domingo, 28 de febrero de 2021

Escritoras/ La imagen de la mujer



Literatura clásica
A pesar de la marginación de la vida pública a la que las mujeres estaban sometidas en la antigua Grecia, en la literatura clásica encontramos personajes femeninos que han pasado a formar parte de la tradición occidental.

Sin embargo, a menudo encontramos ya arquetipos negativos como el de la mujer malvada que, con sus artes de seducción ,lleva al desastre al hombre. Sería el caso en la Odisea de Circe, que convierte en animales a los hombres de Ulises, o de las sirenas, cuyos cantos melodiosos hacen que los marineros se estrellen.
Otro ejemplo de mujer bella que lleva al hombre al desastre sería Helena de Troya, cuyos encantos son el desencadenante de la guerra que se narra en la Ilíada: Paris, príncipe troyano, se fuga con ella, que es la esposa del griego Menelao. Aunque Helena no es la culpable directa (en muchas versiones Paris la rapta), estamos ante el arquetipo de la belleza de la mujer como desencadenante del mal.
Sin embargo, también hay personajes femeninos caracterizados de manera positiva como Penélope, la fiel esposa de Ulises en la Odisea (que le espera durante años e inventa tretas para mantener alejados a sus pretendientes).


Una heroína más activa sería Antígona (tragedia escrita por Sófocles), que  hace valer sus convicciones ante la tiranía del rey Creonte. En la comedia tendríamos a Lisístrata (comedia de Aristófanes), que encabeza una rebelión de las mujeres atenienses para lograr que los hombres acaben con la guerra utilizando el único elemento que les da poder sobre ellos, el sexo.

Edad Media: la mujer-Eva y la mujer-María


La visión de la mujer como causante de desgracias que veíamos en la literatura clásica está presente en la tradición cristiana a través de Eva, cuya debilidad al caer en la tentación de probar el fruto que el diablo le ofrece es la causante de la expulsión  del hombre del Paraíso y la entrada del mal en el mundo. Así, en la literatura medieval encontramos dos prototipos opuestos: la “mujer Eva”, cuya debilidad la lleva a caer en el pecado, astuta y que lleva al hombre a la perdición a través de sus encantos físicos y la “mujer María”, pura y sumisa.Estos arquetipos aparecen, por ejemplo, en las colecciones de exempla (relatos con un objetivo didáctico). Una de ellas tiene el título de Sendebar o Libro de engaños de las mujeres (colección de cuentos orientales difundidos en Europa). En este, la esposa del rey intenta seducir a su hijo y, al ser rechazada, le calumnia, por lo que le condenan a muerte. Este argumento es la excusa para un duelo de relatos entre los consejeros del rey (que advierten de la naturaleza engañosa de la mujer) y la esposa.
En El conde Lucanor, de don Juan Manuel (obra que bebe también de la tradición oriental de relatos) tenemos representados estos estereotipos en personajes como el de “Lo que sucedió a un mancebo que casó con una muchacha muy rebelde”, en el que se cuenta el proceso de “doma” de una “mala esposa” a través de la intimidación, y el de doña Vascuñana, una esposa tan ejemplar que que toma por verdad suprema la palabra de su esposo aunque contradiga lo que ella misma percibe por los sentidos.
En los siglos XIV y XV se da un debate entre profemeninos y misóginos. Algunos autores como Bocaccio participan escribiendo obras que apoyan los argumentos de ambos bandos: biografías de mujeres virtuosas y Corbaccio o Laberinto de amor, argumentación de que no merece la pena sufrir por el amor de las mujeres a través de la exposición de sus defectos (infieles, vanidosas…)
La mujer es un animal imperfecto, agitado por mil pasiones desagradables y abominables (…) lo que si los hombres mirasen como debían, no de otra manera se acercarían a ellas, ni con otro deleite y apetito que como van a las naturales e inevitables necesidades.

Renacimiento: el amor cortés
El amor cortés es una corriente que proviene de los trovadores provenzales del siglo XII. Se consolida con el Dolce stil nuovo de Petrarca y Dante, que marcará la poesía amorosa de los siglos XV-XVII.
La imagen de la mujer es la de la donna angelicata: La mujer es un ser divinizado e inalcanzableSu belleza es el reflejo de la bondad del alma y esta a su vez es un reflejo de la belleza divina. El amor a la dama eleva espiritualmente al poeta.
Esa belleza obedece a un canon muy marcado y cuya descripción se convertiría en tópico. Esas mujeres idealizadas se convierten en musas para los poetas: Laura para Petrarca, Beatriz para Dante. Ambos les dedican poemas después de su muerte (incluso se duda si existieron).

