martes, 10 de octubre de 2023

Japón

Resultado de imagen de haruki Murakami tokio blues



El arte y la literatura japonesas  son reflejo de una cultura milenaria, fascinante y muy alejada de los estereotipos occidentales. Una cultura que es capaz de alternar lo más antiguo (el Japón Imperial,  la simbiosis con la naturaleza) y lo más moderno (Tokio, las tendencias últimas)..
El éxito de escritores como Jukio Mishima, Haruki Murakami o Banana yashimoto se explica porque nos aportan aspectos desatendidos en nuestra cultura occidental.
En Mishima es una noción de Belleza extrema y violenta: en El Pabellón de oro   un chico tartamudo se enamora de una iglesia
En Murakami es esa mezcla de japón y Occidente aplicada al amor, como en Tokio Blues  , donde las relaciones eróticas son contadas con demora pero también desinhibidamente.
En Banana Yoshimoto, en fin, nos sorprende todo el jugo que le saca a lo cotidiano.
Otra faceta de los artistas japoneses es el gusto por lo fantástico incrustado en lo real. Así Murakami en Kafka en la orilla, donde habla un gato, por ejemplo.


Un lugar común de los japoneses es la idea de tiempo cíclica, un no -tiempo que permite aunar presente pasado y futuro en su simultaneidad . Ocurre por ejemplo en uno de los mangas para adultos más famosos
Barrio lejano, de Jiro Taniguchi, donde un adulto regresa fisicamente a su época de estudiante de instituto.







O LA LEYENDA JAPONESA DEL HILO ROJO DEL DESTINO, en clave erótica.

 De acuerdo a este mito, toda persona está atada por el meñique de un hilo rojo invisible que lo conducirá hacia otro persona con la que hará historia.






leyenda japonesa hilo rojo red string fate 3




Para los japoneses, que saben tanto e intuyen más, las relaciones humanas están predestinadas por un hilo rojo que los dioses atan a los dedos meñiques de aquellos que se encontrarán en la vida. De acuerdo a la leyenda, las dos personas conectadas por este hilo tendrán una historia importante, sin importar el lugar, el tiempo o las circunstancias. El hilo rojo se puede enredar, contraer y estirar, como seguramente a menudo ocurre, pero nunca se puede romper.




  El recuerdo de Marnie   de 
                                                      basada en la novela para adolescentes de la escritora británica                                                            Joan G. Robinson,Cuando Marnie estuvo allí.

La chica que saltaba a través del tiempo Mamoru Hosoda 
basada en la novela japonesa homónima ('Toki wo Kakeru Shōjo') de Yasutaka Tsutsui, publicada en 1967,


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Si quieres saber más sobre Japón y sus artistas
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El último emperador


Kioto imperial

Miyuki y Ashima, vestidas con el tradicional kimono japonés en un templo de Kioto





Tokyo, el paraíso de lo distinto al otro lado del mundo




Descubre más destinos en: http://www.telemadrid.es/mxm 

Sonia Gonzálo se ha ido hasta el lejano Tokyo, una de las ciudades más pobladas del planeta. De hecho, sólo en el centro de la capital viven 13 millones de personas. Una cifra extraordinaria para uno de los lugares más exóticos y diferentes de la Tierra.

Sonia, una madrileña de Conde de Casal, dio un giro radical a su vida para irse a vivir a 11.000 kilómetros de distancia. El estudiar japonés en Madrid fue un acicate para ello. Empezamos 
el paseo en el barrio de Asakusa, uno de los más turísticos de Tokyo y zona típica de templos. A Asakusa se entra por la simólica puerta Kaminarimon; Seguimos por Nakamise dori, una calle 
de 250 metros de largo, llena de tiendas de souvenirs de todo tipo. 

Desde allí accedimos al templo Sensoji, visitado anualmente por 20 millones de personas y uno de los momumentos más conocidos de la capital japonesa.

En su paseo, Sonia nos contó muchas curiosidades: como que se venden casas de 6 metros cuadrados con baño incluído, como que es más fácil que te roben la bicicleta a que te roben la cartera 
o que en la calle está prohibido fumar mientras se está caminando y por eso hay zonas en medio de las calles para fumadores... También alucinamos cuando descubrimos ¡¡una cafetería de 
buhos!! Allí uno puede irse a tomar un café mientras está con su mascota preferida. Todo por 14 euros la hora. Otro mundo. El remate fue que nuestra madrileña nos llevara a visitar un 
'hotel cápsula'. No os lo perdáis.

Adrián, madrileño de Torrelaguna (Sierra madrileña) , decidió venirse a vivir a Tokyo porque desde niño estaba obsesionado con Japón y estudió japonés en España desde que tenía 9 años. Con 
él fuimos a Shibuya, un barrio de Tokyo famoso principalmente por el cruce que hay delante de la estación, el llamado Scramble Kousaten, del que se 
dice que es el más abarrotado del mundo y utiliza un stop en las cuatro direcciones para permitir a los peatones inundar todo el cruce. 5 millones de peatones al día lo transitan. Allí 
mismo conocimos la estatua y la historia de Hachiko, un perro japonés recordado por su lealtad a su amo.

