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.

DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?

MAX: En el fondo del vaso.

DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!

MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.

DON LATINO: Nos mudaremos al callejón del Gato.

MAX: Vamos a ver qué palacio está desalquilado. Arrímame a la pared. ¡Sacúdeme!

DON LATINO: No tuerzas la boca.

MAX: Es nervioso. ¡Ni me entero!

DON LATINO: ¡Te traes una guasa!

MAX: Préstame tu carrik.

DON LATINO: ¡Mira cómo me he quedado de un aire!

MAX: No me siento las manos y me duelen las uñas. ¡Estoy muy malo!

DON LATINO: Quieres conmoverme, para luego tomarme la coleta.

MAX: Idiota, llévame a la puerta de mi casa y déjame morir en paz.

DON LATINO: La verdad sea dicha, no madrugan en nuestro barrio.

MAX: Llama.
DON LATINO DE HISPALIS, volviéndose de espaldas, comienza a cocear en la puerta. El eco de los golpes tolondrea por el ámbito lívido de la costanilla, y como en respuesta a una provocación, el reloj de la iglesia da cinco campanadas bajo el gallo de la veleta.

MAX: ¡Latino!

DON LATINO: ¿Qué antojas? ¡Deja la mueca!

MAX: ¡Si Collet estuviese despierta!... Ponme en pie para darle una voz.

DON LATINO: No llega tu voz a ese quinto cielo.

MAX: ¡Collet! ¡Me estoy aburriendo!

DON LATINO: No olvides al compañero.

MAX: Latino, me parece que recobro la vista. ¿Pero cómo hemos venido a este entierro? ¡Esa apoteosis es de París! ¡Estamos en el entierro de Víctor Hugo! ¿Oye, Latino, pero cómo vamos nosotros presidiendo?

DON LATINO: No te alucines, Max.

MAX: Es incomprensible cómo veo.

DON LATINO: Ya sabes que has tenido esa misma ilusión otras veces.

MAX: ¿A quién enterramos, Latino?

DON LATINO: Es un secreto que debemos ignorar.

MAX: ¡Cómo brilla el sol en las carrozas!
DON LATINO: Max, si todo cuanto dices no fuese una broma, tendría una significación teosófica... En un entierro presidido por mí, yo debo ser el muerto... Pero por esas coronas, me inclino a pensar que el muerto eres tú.

MAX: Voy a complacerte. Para quitarte el miedo del augurio, me acuesto a la espera. ¡Yo soy el muerto! ¿Qué dirá mañana esa canalla de los periódicos?, se preguntaba el paria catalán.
MÁXIMO ESTRELLA se tiende en el umbral de su puerta. Cruza la costanilla un perro golfo que corre en zigzag. En el centro, encoge la pata y se orina. El ojo legañoso, como un poeta, levantado al azul de la última estrella.

MAX: Latino, entona el gori-gori.

DON LATINO: Si continúas con esa broma macabra, te abandono.

MAX: Yo soy el que se va para siempre.

DON LATINO: Incorpórate, Max. Vamos a caminar.

MAX: Estoy muerto.

DON LATINO: ¡Que me estás asustando! Max, vamos a caminar. Incorpórate, ¡no tuerzas la boca, condenado! ¡Max! ¡Max! ¡Condenado, responde!

MAX: Los muertos no hablan.

DON LATINO: Definitivamente, te dejo.

MAX: ¡Buenas noches!
DON LATINO DE HISPALIS se sopla los dedos arrecidos y camina unos pasos encorvándose bajo su carrik pingón, orlado de cascarrias. Con una tos gruñona retorna al lado de MAX ESTRELLA. Procura incorporarle hablándole a la oreja.
DON LATINO: Max, estás completamente borracho y sería un crimen dejarte la cartera encima, para que te la roben. Max, me llevo tu cartera y te la devolveré mañana.
Finalmente se eleva tras de la puerta la voz achulada de una vecina. Resuenan pasos dentro del zaguán.DON LATINO se cuela por un callejón.