Dónde halló el oro Amor, dónde la vena,
con que hizo sus dos trenzas? ¿En qué espinas
las rosas? ¿En qué prados las albinas
nieves del rostro que de aliento llena?

¿Dónde las perlas en que rompe y frena
palabras, como honestas, peregrinas?
¿Dónde tantas bellezas tan divinas
de frente más que el cielo aún serena?

¿A qué ángeles hurtó en su esfera y cumbre
el celeste cantar con que en sollozo
tal me acaba que apenas me mantengo?

¿De qué sol procedió la altiva lumbre

de aquellos ojos por que peno y gozo

y el pecho en fuego y hielo hirviendo tengo? (Petrarca)



El poeta es un vasallo que sirve a la mujer sin esperar una satisfacción a cambio (a menudo que sea una mujer casada forma parte del tópico). Visión del amor como fuente inevitable de dolor y frustraciones, nunca se logra la posesión.
A veces la amada aparece como cruel e insensible a los sufrimientos del amadoAunque el amor cortés se contrapone a la visión misógina, también deshumaniza a las mujeres al presentarlas como seres angélicos.
Romanticismo
La mujer aparece de manera positiva en el arquetipo del ángel de luz que redime al hombre (doña Inés en Don Juan Tenorio). Idealización, mujer inalcanzable:

Yo soy un sueño, un imposible, 
vano fantasma de niebla y luz;
 soy incorpórea, soy intangible; 
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú! (Bécquer).
Por otro lado, el arquetipo de la mujer malvada permanece en personajes tan conocidos como Carmen (Prosper Merimée): gitana que lleva a un hombre a la perdición arrastrándole a una vida de bandolero para luego abandonarle y es asesinada por él.
En la novela gótica tenemos personajes sobrenaturales siniestros y seductores como la vampiresa Carmilla (Sheridan Le Fanu). Anterior a Drácula, influyó a Stoker. Al igual que los vampiros masculinos, intenta seducir y llevar a la perdición a una joven doncella, por lo que encontramos elementos homoeróticos (evidentemente, tratados de manera muy negativa).

Realismo



En la literatura realista del siglo XIX encontramos un arquetipo que se repite  a lo largo de varias de las novelas más importantes de esta corriente: Madame Bovary (Gustave Flaubert)/Anna Karenina (León Tolstoi)/La Regenta (Leopoldo Alas “Clarín”).


Es el de las adúlterasmujeres insatisfechas por el choque entre sus aspiraciones y una realidad monótona y asfixiante. Esa frustración las empuja a la infidelidad. Sufren un final trágico (suicidio en las dos primeras, marginación por parte de una sociedad hipócrita en la última), pero no están tratadas con el tono moralizante que existía en la Edad Media contra las mujeres que desafiaban la autoridad de sus esposos: son personajes complejos, con virtudes y defectos, cuyas dudas se reflejan a través de un minucioso tratamiento de su psicología.
¿Cómo es el tratamiento de la figura femenina en la actualidad?
Una manera de reflexionar sobre hasta qué punto la mujer aparece representada en el arte en igualdad de condiciones con el hombre es el test de Bechdel. Para cumplirlo, una narración debe cumplir las siguientes premisas:
-En la narración salen al menos dos personajes femeninos.
-Dichos personajes se hablan la una a la otra en algún momento.
-Dicha conversación tiene que tratar de algo más que no sea un hombre.

Entre 2000 y 2016, es decir, ya en el siglo XXI, solo el 55% de las 108 películas nominadas a Mejor Película en los Oscar pasan el test de Bechdel.


Todxs deberíamos ser feministas-Chimamanda Adichie 










Mujeres escritoras



Las horas (2002) 

 dirigida por Stephen Daldry. Con Meryl Streep, Julianne Moore, Nicole Kidman, Ed Harris
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Lo primero, una obviedad: como la historia social, la historia de la literatura ha sido escrita por hombres, y estos se han mostrado muy cicateros a la hora de reconocerles méritos a las escritoras. Y otra obviedad, si la liberación de la mujer del yugo masculino se cifra en el comienzo de la llamada Modernidad (siglo XIX) con el Romanticismo, la nómina de escritoras anteriores será más bien escasa; no obstante intentaremos una reflexión sobre la escritora antes de su normalización (rescatando algunos nombres), y por supuesto en el último siglo casi en igualdad de oportunidades con los hombres (y la calidad de las autoras seleccionadas es elocuente)