El salón de los terremotos de Ikebukuro fue nuestro primer objetivo. Ikebukuro Earthquake Museum, es un lugar donde se puede vivir una simulación de un terremoto de 7 grados. Además, te 
enseñan técnicas de supervivencia en el caso de haber un terremoto y algunas nociones básicas de socorro. Después nos fuimos hasta la estación de tren de Shinjuku, que cuenta con hasta 200 
entradas y salidas. Os enseñamos todo lo que tiene dentro. De ahí fuimos a su casa donde nos encontramos con Germán, el hermano de Adrián que trabaja allí en la televisión pública japonesa, 
divulgando el castellano.

El barrio de Akijabara fue nuestro siguiente destino. Este barrio se convirtió, después de la II guerra mundial, en un mercado negro de 
componentes electrónicos. Allí la tecnología está en un altar para miles de jóvenes que conviven con ella las 24 horas del día, o con casos como los de Hatsune Miku, la cantante más famosa 
de Japón, que resulta ser un holograma... Del barrio tecnológico por excelencia fuimos a la zona más cara de Tokyo: Ginza, es el barrio de la moda 
de lujo, una especie de "Milla de Oro" japonesa. 

Como no podría ser de otra forma, terminamos nuestro recorrido visitando el típico karaoke japonés, el método de entretenimiento por excelencia en Tokyo.


Carla, madrileña de la calle Alcalá, llegó a Tokyo de vacaciones en 1987 y desde entonces ha hechado raíces en el país nipón. Nos llevó nada más empezar a la calle Takeshita, una calle 
peatonal llena de tiendas de moda para delicia de los y las más jóvenes, que suelen pasear por sus calles con ropas extravagantes.

Cambiando de registro, Carla nos llevó hasta la lonja de Tsukiji, el mercado de pescado más grande 
del mundo. Luego, nos fuimos hasta el templo Meiji, uno de los santuarios sintoístas más populares de todo Japón, dedicado 
al primer emperador del Japón moderno, el emperador Meiji y su esposa, la emperatriz Shoken.

Terminamos nuestro recorrido en el Palacio imperial de Tokyo, en el corazón de la ciudad y residencia de la familia imperial japonesa.



23 Procesión de penes

Hatsume Miku

Hikiko Mori

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Yukio Mishima   1925-1970








Kimitake Hiraoka pasó a la posteridad como Yukio Mishima, el seudónimo que escogió para esconderle a su padre que escribía y publicaba libros. Nació en Tokio el 14 de enero de 1925 y creció bajo los cuidados de su abuela paterna, una mujer extravagante y sobreprotectora.

 En 1944 publicó Todo el bosque en flor, un libro de cuentos.
Ese mismo año, el ejército lo destinó a una misión suicida de la que luego fue relevado. Haber perdido la oportunidad de inmolarse por su país se convirtió en una de las obsesiones de Mishima, que tras la guerra terminó los estudios de Derecho en la Universidad de Tokio y empezó a trabajar en el Ministerio de Hacienda.

La novela Confesiones de una máscara apareció en 1949. Fue un éxito inmediato que le permitió dedicarse por completo a escribir. Un año después publicó Sed de amor, obra a la que siguieron títulos como La muerte a mediados del verano, en 1953, y El rumor del oleaje, en 1954.

El encuentro de la belleza terrestre, humana y amorosa se da cita en esta última novela citada, : El rumor del oleaje. en la cual el escritor japonés relata la historia de amor de dos jóvenes pescadores en una pequeña isla del Pacífico, su despertar, los asomos de nubarrones y el desenlace. Escrita en 1954, la novela aborda uno de los temas que atraviesan toda la obra de Mishima, el amor. Sólo que en esta novela describe y muestra su admiración por un sentimiento puro e ingenuo. Sincero. Anhelado. Exalta la belleza del amor y su descubrimiento en un marco donde entra en armonía con la belleza de sus protagonistas, del ser humano, y del paisaje y la vida de un pueblo de pescadores. Pasajes idílicos complementarios.

Por esas fechas empezó a interesarse por las artes marciales y a practicar el culturismo. Su talento literario quedó confirmado en 1956 con la publicación de El pabellón  de  oro, novela sobre un problemático aprendiz de monje obsesionado por la belleza.

 

 

Honor y muerte

En la década siguiente, la popularidad del escritor descendió en Japón, mientras que su obra le daba a conocer en el resto del mundo. En 1960, publicó Después del banquete y tres años más tarde, El marino que perdió la gracia del mar. También cultivó el teatro, destacando como renovador del género tradicional japonés en obras como Cinco no modernos o siguiendo los patrones europeos enMadame de Sade.
Alarmado por la progresiva occidentalización de Japón, Mishima fundó en 1968 la Sociedad del Escudo, un grupo nacionalista de un centenar de hombres que se convirtió en su ejército privado. El 25 de noviembre de 1970 entregó el manuscrito de su última novela, La corrupción de un ángel, con la que concluía su magistral tetralogía El mar de la fertilidad, que incluye, además, Nieve de primavera, Caballos desbocados y El templo del alba. Una hora después ocupó las oficinas del Estado Mayor en Tokio junto a cuatro seguidores en un intento de promover un levantamiento militar. Consiguió dirigir un discurso de 10 minutos a un millar de soldados, entre los que no encontró ningún apoyo. Mishima decidió entonces suicidarse a la manera tradicional: abriéndose las entrañas con su espada para ser luego decapitado por uno de sus discípulos.



