Escritor americano, Francis Scott Fitzgerald es uno de los mejores exponentes de la literatura norteamericana del siglo XX. Sus novelas, situadas en las décadas de 1920 y 30, están consideradas como auténticas obras maestras. Miembro de la llamada Generación Perdida Americana, sus cinco novelas retratan un paisaje de personajes brillantes y efímeros, de juventud y también de desesperación. Scott Fitzgerald estudió en Saint Paul y no completó sus estudios universitarios, alistándose para luchar en la Primera Guerra Mundial, pese a que no llegó a luchar en ella. Su primera novela, escrita en estos primeros años, fue rechazada por distintas editoriales. No fue hasta después de su primer compromiso con Zelda Sayre que no logró vender A este lado del paraíso (1922). Acuciado por su desenfadado estilo de vida, Scott Fitgerald no sólo escribía novelas, también su producción de cuentos fue muy importante, aunque por su necesidad de liquidez solía vender todos los derechos asociados a su producción literaria y, además, vivir de préstamos sobre futuros anticipos. De ese modo fueron saliendo sus siguientes obras, Hermosos y malditos (1922), El Gran Gatsby (1925) -posiblemente su obra más conocida y adaptada al cine-, y Suave es la noche (1934). En 1921 se publicó el cuento El curioso caso de Benjamin Button, obra muy conocida en la actualidad gracias a la adaptación cinematográfica realizada en 2008. A partir de mediados de los 30, Fitzgerald alterna su trabajo como guionista en Hollywood con la escritura de su novela El último magnate, que sería completada y publicada de manera póstuma tras su fallecimiento en 1940.
Descripción
Escrito por el autor estadounidense F. Scott Fitzgerald y publicado por primera vez en la revista Collier’s el 27 de mayo de 1922, fue publicado dentro del libro Tales of the Jazz Age. Fitzgerald se inspiró en un comentario de Mark Twain. Benjamin Button nace con una extraña enfermedad, que provocaba que naciera con 80 años y fuera rejuveneciendo con el paso de los años. Una afección que existe en la realidad bajo el nombre de progeria o síndrome de Hutchinson-Gilford.
Fragmento
Benjamín estaba tan asombrado como cualquiera por la avanzada edad física y mental que aparentaba al nacer. Leyó revistas de medicina, pero, por lo que pudo ver, no se conocía ningún caso semejante al suyo. Ante la insistencia de su padre, hizo sinceros esfuerzos por jugar con otros niños, y a menudo participó en los juegos más pacíficos: el fútbol lo trastornaba demasiado, y temía que, en caso de fractura, sus huesos de viejo se negaran a soldarse.
Cuando cumplió cinco años lo mandaron al parvulario, donde lo iniciaron en el arte de pegar papel verde sobre papel naranja, de hacer mantelitos de colores y construir infinitas cenefas. Tenía propensión a adormilarse, e incluso a dormirse, en mitad de esas tareas, costumbre que irritaba y asustaba a su joven profesora. Para su alivio, la profesora se quejó a sus padres y éstos lo sacaron del colegio. Los Button dijeron a sus amigos que el niño era demasiado pequeño.
Cuando cumplió doce años los padres ya se habían habituado a su hijo. La fuerza de la costumbre es tan poderosa que ya no se daban cuenta de que era diferente a todos los niños, salvo cuando alguna anomalía curiosa les recordaba el hecho. Pero un día, pocas semanas después de su duodécimo cumpleaños, mientras se miraba al espejo, Benjamin hizo, o creyó hacer, un asombroso descubrimiento. ¿Lo engañaba la vista, o le había cambiado el pelo, del blanco a un gris acero, bajo el tinte, en sus doce años de vida? ¿Era ahora menos pronunciada la red de arrugas de su cara? ¿Tenía la piel más saludable y firme, incluso con algo del buen color que da el invierno? No podía decirlo. Sabía que ya no andaba encorvado y que sus condiciones físicas habían mejorado desde sus primeros días de vida.
—¿Será que…? —pensó en lo más hondo, o, más bien, apenas se atrevió a pensar.
Fue a hablar con su padre.
—Ya soy mayor —anunció con determinación—. Quiero ponerme pantalones largos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario