martes, 8 de octubre de 2019

Novela de posguerra

novela años 40






  •  AÑOS 40:  NOVELA EXISTENCIAL.
    Recién acabada la Guerra, con una España dividida en vencedores y vencidos, y un país arrasado sumido en una dictadura, en el que la vida era muy difícil, la novela refleja esa división y el pesimismo existencial que provoca. Así, tenemos dos grandes tipos de novela:
    ·                                 Dentro de la denominada “literatura arraigada”, asociada a los escritores ideológicamente afines al franquismo, tenemos la novela falangista, asociada a los venceodres, que exaltan la gesta militar de la Guerra y la victoria franquista. Gonzalo Torrente Ballester: Javier Mariño
    ·                                 Dentro de la "novela desarrraigada", encontramos una novela existencial, que refleja el pesimismo existencial de la época, a través de  la vida, llena de penalidades y sin sentido de los personajes. Destacan Nada, de Carmen Laforet, y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes.
    o                                                        Un tipo especial de novela existencial será el tremendismo, que se centra en el reflejo de los aspectos más sórdidos, descarnados y brutales de la existencia, que se muestran como representativos de la naturaleza humana. El título más importante es “La familia de Pascual Duarte”, de Camilo José Cela, que cuenta, en primera persona, la historia de Pascual, un hombre que ha matado a su madre, y que en su declaración judicial cuenta una vida llena de situaciones sórdidas: una madre alcohólica y perversa, un padre contrabandista y violento, su hermana que vuelve deshonrada y embarazada a casa, un matrimonio desgraciado, la muerte de un hijo, que desembocarán en el parricidio que comete.

    ·                                    Década de los 50: Novela social


       La precursora de la novela social fue La Colmena, de Camilo José Cela, en 1951 (publicada en Buenos Aires debido a la censura). Marca la transición entre la narrativa existencial de los cuarenta y la nueva novela social, ya que presenta la miseria física y moral del Madrid de la posguerra en un mosaico de decenas de personajes que se entrecruzan.  La Colmena adelanta así rasgos técnicos de la novela social como el del personaje colectivo (no hay un protagonista definido), la concentración espacio-temporal (todo transcurre en La Colmena en tres días y en zonas muy concretas de Madrid) y la tendencia a la objetividad del narrador. La estructura se fragmenta en múltiples secuencias breves, autónomas, que disgregan un argumento basado en situaciones cotidianas. Se crea así una impresión de simultaneísmo acorde con el poso de incertidumbre en el futuro que dejan todas estas vidas, dominadas en general por la insolidaridad. El lenguaje está sometido a una elaboración rítmica; el lirismo, y hasta cierta ternura, se combinan con la crudeza y el sarcasmo.




    RASGOS FORMALES DE LA NOVELA SOCIAL

    En cuanto a los rasgos formales característicos, podemos destacar:
    - Preferencia por el personaje colectivo (mineros, huelguistas, campesinos...) o por el personaje representativo, con poca profundidad psicológica.
    - Tendencia al argumento lineal.
    - Tendencia a la objetividad del narrador, de modo que no se advierte su presencia (se hablaba de técnica cinematográfica o conductista, es decir, de reflejar sólo la conducta externa de los personajes: sus palabras y movimientos).
    -  Concentración espacio-temporal: la acción transcurre en un período breve y en un espacio reducido.
    - Escasez, sencillez y funcionalidad de las descripciones.
    -Importancia del diálogo, que pretende reflejar el habla real.
    -Lenguaje sencillo, sin gran elaboración estética


    Camilo José Cela
    La colmena (fragmento)

    Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña Rosa dice con frecuencia "leñe" y "nos ha merengao". Para doña Rosa, el mundo es un Café, y alrededor de su Café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin más ni más, por entre las mesas... Doña Rosa tiene la cara llena de manchas, parece que está siempre mudando la piel como un lagarto. Cuando está pensativa, se distrae y se saca virutas de la cara, largas a veces como tiras de serpentinas. Después vuelve a la realidad y se pasea otra vez, para arriba y para abajo, sonriendo a los clientes, a los que odia en el fondo, con sus dientecillos renegridos, llenos de basura. "
  • Victorita y el usurero
Victorita fue a verlo; con tres mil pesetas se hubieran podido casar. El novio aún no estaba malo; cogía sus catarros, tosía, se cansaba, pero aún no estaba malo, aún no había tenido que meterse en la cama. -¿De modo, hija, que quieres tres mil pesetas? Librodot La colmena Camilo José Cela Librodot 88 88 -Sí, señor. -¿Y para qué las quieres? -Pues ya ve usted, para casarme. -¡Ah, conque enamorada! ¿Eh? -Pues, sí... -¿Y quieres mucho a tu novio? -Sí, señor. -¿Mucho, mucho? -Sí, señor, mucho. -¿Más que a nadie? -Sí, señor, más que a nadie. El usurero dio dos vueltas a su gorrito de terciopelo verde. Tenía la cabeza picuda, como una pera, y el pelo descolorido, lacio, pringoso. -Y tú, hija, ¿estás virgo? Victorita se puso de mala uva. -¿Y a usted qué leche le importa? -Nada, hijita, nada. Ya ves, curiosidad... ¡Caray con las formas! Oye, ¿sabes que eres bastante mal educada? -¡Hombre, usted dirá! El usurero sonrió. -No, hija, no hay que ponerse así. Después de todo, si tienes o no tienes el virgo en su sitio, eso es cosa tuya y de tu novio. -Eso pienso yo. -Pues por eso. Al usurero le brillaban los ojitos como a una lechuza. -Oye. -Qué. -Y si yo te diera, en vez de tres mil pesetas, treinta mil, ¿tú que harías? Victorita se puso sofocada. -Lo que usted me mandase. -¿Todo lo que yo te mandase? -Sí, señor, todo. -¿Todo? -Todo, sí, señor. -¿Y tu novio, qué me haría? -No sé; si quiere, se lo pregunto. Al usurero le brotaron en las pálidas mejillas unas rosetitas de arrebol. -Y tú, rica, ¿sabes lo que yo quiero? -No, señor; usted dirá. El usurero tenía un ligero temblorcillo en la voz. -Oye, sácate las tetitas. La muchacha se sacó las tetitas por el escote. -¿Tú sabes lo que son treinta mil pesetas? -Sí, señor. -¿Las has visto alguna vez juntas? -No, señor, nunca. -Pues yo te las voy a enseñar. Es cuestión de que tú quieras; tú y tu novio. Un aire abyecto voló, torpemente, por la habitación, rebotando de mueble en mueble, como una mariposa moribunda. -¿Hace? Victorita sintió que un chorro de desvergüenza le subía a la cara. -Por mi, sí. Por seis mil duros soy capaz de pasarme toda la vida obedeciéndole a usted. ¡Y más vidas que tuviera! -¿Y tu novio? -Ya se lo preguntaré, a ver si quiere. 

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