Murakami


Aunque nació en Kioto, vivió la mayor parte de su juventud en Kōbe. Su padre era hijo de un sacerdote budista y su madre, de un comerciante de Osaka. Ambos enseñaban literatura japonesa.
Desde la juventud, Murakami estuvo muy influido por la cultura occidental, en particular, por la música y literatura. Creció leyendo numerosas obras de autores estadounidenses, como Kurt Vonnegut y Richard Brautigan. Son esas influencias occidentales las que a menudo distinguen a Murakami de otros escritores japoneses.
Estudió literatura y teatro griegos en la Universidad de Waseda (Soudai), en donde conoció a su esposa, Yoko. Su primer trabajo fue en una tienda de discos (tal como uno de sus personajes principales, Toru Watanabe de Norwegian Wood). Antes de terminar sus estudios, Murakami abrió el bar de jazz Peter Cat (El Gato Pedro) en KokubunjiTokio, que regentó junto con su esposa desde 1974 hasta 1981.
En 1986, con el enorme éxito de su novela Norwegian Wood, abandonó Japón para vivir en Europa y Estados Unidos, pero regresó a Japón en 1995, tras el terremoto de Kobe y el ataque de gas sarín que la secta Aum Shinrikyo (La Verdad Suprema) perpetró en el metro de Tokio. Más tarde Murakami escribiría sobre ambos sucesos.
La ficción de Murakami, que a menudo es tachada en Japón de literatura pop, es humorística y surreal, y al mismo tiempo refleja la soledad y el ansia de amor en un modo que conmueve a lectores tanto orientales como occidentales. Dibuja un mundo de oscilaciones permanentes, entre lo real y lo onírico, entre el gozo y la oscuridad. Cabe destacar la influencia de los autores que ha traducido, como Raymond CarverF. Scott Fitzgerald o John Irving, a los que considera sus maestros.
Muchas novelas suyas tienen, además, temas y títulos referidos a una canción particular como Dance, Dance, Dance (de The Dells), Norwegian Wood (los Beatles), ySouth of the Border, West of the Sun (La primera parte es el título de una canción de Nat King Cole). Esta afición -la música- recorre toda su obra.
Murakami es aficionado al deporte: participa en maratones y triatlón, aunque no empezó a correr hasta los 33 años. El 23 de junio de 1996 completó su primerultramaratón, una carrera de 100 kilómetros alrededor del lago Saroma en HokkaidoJapón. Aborda su relación con el deporte en De qué hablo cuando hablo de correr (2008).
A finales del 2005, Murakami publica la colección de cuentos Tōkyō Kitanshū, traducido libremente como Misterios tokiotas. Más tarde editó una antología de relatos llamada Historias de cumpleaños, que incluye textos de escritores angloparlantes, incluyendo uno suyo, preparado especialmente para este libro.

Título original japonésAñoTítulo en español (año de publicación) / Título en inglés (año)Traductor en español / en inglés
Kaze no uta o kike1979Escucha la canción del viento (Tusquets 2015)Lourdes Porta
1973年のピンボール
1973-nen no pinbōru
1980Pinball 1973 (Tusquets 2015)Lourdes Porta
羊をめぐる冒険
Hitsuji o meguru bōken
1982La caza del carnero salvaje (1992, Anagrama)
A Wild Sheep Chase (1989)
Fernando Rodríguez-Izquierdo
Alfred Birnbaum
世界の終りとハードボイルド・ワンダーランド
Sekai no owari to hādoboirudo wandārando
1985El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (2009,Tusquets)
Hard-Boiled Wonderland and the End of the World (1991)
Lourdes Porta
Alfred Birnbaum
ノルウェイの森
Noruwei no mori
1987Tokio blues (Norwegian Wood) (2005, Tusquets)
Norwegian Wood (2000)
Lourdes Porta
Jay Rubin
ダンス・ダンス・ダンス
Dansu dansu dansu
1988Baila, baila, baila (2012, Tusquets)
Dance Dance Dance (1994)
Gabriel Álvarez
Alfred Birnbaum
国境の南、太陽の西
Kokkyō no minami, taiyō no nishi
1992Al sur de la frontera, al oeste del sol (2003, Tusquets)
South of the Border, West of the Sun (2000)
Lourdes Porta
Philip Gabriel
ねじまき鳥クロニクル
Nejimaki-dori kuronikuru
1995Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (2001, Tusquets)
The Wind-Up Bird Chronicle (1997)
Lourdes Porta y Junichi Matsuura
Jay Rubin
スプートニクの恋人
Supūtoniku no koibito
1999Sputnik, mi amor (2002, Tusquets)
Sputnik Sweetheart (2001)
Lourdes Porta y Junichi Matsuura
Philip Gabriel
海辺のカフカ
Umibe no Kafuka
2002Kafka en la orilla (2006, Tusquets)
Kafka on the Shore (2005)
Lourdes Porta
Philip Gabriel
アフターダーク
Afutā Dāku
2004After Dark (2008, Tusquets)
After Dark (2007)
Lourdes Porta
Jay Rubin
1Q84
Ichi-kyū-hachi-yon
20091Q84 (2011, Tusquets)
1Q84 (2011)
Gabriel Álvarez
Jay Rubin y Philip Gabriel
色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年
Shikisai wo motanai Tasaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi
2013Los años de peregrinación del chico sin color (2013, Tusquets)
Colorless Tsukuru Tazaki and His Years of Pilgrimage (2014)
Gabriel Álvarez
Philip Gabriel