Salvo el islote magnífico de la poeta Safo, apenas conocemos escritoras en época clásica grecolatina y mucho menos en los “siglos oscuros de la Edad Media” tan dada a guerreros y clerecía. En el origen de la lírica más intimista, nos encontramos con poemas puestos en boca de mujer que de manera delicada (y bellísima) se quejan de “mal de amores”, del marido o amante ausentes. Pero ni una sola mujer firma los primeros poemas con autoría.
Tienen que pasar varios siglos hasta llegar al  Barroco, época convulsa que se asemeja –en mucho- al Romanticismo. Y así surge una poeta Sor Juana Inés de la Cruz (Méjico      1651-1695)que conviene analizar no sólo por la calidad de su obra, sino por lo que representa. El poeta mejicano Octavio Paz escribió un magnifico ensayo ( “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”) y el título ya deja entrever que una de las escasas posibilidades que tenía una mujer para desarrollar la escritura era tomar los hábitos, ampararse en la vida de convento.
No debemos olvidar a  la española (Avila) Santa teresa de Jesús (1515-1582) que desde su misticismo radical (consideradi herético por muchos religiosos) dota de un sorprendente erotismo su acercamiento y unión con Dios

Por seguir con monjas problemáticas En 1669 aparecía en París un pequeño volumen titulado Cartas portuguesas que contenía las cinco misivas que Mariana Alcoforado, monja portuguesa del convento de Beja, en el Alentejo, había escrito al conde Chamilly, capitán de la caballería francesa que había participado en el asedio de Ferreira. La historia que había unido a ambos personajes nada tiene de particular: Mariana había sido seducida por el conde y éste, olvidadizo, había partido para Francia dando por terminada su aventura. Sin embargo, estas cartas pasaron a la historia como una de las más rotundas expresiones del amor femenino: la monja portuguesa, abnegadamente enamorada, escribía desde su celda dando rienda suelta a su pasión ensimismada, a sus quejas y desvaríos, y dejando un testimonio imperecedero -sea o no real su autoría-, un auténtico breviaro de amor.

Pero es en el siglo XIX, como ya se dijo, (arranque de lo que se denomina Modernidad) con las revoluciones sociales de todo tipo, y los movimientos estéticos del Romanticismo y Realismo, cuando las escritoras se tutean con sus coetáneos hombres y en ocasiones con resultados superiores. Sobre todo en Inglaterra con autoras como Jane Austen (Orgullo y prejuicio), las hermanas Bronté (Cumbres borrascosas 1847) o Mary Shelley.

Mary Shelley creó un mito universal Frankenstein  (1818) una noche que se encontraba con Lord Byron , su marido P. B. Shelley y Polidori. Byron les  retó a ver quién escribía la historia más terrorífica. Los demás publicaron sus relatos, pero quedó para la historia ese monumento gótico al ser deforme que viene de entre los muertos y desafía a los mismos dioses.
En España también tenemos casos muy valiosos como las gallegas
Rosalía de castro (romántica) y la realista Emilia Pardo Bazán, Por cierto, la realista Cecilia Bohl de Faber firmaba Fernan Caballero; el seudónimo en las mujeres era habitual para evitar los prejuicios de los hombres

El siglo XX se abre con escritoras interesantísimas, caso de la neoyorquina
Edith Wharton y su novela La edad de la inocencia (1920). Con una prosa minuciosa e irónica, urde una historia de amores ilícitos que en el fondo se ríe de la rígida moral de un aristocracia urbana encorsetada y que se estaba desmoronando
Pero la figura femenina que realmente marca las primeras décadas del siglo XX es Virginia Woolf, hasta el punto de que su influencia aún no se ha apagado. En un momento de  búsqueda de nuevos caminos estéticos , Virginia Woolf condensa lo mejor de esas décadas pioneras: la conciencia de que los relatos ocurren sobre todo a un nivel sicológico (magistral la señora Dalloway (1925), donde narra un día en la vida de  una mujer), de que lo poético es parte de lo narrativo (Las olas 1931), de que un narrador múltiple y un tiempo fragmentario capta mejor la realidad que el relato clásico

Y clásico, pero enormemente evocador es Memorias de Africa  (1937), de la danesa Karen on v Blixen, que firmaba Isac Dinesen. Es un relato autobiográfico donde la baronesa narra su aventura en Kenia, cuando junto con su marido invierte toda  su fortuna en poner en marcha una granja y un cafetal. El libro en muchas cosas: un reflejo del amor a una naturaleza hipnótica, un deseo de comprender a las tribus masai y kikuyu, una historia de amor trágica (lo saben quienes han visto la película protagonizada por Robert Redford )
Y también es la crónica de una mujer que tuvo que sobreponerse a la fatalidad y al machismo de un tiempo colonizador.

A continuación, mencionamos autoras que con su estilo y temática marcaron el devenir literario del siglo XX

Carson McCullers (1917-1967) nos propone la decadencia del Sur estadounidense mediante el retrato de sus miserables protagonistas; no puede dejar de sentir cierta ternura por sus personajes. Su obra, reducida a cuatro novelas y un par de colecciones de relatos, nos muestra un mundo desolador poblado por sordomudos, mirones, niñas que buscan refugio en su fantasía..
Novelas ·  El corazón es un cazador solitario (1940)  Reflejos en un ojo dorado(1941))La balada del café triste (1951)
Marina Tsvatáieva en Un espíritu prisionero recoge fragmentos de su  diario correspondientes a 1918 y 1919, relatos como "El novio" (1933), "El chino" (1934) o "Tu muerte" (1917), una selección de poemas, y el texto que da título al volumen y en el que la escritora reconstruye la vida literaria de los años veinte y treinta dentro y fuera de Rusia.
Jane Bowles       (click aquí)      A pesar de su escasísima obra narrativa –tan sólo la novela Dos damas muy serias y el libro de relatos Placeres sencillos–, la figura de Jane Bowles («esa leyenda moderna», como la calificó Truman Capote) se ha convertido en los últimos tiempos en una «figura de culto». Dos damas muy serias (1943)relata el itinerario de dos mujeres muy diferentes, en busca de su independencia y de su autenticidad. Christina Goering, rica, solterona y proclive al misticismo, busca su salvación luchando contra su naturaleza, es decir: forzándose a aventuras con desconocidos. En tanto, Frieda Copperfield quiere lograr su felicidad terrenal y no vacila en abandonar a su marido para irse a vivir con Pacífica, una joven prostituta panameña. Un doble itinerario, entre la soledad y la auto-destrucción, sin embargo tratado con un traicionero sentido del humor y comicidad .

Patricia Higsmith  Mientras en las novelas habituales del género policial la trama gira en torno al esclarecimiento de un crimen, en las suyas, Patricia Highsmith (1921-1995) prefirió profundizar en la mente de sus personajes y ahondar en la ambigüedad moral del ser humano. Veintidós novelas, diez volúmenes de relatos, un par de ensayos, voluminosos diarios y una copiosa correspondencia ha dejado la escritora estadounidense que utilizó sus propios conflictos interiores como materia prima para crear relatos que se apartan del canon de la novela policial clásica o de misterio para ingresar en los enigmas interiores de las personalidades anómalas, representadas éstas en sus libros por personajes complejos y tortuosos. Tenía debilidad por Europa. Y le transmitió su antojo a su creación, Tom Ripley, uno de los malvados más pertubadores y elegantes de la ficción. Ripley es un enamorado de la belleza y la clase. Aquí no hay callejones sino playas mediterráneas, ciudades monumentales, palacios renacentistas y cócteles en la Riviera

Tony Morrison Escritora estadounidense, Premio Nobel de Literatura en 1993. Morrison es activista contra el racismo y a favor de la igualdad de derechos de las personas negras.  En sus novelas, basadas en la injusticia social que han vivido las sociedades de afroamericanos y en la afirmación de la identidad cultural de los mismos, contrastan siempre los elementos fantásticos y mágicos con la cruda realidad que viven sus protagonistas.


Una de sus novelas más conocidas es Beloved, que también obtuvo el Premio Pulitzer en 1988, fue llevada al cine en 1998 por el cineasta J. Demme.


Y dejamos para el final a   Amélie Nothomb  Todos sus libros tratan de  las fronteras y esa maraña cosmopolita tejida en su obra quizás sea la clave del éxito global que disfruta. Las fronteras exteriores e interiores. Otras cosas también. Asuntos serios como su obsesión por la identidad, y a la vez otros rasgos más livianos, pero no menos determinantes. Una frescura y un  descaro. Un estilo directo y mordaz. Entre irónico y nihilista, siempre rápido, brillante, sorprendente, sujeto a una extraña compulsión que le lleva a escribir a veces más de tres historias al año, aunque sólo publique una.

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