Valle- Inclán        Así comienza la Sonata de otoño:
"¡Mi amor adorado, estoy muriéndome y sólo deseo verte!". ¡Ay! Aquella carta de la pobre Concha se me extravió hace mucho tiempo. Era llena de afán y de tristeza, perfumada de violetas y de un antiguo amor. Sin concluir de leerla, la besé. Hacía cerca de dos años que no me escribía, y ahora me llamaba a su lado con súplicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos blasonados traían la huella de sus lágrimas, y la conservaron largo tiempo. La pobre Concha se moría retirada en el viejo Palacio de Brandeso, y me llamaba suspirando. Aquellas manos pálidas, olorosas, ideales, las manos que yo había amado tanto, volvían a escribirme como otras veces. Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas. Yo siempre había esperado en la resurrección de nuestros amores. Era una esperanza indecisa y nostálgica que llenaba mi vida con un aroma de fe: era la quimera del porvenir, la dulce quimera dormida en el fondo de los lagos azules, donde se reflejan las estrellas del destino. ¡Triste destino el de los dos! El viejo rosal de nuestros amores volvía a florecer para deshojarse piadoso sobre una sepultura.
¡La pobre Concha se moría!
Yo recibí su carta en Viana del Prior, donde cazaba todos los otoños. El palacio de Brandeso está a pocas leguas de jornada. Antes de ponerme en camino, quise oír a María Isabel y a María Fernanda, las hermanas de Concha, y fui a verlas. Las dos son monjas en las Comendadoras. Salieron al locutorio, y a través de las rejas me alargaron sus manos nobles y abaciales, de esposas vírgenes. Las dos me dijeron, suspirando, que la pobre Concha se moría, y las dos, como en otro tiempo, me tutearon. ¡Habíamos jugado tantas veces en las grandes salas del viejo Palacio señorial!

Salí del locutorio con el alma llena de tristeza. Tocaba el esquilón de las monjas: penetré en la iglesia, y a la sombra de un pilar me arrodillé. La iglesia aún estaba oscura y desierta. Se oían las pisadas de dos señoras enlutadas y austeras que visitaban los altares: parecían dos hermanas llorando la misma pena e implorando una misma gracia.

domingo, 18 de enero de 2015

Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez Modernistas


Antonio Machado
Soledades, galerías y otros poemas (1907)
En 1903 se publica Soledades que amplía su título en 1907, pero de la que se
han eliminado varias composiciones de acento parnasiano. Obra de un modernismo
intimista, cercano al romanticismo sentimental. Domina el tono melancólico y doliente,
la anécdota argumental es prácticamente inexistente y los temas que aparecen son:
el amor, el paso del tiempo, la soledad, la infancia perdida, los sueños. Como
resultado aparece la soledad, la angustia y la melancolía.
Aparecen motivos temáticos como la tarde, el agua, la noria, las galerías, los
caminos, el jardín, el crepúsculo, la tarde…que constituyen símbolos de realidades
profundas, de obsesiones íntimas. (Ej: el agua que brota es vida, si corre indica
fugacidad y si permanece quieta es la muerte). Toda esta cosmovisión machadiana
de la primera época se refleja en una serie de símbolos que constituyen un sistema
estructurado en el que se relacionan entre sí hasta configurar un mensaje global:
TARDE: es el espacio temporal preferido. Símbolo de declive, del decaimiento.
HUERTO: simboliza la ilusión, vista en el gozo y en el recuerdo infantil, lo que se sueña
y por lo que se vive.
GALERÍA: Camino introspectivo. Búsqueda por los caminos interiores del alma,
donde el poeta puede encontrarse consigo mismo.
CAMINO: relación entre el espacio y el tiempo. Expresa el curso de la vida.
AGUA: el simbolismo acuático se asocia sobre todo con el paso del tiempo. Es un
símbolo complejo que expresa la antítesis alegría/dolor. Se va transformando
progresivamente: fuente, manantial, lluvia, río, mar.
FUENTE: tiempo pasado que se va cargando de melancolía.
MANANTIAL: tiempo presente. Agua nueva que va llenando el alma de paz y
serenidad.
LLUVIA: connota el paso de las horas como monotonía del tiempo que fluye con
lentitud.
RÍO: Vida en el sentido de Heráclito.
MAR: comienza por ser una vivencia intimista, subjetiva: un mar triste con olas grises
que parecen envolver el alma. Pronto abandona este significado para enlazar con
el caminar.
NORIA: se contrapone a la fuente con una connotación de realidad presente
desolada que además enturbia el ensueño del agua del manantial.
El fluir del tiempo y la premonición de la muerte provoca angustia. El
sentimiento del paisaje es muy acusado: la realidad exterior queda impregnada del
estado emocional del poeta. Este dialoga y no obtiene respuesta.

Es una tarde cenicienta y mustia…

Es una tarde cenicienta y mustia…
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
*
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.