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Libro-Tokio-Blues

Tokio Blues  (1987)fue uno de los libros que lanzó a la fama internacional a Haruki Murakami, un escritor japonés que hace poco fue nominado al Nobel y que ya desde hace un buen tiempo goza de un nutrido club de fans a nivel mundial.
"La obra es memoria", explicó alguna vez Tennessee Williams. Y pocas veces la observación resulta tan certera como en esta fascinante, magistral y eufóricamente triste novela de Haruki Murakami.

Los temas son :  los amores cruzadosel sexo en línea recta, las perturbaciones del corazón y del cerebro, o ese hobby tan japonés: el suicidio como una de las bellas artes Pero el más potente es  el de la agónica mecánica de los recuerdos.Publicidad

En Tokio blues -caprichosa traducción del original "Madera Noruega"- el pretexto para invocar al pasado  es aquella canción de los Beatles. Una canción melancólica que describe un brevísimo affaire, comienza romántica con ese "una vez tuve a una muchacha...", y concluye con Lennon cantándonos y contándonos, con juguetona ambigüedad, que terminó "encendiendo un fuego".
Ésta es la canción que escucha Toru Watanabe en el hilo musical de un aeropuerto extranjero y que lo devuelve a una encarnación anterior: su juventud y amores a finales de los años sesenta. Un viaje marcha atrás a "ese limbo de la memoria donde todos los recuerdos cruciales van acumulándose y convirtiéndose en lodo"..: "Nunca había escrito algo así, en plan chico-conoce-chica, y me atrajo la oportunidad de reinventar mi propia juventud que, me apresuro a aclararlo, fue mucho menos interesante y no ocuparía más de quince páginas".





Frases interesantes de la novela:
* Recién llegado a Tokio, cuando empecé una nueva vida en la residencia, tenía un único propósito: tratar de no tomarme las cosas a pecho, mantener la debida distancia con el mundo. Nada más. Y decidí olvidar por completo la mesa de billar forrada de fieltro verde, el N-360 rojo y las flores blancas sobre el pupitre, la columna de humo alzándose desde la alta chimenea del crematorio, el pisapapeles con forma achaparrada en la sala de interrogatorios. Al principio, pensé que iba a lograrlo. Sin embargo, por más que intentase olvidarlo, en mi interior permanecía una especie de masa de aire de contornos imprecisos. Con el paso del tiempo, esta masa empezó a definirse. Ahora puedo traducirla en las siguientes palabras: «La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella»”.
* Hasta entonces había concebido la muerte como una existencia independiente, separada por completo de la vida. «Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella.» Yo pensaba así. Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí.
* Naoko lucía pasadores en el pelo, pero siempre mostraba la oreja derecha. Puesto que siempre la veía de espaldas, ésta es la imagen que hoy mejor recuerdo. Cuando se sentía avergonzada, jugueteaba con el pasador. Y se secaba las comisuras de los labios antes de decir algo. Mirándola hacer estos gestos, poco a poco empezó a gustarme.
* Conforme iba avanzando el invierno, los ojos de Naoko parecían ir ganando en transparencia. Una transparencia ausente. Pronto, sin razón aparente, clavaba sus ojos en los míos como si buscara algo, y, cada vez que esto ocurría, me embargaba una extraña e insoportable sensación de soledad.
* Leía mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. En esa época mis escritores favoritos eran Truman Capote, John Updike, Scott Fitzgerald, Raymond Chandler, pero no había nadie en clase o en la residencia que disfrutara leyendo a este tipo de autores. Ellos preferían a Kazumi Takahashi, Kenzaburo Óe, Yukio Mishima, o a novelistas franceses contemporáneos. Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz.
A los dieciocho años, mi libro favorito era El centauro, de John Updike, pero cuando lo hube releído varias veces, perdió su chispa y cedió la primera posición a El gran Gatsby, de Fitzgerald, obra que continuó encabezando mi lista de favoritos durante mucho tiempo. Tomar El gran Gatsby de la estantería, abrirlo al azar y leer unos párrafos se convirtió en una costumbre, y jamás me decepcionó. No había una sola página de más. «¡Es una novela extraordinaria!», pensaba. Me hubiera gustado hacer partícipes a los otros chicos de tal maravilla. Pero a mi alrededor no había nadie que leyera El gran Gatsby. Dudo que lo hubieran apreciado. En 1968 leer El gran Gatsby no llegaba a ser un acto reaccionario, pero tampoco podía calificarse de encomiable.
Pese a todo, conocí a una persona que había leído El gran Gatsby, y nos hicimos amigos precisamente por ello. Se llamaba Nagasawa…

* A mediados de abril Naoko cumplió veinte años. Puesto que yo había nacido en noviembre, ella era siete meses mayor. No acababa de hacerme a la idea de que ella cumpliera veinte años. Me daba la impresión de que lo normal sería que, tanto ella como yo—, viviéramos eternamente entre los dieciocho y diecinueve años. Después de los dieciocho, cumplir diecinueve; después de los diecinueve, cumplir otra vez dieciocho. Eso sí tendría sentido. Pero ella había cumplido veinte años. Y yo en otoño también los cumpliría. Sólo un muerto podía quedarse en los diecisiete años para siempre.
* Aquella noche me acosté con Naoko. No sé si fue lo correcto. Ni siquiera hoy, veinte años después, podría decirlo. Tal vez jamás lo sepa. Pero entonces era lo único que podía hacer. Ella estaba en un terrible estado de nerviosismo y confusión; deseaba que yo la tranquilizase. Apagué la luz de la habitación, la desnudé despacio, con ternura; luego me quité la ropa. La abracé. Aquella noche de lluvia tibia no sentimos el frío. En la oscuridad, exploramos nuestros cuerpos sin palabras. La besé, envolví con suavidad sus senos con mis manos. Naoko asió mi pene erecto. Su vagina, húmeda y cálida, me esperaba. Sin embargo, cuando la penetré sintió mucho dolor. Le pregunté si era la primera vez, y ella asintió. Me quedé desconcertado. Creía que ella y Kizuki se acostaban. Introduje el pene hasta lo más hondo, lo dejé inmóvil y la abracé durante mucho tiempo. Cuando vi que se tranquilizaba, empecé a moverlo despacio y, mucho después, eyaculé. Al rato, Naoko me abrazó muy fuerte y gritó. Era el orgasmo más triste que había oído nunca.
* Leí la carta más de cien veces. Y siempre que lo hacía me invadía una tristeza insondable. La misma que sentía cuando Naoko me miraba fijamente a los ojos. Era incapaz de soportar aquel desconsuelo, pero no podía encerrarlo en ninguna parte. No tenía contornos, ni peso, igual que un fuerte viento soplando a mi alrededor. Ni siquiera podía investirme de él. La escena discurría despacio ante mis ojos. Pero las palabras que se pronunciaban no llegaban a mis oídos.
* Los faros de los coches formaban un río de luz que discurría entre las calles. Un zumbido sordo, mezcla de varios sonidos, flotaba en una nube sobre la ciudad.
* Aquel domingo por la mañana sólo había tres ancianas en el tranvía. Cuando subí, las tres me miraron de arriba abajo y luego miraron las flores que llevaba en la mano. Una de las ancianas me sonrió. Le devolví la sonrisa. Me senté en el último asiento, contemplé los viejos edificios que iban sucediéndose, uno tras otro, a ras de la ventanilla. El tranvía casi rozaba los edificios al pasar. En el tendedero de una casa vi diez macetas de tomates y, a su lado, un gato negro y grande dormitando al sol. Más allá, un niño hacía pompas de jabón. Se oía una canción de Ayumi Ishida. Incluso podía olerse el curry. El tranvía se abría paso entre la intimidad de las callejuelas. A lo largo del trayecto, subieron algunos pasajeros, pero las tres ancianas continuaron absortas en su conversación, incansables, con las cabezas muy juntas.
* Entre sorbo y sorbo de cerveza fría, observé a Midori, de espaldas, que cocinaba con esmero. Movía su cuerpo con agilidad y destreza mientras realizaba cuatro tareas a la vez. Viéndola, uno pensaba que estaba probando lo que se cocía en la cazuela, que picaba algo sobre la tabla de cortar o sacaba algo del frigorífico y lo servía en un plato, o que estaba lavando un cacharro que ya no necesitaba. De espaldas, recordaba a un percusionista indio. De esos que, mientras están haciendo sonar unas campanillas, aporrean una tabla y golpean unos huesos de búfalo de agua. Todos sus movimientos eran rápidos y precisos, el equilibrio perfecto. La contemplé con admiración.
* Nos miramos a los ojos. Le rodeé los hombros con un brazo y la besé. Midori tensó el cuerpo un momento, se relajó de inmediato y cerró los ojos. Nuestros labios permanecieron unidos unos cinco o seis segundos. El sol de principios de otoño proyectaba en sus mejillas la sombra de las pestañas, agitadas por un temblor casi imperceptible. Fue un beso dulce, cariñoso, sin ningún significado. De no haberme encontrado sentado en el terrado, al sol de la tarde, bebiendo cerveza y contemplando el incendio, no la hubiera besado, y creo que a ella le sucedía lo mismo. Al contemplar los tejados brillantes de las casas, el humo y las libélulas rojas, había brotado entre nosotros un sentimiento cálido e íntimo que, de manera inconsciente, habíamos deseado materializar. Así fue nuestro beso. Sin embargo, era un beso que no estaba exento de peligro.
* A las cinco le dije a Midori que me iba a trabajar y abandoné su casa. Le había propuesto salir a tomar algo, pero ella había rechazado mi invitación alegando que estaba esperando una llamada.
—Quedarme todo el día en casa esperando una llamada es algo que odio con todo el alma. Si estoy sola, me da la sensación de que voy pudriéndome y deshaciéndome, hasta convertirme en un líquido verdoso que es absorbido por la tierra. De mí sólo sobrevive la ropa. Ésta es la sensación que tengo cuando me quedo todo el día en casa esperando una llamada.