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Juan Ramón Jiménez
La creación de J.R. Jiménez ha recorrido un amplísimo trayecto que ha tenido
una influencia trascendental para la poesía española contemporánea. Su evolución
poética ha sido tan coherente que se puede hablar de una única voz que fue
transformando paulatinamente su registro a lo largo de los años. Encerrado en su
escritorio con su pasión, la poesía, descubría un motivo o una técnica que le parecía
afortunada y se dedicaba a crear sobre ello múltiples variaciones, siempre buscando
perfección y belleza.
El propio poeta expuso su trayectoria en el poema Eternidades (1918). A su etapa inicial, juvenil y modernista, le llamó " época sensitiva" (1898-1915): primeras poesías influidas por las tendencias literarias de fin de siglo (esteticismo, decadentismo, simbolismo y modernismo). Preocupación por
la perfección formal y expresión de sentimientos melancólicos, propios de su carácter
solitario y ensoñador. Destacan sus obras Arias tristes y Jardines lejanos (donde se
manifiesta el conflicto erótico, el poeta asocia con el mal el atractivo vital que
representa el amor sexual, al que opone el valor absoluto de la virginidad; pero ésta al
alejarse de la vida, se convierte en esterilidad y muerte)

Un `poema
…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
   

Poemas agrestes (1910-1911




martes, 13 de enero de 2015

Rubén Darío


Rubén Darío


Su primera obra, Azul (1888) es la primera afirmación del modernismo literario. Consta de
composiciones escritas en verso y en prosa, donde se ponen de manifiesto las directrices de la nueva
estética: el exotismo, la elegancia, el sentimentalismo, el erotismo y la preocupación por el ritmo y la
musicalidad. Aparece también la exaltación de los mitos autóctonos y un cierto rechazo hacia lo español.
AZUL - RUBEN DARIO (Autumnal 1887)
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas
en el azul; en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!
En las pálidas tardes
me cuenta un hada amiga
las historias secretas
llenas de poesía:
lo que cantan los pájaros,
lo que llevan las brisas,
lo que vaga en las nieblas,

lo que sueñan las niñas.
Esa línea elegante y refinada se consolida en Prosas profanas (1896), obra poblada de abates galantes,
marquesas crueles, princesas y cisnes. Ambas obras representan lo mejor del modernismo exotista, y
serán una clara influencia en poetas jóvenes españoles, como Juan Ramón Jiménez, que en obras
primerizas como Arias tristes asimila los rasgos formales del movimiento modernista

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
Que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
Está mudo el teclado de su clave sonoro;
Y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
. . . .El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
Y, vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
La princesa persigue por el cielo de Oriente
La libélula vaga de una vaga ilusión.
En 1905 publica Cantos de vida y esperanza. Aquí la universalidad que había buscado se diluye y se
centra en la esencia de lo español. De esta obra, impregnada de sinceridad, surgen las más profundas
reflexiones acerca de las desilusiones de la vida y el retorno a la esperanza.
Los tres ejes temáticos sobre los que se sustenta la obra son la evasión aristocrática de la realidad, la preocupación social y política y la
inquietud personal; Darío reflexiona sobre la propia existencia, el tiempo, la muerte, la religión, el arte…,
dando lugar a la corriente intimista. La influencia de esta obra es notable en poetas españoles como Juan
Ramón Jiménez o Antonio Machado, uno de los mejores representantes del modernismo intimista
español, y al que, pese a eso, no estudiaremos en este tema, pues se suele estudiar dentro de la
generación del 98.



Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.

Poemas de Rubén Darío

Amo másAmar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos

MíaMía: así te llamas.
¿Qué más harmonía?
Mía: luz del día;
mía: rosas, llamas.

¡Qué aroma derramas
en el alma mía
si sé que me amas!
¡Oh Mía! ¡Oh Mía!

Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.

Yo triste, tú triste...
¿No has de ser entonces
mía hasta la muerte?

Que el amor no admite cuerdas reflexionesSeñora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.