* Su belleza me emocionó. Me sorprendió que una mujer pudiera cambiar tanto en medio año. La nueva belleza de Naoko me seducía tanto, o más, que la anterior, pero, con todo, no pude reprimir un sentimiento de nostalgia al pensar en la que había perdido. En aquella belleza ensimismada propia de la adolescencia que había seguido su propio camino y jamás volvería.
* Caminé por un sendero bañado por la luz irreal de la luna, entré en el bosque, vagué por él sin rumbo. Bajo la luz de la luna, todos los sonidos tenían una extraña reverberación. El ruido amortiguado de mis pasos parecía llegar de lejos, cual si estuviera andando por el fondo del mar. A veces oía un ligero crujido a mis espaldas. En el bosque flotaba una tensión palpable, como si los animales nocturnos aguardaran, inmóviles, conteniendo la respiración, a que me alejara.
* Era hermosa como un ángel. Tenía una belleza angelical. Fue la primera y última vez en mi vida que vi una chica tan hermosa. Tenía el pelo largo y negro como la tinta china, los brazos y las piernas largos y gráciles, los ojos brillantes, los labios delgados y suaves como acabados de hacer. Al verla, me quedé sin habla. Cuando se sentó en el sofá de la sala de estar, la estancia parecía haberse transformado en otra mucho más lujosa. Si la mirabas de frente, quedabas deslumbrado. Tenías que entornar los ojos.
* Alargué el brazo e intenté tocarla, pero ella se echó hacia atrás. Los labios le temblaban. A continuación, alzó las dos manos y empezó a desabrocharse la bata. Tenía siete botones. Contemplé, cual si fuera una prolongación del sueño, cómo sus hermosos y delgados dedos iban desabrochándolos, uno tras otro. Una vez hubo soltado los siete pequeños botones blancos, Naoko, como una serpiente que se desprende de su piel, dejó que la bata se deslizara desde los hombros hasta la cadera y quedó completamente desnuda, pues no llevaba nada debajo. Lo único que tenía puesto era el pasador con forma de mariposa. Naoko, todavía arrodillada en el suelo, se quedó mirándome. Bañado por la suave luz de la luna, su cuerpo tenía el lustre de la carne recién nacida, y casi despertaba compasión. Al moverse —en un movimiento apenas perceptible—, las partes bañadas por la luz de la luna se desplazaron levemente, las sombras que teñían su cuerpo cambiaron de forma. Los pechos redondos y llenos, los pequeños pezones, la cavidad del ombligo, las caderas, el vello púbico, todas las texturas de aquella sombra cambiaron de forma, igual que las ondas sobre la superficie de un lago.
* «Ahora estoy haciendo el amor contigo. Estoy dentro de ti. Pero, en realidad, no tiene ninguna importancia. Tanto da. No deja de ser un coito. Al poner en contacto nuestros cuerpos imperfectos, no hacemos más que contarnos lo que no podríamos contarnos de otro modo. Y así adquirimos conciencia de nuestras respectivas imperfecciones»
Pensé en Naoko, en el cuerpo desnudo de Naoko con el pasador del pelo puesto. Imaginé la curva de su cintura y la sombra de su vello púbico. ¿Por qué se había desnudado delante de mí? ¿Estaba sonámbula? ¿O no había sido más que una fantasía? Con el paso del tiempo, conforme iba alejándome de aquel pequeño mundo, dudaba sobre si los sucesos de aquella noche habían sido reales. Si pensaba que habían ocurrido de verdad, me parecía que habían ocurrido de verdad; pero si pensaba que eran una fantasía, entonces me parecía que habían sido una fantasía. Para ser una ilusión, los detalles eran demasiado precisos; para ser reales, éstos eran demasiado hermosos. El cuerpo de Naoko y la luz de la luna.
* Hatsumi cruzó los brazos, cerró los ojos y se recostó en el asiento del taxi. Los pendientes de oro refulgían con el vaivén del vehículo. El vestido azul medianoche parecía haber sido confeccionado a propósito para la oscuridad del interior del taxi. Los labios bien delineados de Hatsumi, pintados en un tono pálido, temblaban como si ella misma temiera abrir la boca e iniciar un monólogo. Mirándola de aquella forma, comprendí por qué Nagasawa la había elegido para ser su novia. Quizás hubiera muchas mujeres más hermosas que Hatsumi y probablemente Nagasawa podía seducir a muchas de ellas. Pero Hatsumi poseía algo que hacía estremecer el corazón de las personas. No lo lograba con un gran despliegue de energía. La fuerza que emanaba de ella estaba escondida, pero despertaba la empatía en los demás. En el taxi, de camino a Shibuya, mientras la observaba, me pregunté qué era aquella emoción que yo sentía de pronto. Pero entonces no logré hallar la respuesta.
Diálogos resaltantes:
* Cuanto más conocía a Nagasawa, más extraño me parecía. A lo largo de mi vida, me había cruzado, había encontrado o conocido a muchas personas extrañas, pero jamás a nadie que lo fuera tanto. Leía muchísimo más que yo, pero tenía por principio no adentrarse en una obra hasta que hubieran transcurrido treinta años de la muerte del autor. «Sólo me fío de estos libros», decía.
—No es que no crea en la literatura contemporánea, pero no quiero perder un tiempo precioso leyendo libros que no hayan sido bautizados por el paso del tiempo. ¿Sabes?, la vida es corta.
—¿Y qué escritores te gustan? —le pregunté.
—Balzac, Dante, Joseph Conrad, Dickens —me respondió al instante.
—No son muy actuales que digamos.
—Si leyera lo mismo que los demás, acabaría pensando como ellos. ¡El mundo está lleno de mediocres! A la gente que vale la pena le daría vergüenza hacer lo que hacen ésos. ¿No te has dado cuenta, Watanabe? Los únicos medianamente decentes de toda la residencia somos tú y yo. El resto son basura.
—¿Por qué lo dices? —Me sorprendí.
—Porque lo sé. Lo llevan escrito en la cara. Basta con mirarlos. Además, nosotros dos leemos El gran Gatsby.
Hice un cálculo mental: «Todavía no han pasado treinta años desde la muerte de Scott Fitzgerald».
—Y qué más da. ¡Por dos años! —exclamó—. A un escritor tan extraordinario como él lo adelanto, y no hay más que hablar.
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—Oye, Watanabe… —me susurró al oído.
—Dime.
—¿Tienes ganas de acostarte conmigo?
—Claro —dije.
—¿Podrás esperar?
—Podré esperar.
—Antes de hacerlo quiero estar mejor. Encontrarme bien y convertirme en tu pasatiempo. ¿Podrás esperar hasta entonces?
—Claro.
—¿Se te ha puesto dura?
—¿La planta del pie?
—¡Tonto! —Naoko soltó una risita.
—Si te refieres a si tengo una erección, te diré que si. Claro.
—¿Te importaría dejar de decir «claro»?
—No lo diré más.
—¿No es penoso?
—¿El qué?
—Que se te ponga dura.
—¿«Penoso»? —repetí.
—Es decir, doloroso.
—Según como lo mires.
—¿Te ayudo a correrte?
—¿Con la mano?
—Sí —afirmó Naoko—. Desde hace rato se me está clavando aquí y me hace daño.
Me aparté un poco.
—¿Está mejor así?
—Sí, gracias.
—Escucha, Naoko…
—¿Qué?
—Me gustaría que lo hicieras.
—Bien. —Esbozó una sonrisa.
Me bajó la cremallera de los pantalones y asió mi pene erecto.
—Está caliente —dijo.
Se disponía a mover la mano cuando la detuve, le desabotoné la blusa, le rodeé la espalda con mis brazos, le desabroché el sujetador. Besé sus suaves pechos. Naoko cerró los ojos y empezó a mover los dedos despacio.
—Lo haces bastante bien.
—Sé buen chico y estate callado.
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—Watanabe, ¿sabes lo que más me gusta de las películas porno?
—No.
—Pues que cuando empieza una escena de sexo se oye cómo alrededor en la sala todo el mundo traga saliva. ¡Glups! —comentó Midori—. Me encanta ese ¡glups! ¡Es muy gracioso!
***********************
Después entramos en un bar y tomamos una copa. Yo bebí un vaso de whisky, Midori, dos o tres copas de no sé qué cóctel. Al salir del local, se empeñó en trepar a un árbol.
—Por aquí no hay árboles. Además, estás demasiado borracha para subirte a uno —le advertí.
—Eres siempre tan sensato que acabas deprimiendo al personal. Estoy borracha porque me da la gana. ¿Pasa algo? Y, aunque lo esté, puedo subirme a los árboles. ¡Eso es! Me subiré a uno muy, muy alto y me haré pipí encima de la gente, como si fuera una cigarra.
—¿No será que tienes ganas de ir al baño?
—Sí.
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—El otro día me desnudé delante de la fotografía de mi padre. Le mostré mi cuerpo en una postura de yoga. «Mira, papá, esto son las tetas, esto el coño…»
—¿Y por qué lo hiciste? —le pregunté anonadado.
—Me apetecía mostrarle mi cuerpo. Total, la mitad de mi existencia es fruto de un espermatozoide suyo, ¿no? ¿Qué hay de malo en enseñárselo? «Ésta es tu hija.» Puestos a confesarlo todo, estaba borracha, lo cual me animó a hacerlo.
—Ah.
—Al llegar, mi hermana se quedó patidifusa. Me vio desnuda, abierta de piernas, delante de la fotografía de mi padre. Y claro, se sorprendió.
—No me extraña.
—Le expliqué mis razones. Le dije: «Hazlo tú también, Momo. Ven aquí, desnúdate y enséñaselo todo a papá». Pero ella no lo hizo. Se sorprendió y se fue. En estas cosas, es muy conservadora.
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—Cuéntame algo —dijo Midori presionando la cara contra mi pecho.
—¿Qué quieres que te cuente?
—Cualquier cosa. Algo que me haga sentirme mejor.
—Eres muy guapa.
—Midori. Pronuncia mi nombre.
—Eres muy bonita, Midori —corregí.
—¿Cuánto?
—Tan bonita como para hacer que las montañas se derrumben y el mar se seque.
Midori levantó la cabeza y me miró.
—¡Tus expresiones son muy peculiares! —comentó.
—Viniendo de ti, me quedo tranquilo —dije, riéndome.
—Dime más cosas bonitas.
—Me gustas, Midori.
—¿Cuánto?
—Me gustas como un oso en primavera.
—¿«Un oso en primavera»? —Midori volvió a levantar la cabeza—. ¿Qué es esto? ¡«Un oso en primavera»!
—Imagina que paseas sola por un prado y se te acerca un osito con la piel aterciopelada y unos ojazos. De pronto el osito te dice: «¡Buenos días, señorita! ¿Quiere usted rodar conmigo?». Entonces tú y el osito os pasáis el día entero rodando abrazados por una ladera sembrada de tréboles. Es bonito, ¿no?
—Muy bonito.
—Pues a mí me gustas tanto como eso.
Midori me abrazó con fuerza.
—Es lo mejor que he oído nunca —agradeció—. Si tanto te gusto, ¿harás caso de cualquier cosa que te diga? ¡Y no te enfades!
—Claro.
—¿Me cuidarás siempre?
—Claro. —Y le acaricié su pelo corto, parecido al de un bebé—. Todo irá bien. No te preocupes por nada.
—Tengo miedo —dijo Midori.
La abracé con dulzura hasta que sus hombros empezaron a subir y bajar rítmicamente y empezó a oírse la respiración del sueño.