Lo fatal




Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

miércoles, 7 de enero de 2015

Acoso escolar

COLUMNA

foto de la noticiaEn memoria de Carla

En cuatro meses de tareas socioeducativas no se cura la chulería ni el desprecio

por el dolor del otro

A las víctimas hay que individualizarlas. Ponerles un rostro, una edad, una familia, un barrio, algunas inquietudes, unos cuantos sueños, una debilidad visible o escondida. Los activistas sociales lo saben desde hace tiempo, tanto como para presentar cualquier campaña que pretenda provocar empatía en el ciudadano con un rostro concreto, un nombre y una edad. Carla, por ejemplo. Una chica de 14 años que estudiaba en un colegio, el Santo Ángel de la Guarda, y con una madre que ahora conocemos, Monserrat. Carla se suicidó arrojándose por un acantilado de su ciudad, Gijón, enferma de desesperación por el acoso y la burla a la que le sometían algunas compañeras de clase. Se mofaban de su físico y de su supuesta condición sexual. Las dos chicas que lideraron las vejaciones a las que la adolescente fue sometida el año antes de que se quitara la vida han sido condenadas a cuatro meses de tareas socioeducativas para mejorar su empatía con el prójimo, en particular, con los seres más débiles. ¿Es suficiente? Si es esa la única medida, no, desde luego que no. En cuatro meses no se cura la chulería ni el desprecio por el dolor del otro. Cuatro meses no son nada si no se exige también a los padres de las autoras del delito que recapaciten sobre los valores que jamás se inculcaron en casa y por la poca atención que prestaron a la personalidad oscura y diabólica que iba haciéndose presente en sus hijas. Cuatro meses pasan volando y son estériles si la dirección del colegio en el que tuvo lugar la pesadilla que llevó a Carla a precipitarse al vacío no asume su culpa y emprende un debate para reflexionar sobre una responsabilidad que también debería recaer en un claustro que ignoró o no dio importancia al padecimiento de una de sus alumnas.
Cosas de niñas. Así se resume en más ocasiones de las que pensamos y sabemos la persecución, la burla, el escarnio que ocurren secretamente en los centros escolares. La mayoría de las veces nadie se entera del padecimiento de un niño o de una adolescente. Los chavales no suelen contar demasiado en casa porque viven el acoso al que están sometidos con culpabilidad y vergüenza. Ese silencio permite que los chulos o las chulas actúen impunemente, divirtiéndose con el sufrimiento de la criatura acorralada; por lo demás, el resto de la clase, por un temor comprensible a ser también estigmatizados, suelen callar o colaborar vagamente. Cada cierto tiempo, el horror del acoso escolar se hace visible en la prensa porque la víctima, viéndose sin capacidad para acabar con su angustia, pone fin a su vida. Es así de crudo: sabemos de la víctima por su suicidio. A Carla le daba terror ir al instituto, pero al temor que le producía el encuentro con sus torturadoras había que añadir uno de nuevo cuño: la angustia que le provocaba el comprobar cómo se burlaban de ella a través de las redes, es decir, como divulgaban en el ciberespacio la mofa para tenerla paralizada en un terror sin escapatoria. Ni en su propio dormitorio estaba a salvo la pobre desdichada de sus torturadores, ya sabemos que las injurias en Internet tienen la peculiaridad de colarse por cualquier resquicio. Esta es una historia más común de lo que parece y no se trata solamente de un delito juvenil ni que sufran en exclusiva los adolescentes. La justicia va más lenta que la tecnología y castigar al que delinque en la red, aunque es posible y cada vez más frecuente, tarda un tiempo que a la víctima se le representa como insoportable. Imagino que el castigo al bullingcibernético, agazapada la identidad del malhechor en el cobarde anonimato, acabará precisando de un mecanismo exprés para ser penalizado, dada la rapidez con que en el medio se difunden las injurias.
La tragedia nos enseña que hay que atajar la crueldad cuando brota: desde la casa, la escuela y la justicia
Parece que en estas fechas hay una voluntad colectiva de concordia, que las rivalidades pierden fuste y nuestras columnas se engalanan con buenos propósitos. Tal vez deba ser así, conviene y es saludable que sea así, que el pensamiento se mantenga en suspenso unos días antes de volver a la carga, a la bronca, a la opinión, a la arena. Pero me ha resultado inevitable, después de ver en el periódico esta semana el rostro de Montserrat Magnien, la madre de Carla, pensar que para ella no habrá Nochevieja ni Año Nuevo, que desde el 11 de abril de 2013 el tiempo avanza en una densidad amorfa, sin conceder tregua alguna ni consuelo, empecinada como está su mente en un solo propósito: que se haga justicia. Y he querido que el primer artículo de este año que acabamos de inaugurar esté dedicado a ella, a esta madre que sólo va a encontrar razones para vivir litigando a fin de que su caso, el caso de su hija Carla, se convierta en paradigmático, y que su muerte no haya sido en vano, que nos enseñe a atajar la crueldad cuando brota: desde la casa, la escuela, la justicia, que entendamos la necesidad de enseñar a quienes no tienen demasiadas luces, a los resentidos, a los duros de corazón a sufrir con el dolor ajeno. Y si es que la naturaleza no les ha dado la capacidad de comprender el sufrimiento del prójimo que sea la justicia quien ponga freno a su tara. Quería que mi artículo tuviera un rostro, el de Montserrat, y enviarle desde aquí un abrazo para que no se sienta, como seguro que se sentirá, tan sola.