Tokio Blues - Murakami Haruki (Libro)
Tu Japón



¿Qué te llamó la atención?


Cita dos autores y dos novelas
 
Tokio blues   Haruki Murakami   Resultado de imagen de tokio blues murakami 1987  (España 2005)
El Libro parte de una canción de los Beatles  “Norwegian Wood”
¿Qué canción utilizarías tú?


“Naoko lucía pasadores en el pelo, pero siempre mostraba la oreja derecha. Puesto que siempre la veía de espaldas, ésta es la imagen que hoy mejor recuerdo. Cuando se sentía avergonzada, jugueteaba con el pasador. Y se secaba las comisuras de los labios antes de decir algo. Mirándola hacer estos gestos, poco a poco empezó a gustarme.
Conforme iba avanzando el invierno, los ojos de Naoko parecían ir ganando en transparencia. Una transparencia ausente. Pronto, sin razón aparente, clavaba sus ojos en los míos como si buscara algo, y, cada vez que esto ocurría, me embargaba una extraña e insoportable sensación de soledad”


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------A mediados de abril Naoko cumplió veinte años. Puesto que yo había nacido en noviembre, ella era siete meses mayor. No acababa de hacerme a la idea de que ella cumpliera veinte años. Me daba la impresión de que lo normal sería que, tanto ella como yo—, viviéramos eternamente entre los dieciocho y diecinueve años. Después de los dieciocho, cumplir diecinueve; después de los diecinueve, cumplir otra vez dieciocho. Eso sí tendría sentido. Pero ella había cumplido veinte años. Y yo en otoño también los cumpliría. Sólo un muerto podía quedarse en los diecisiete años para siempre
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Naoko

“Aquella noche me acosté con Naoko. No sé si fue lo correcto. Ni siquiera hoy, veinte años después, podría decirlo. Tal vez jamás lo sepa. Pero entonces era lo único que podía hacer. Ella estaba en un terrible estado de nerviosismo y confusión; deseaba que yo la tranquilizase. Apagué la luz de la habitación, la desnudé despacio, con ternura; luego me quité la ropa. La abracé. Aquella noche de lluvia tibia no sentimos el frío. En la oscuridad, exploramos nuestros cuerpos sin palabras. La besé, envolví con suavidad sus senos con mis manos. Naoko asió mi pene erecto. Su vagina, húmeda y cálida, me esperaba. Sin embargo, cuando la penetré sintió mucho dolor. Le pregunté si era la primera vez, y ella asintió. Me quedé desconcertado. Creía que ella y Kizuki se acostaban. Introduje el pene hasta lo más hondo, lo dejé inmóvil y la abracé durante mucho tiempo. Cuando vi que se tranquilizaba, empecé a moverlo despacio y, mucho después, eyaculé. Al rato, Naoko me abrazó muy fuerte y gritó. Era el orgasmo más triste que había oído nunca.”


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¿Qué opinas de la “novela erótica”? Pon títulos--------------------------------------

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Midori

Nos miramos a los ojos. Le rodeé los hombros con un brazo y la besé. Midori tensó el cuerpo un momento, se relajó de inmediato y cerró los ojos. Nuestros labios permanecieron unidos unos cinco o seis segundos. El sol de principios de otoño proyectaba en sus mejillas la sombra de las pestañas, agitadas por un temblor casi imperceptible. Fue un beso dulce, cariñoso, sin ningún significado. De no haberme encontrado sentado en el terrado, al sol de la tarde, bebiendo cerveza y contemplando el incendio, no la hubiera besado, y creo que a ella le sucedía lo mismo. Al contemplar los tejados brillantes de las casas, el humo y las libélulas rojas, había brotado entre nosotros un sentimiento cálido e íntimo que, de manera inconsciente, habíamos deseado materializar. Así fue nuestro beso. Sin embargo, era un beso que no estaba exento de peligro.