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El nacimiento de la tragedia.
Los griegos fueron los creadores de la
tragedia. En un principio, le confirieron un profundo sentido religioso, ya que la obra trágica nació como
representación del sacrificio de Dionisios (Baco) y formaba parte del culto
público.
Los teatros debían edificarse en las
inmediaciones del templo del dios. Los
actores y cantores eran considerados por los sacerdotes, personajes inviolables y sagrados.
Para los antiguos griegos, Dionisios era la
divinidad protectora de la vida y símbolo del placer, el dolor y la resurrección.
Durante la época de la vendimia en su honor se cantaban a coro distintos
himnos llamados ditirambos. En los poblados y en las plazas, donde el público
danzaba, 50 coreutas hacían una ronda alrededor del altar.
Representaban a los "hombres cabrones"
o "sátiros" (seres mitológicos que tenían cuerpo de hombre y
piernas de cabra) que lamentaban el sepelio del dios.
Primitivamente, sólo se trataba de una
ceremonia mimética, pero con el correr de los años, las técnicas fueron
evolucionando y la magia del disfraz enriqueció la puesta en escena.
Cuando los actores interrumpían sus lamentos
para tomar aliento, se introducía entre las estrofas el "solo" de
un recitante.
A partir de esta primera innovación, ya no
sólo se conmemoraba la pasión de un dios sino también, todos los rasgos de la
leyenda, que eran interpretados por gemidos que emitía la concurrencia a modo
de acompañamiento. Esta ceremonia recibía el nombre de "coro
cíclico".
Las ofrendas del público consistían
generalmente en un macho cabrío, que era consagrado a Dionisios.
Etimológicamente, la palabra "tragedia" tiene mucho que ver con
este ritual. El nombre deriva de "trago día" (del griego tragos,
que significa macho cabrío y de oda, que significa canto).
El primer trágico fue Tespis, que triunfó en
el ano 536
a.C. en el Primer Concurso Trágico
instituido por Pisístrato para las grandes dionisíacas (fiestas que se
celebraban durante los primeros días de abril y que duraban 6 días).
Tespis reemplazó el pintarrajeo grosero de los
coreutas por una máscara de género estucado. Las máscaras representaban las facciones de los distintos
personajes. Las más primitivas estaban hechas de corteza de árbol luego de
cuero forrado con tela y finalmente, de madera.
Los creadores eran verdaderos artesanos, la abertura
de la boca era grande y prolongada como un embudo hecho de cobre. Este
formato contribuía a aumentar el volumen de la voz en escena.
Hubo varias clases de máscaras: cómicas,
trágicas y satíricas. Las primeras eran ridículamente toscas, con los ojos
bizcos, la boca torcida y las mejillas desvencijadas. Las trágicas eran
notablemente grandes, tenían la mirada furiosa, los cabellos erizados y las
sienes o la frente deformes. Las satíricas eran las más repugnantes y
representaban solamente figuras extravagantes y fantásticas, tales como
cíclopes, centauros, faunos y sátiros.
Con las innovaciones que introdujo Tespis, la
máscara griega dejó de lado el bestiario fabuloso y la tragedia adquirió un
tenor más humano. A comienzos del siglo V a.C, la tragedia
ya se había instalado como género dentro de la literatura.
Podría decirse que el eje central de toda obra
trágica es el restablecimiento
doloroso del orden, y el alumbramiento traumático del deber en su doble
aspecto. Desde el plano religioso, desarrolla el antagonismo que existe entre el hombre y el cosmos. Y en el plano
político explica la conflagración subyacente entre el hombre y el poder.
Tanto en un aspecto como en otro, la
representación será el vértice del debate. No es casual, por ejemplo, que la figura
más relevante de las obras clásicas sea la de los reyes. Esto se debe a que
ellos representaban los blancos más visibles de la sociedad, y en
consecuencia, eran los más susceptibles, ya que la vida privada de los
monarcas, en un espectáculo público pertenecía a todo el mundo.
Este aspecto formaba parte de la mentalidad de
los griegos. De hecho, la Polis era considerada como un todo, y la justicia, para este pueblo era un
valor excelentísimo. Si no había justicia en sus gobernantes la Polis
tampoco podía ser justa. Por eso, para los griegos, la política y los
políticos eran los encargados de ejecutar justicia, pero en una dimensión
propiamente humana. No había posibilidades de realización individual dentro
de un régimen injusto.
La justicia era para ellos una perfección
valiosa; algo que no se buscaba por sus ventajas, y cuyos designios, sin
embargo eran implacables.
La finalidad de los festivales dramáticos era
la de exaltar la tradición mítica, el patriotismo; aleccionar, conmover,
marcar nuevos rumbos, como así también dar lugar a cuestiones honoríficas y
cuando no, farandulescas. Muchos actores obtenían premios tales, como la
corona de hiedra o placas recordatorias llamadas ex-voto.
Desde luego que tampoco faltaron los
"intereses creados". En los teatros, en primera fila y en los
palcos de honor, había un gran sitial destinado al sacerdote del dios.
El coro
(coreutas) estaba a cargo de los ciudadanos ricos y hacendados, quienes corrían con
todos los gastos del espectáculo, creyendo que cumplían así un deber de
piedad patriótica" (piedad que, por cierto, contribuía también a la
conquista de los sufragios populares).
Los asistentes eran clasificados por
categorías: los sacerdotes, magistrados y generales; luego los ciudadanos y
por último el pueblo.
Al entrar al teatro los espectadores
entregaban a los revisores una ficha de hueso o de marfil, que con
anterioridad habían comprado en la taquilla a un empresario, y que indicaba
el sitio que debían ocupar. El publico podía, si quería, aplaudir la obra o
silbar en señal de desagrado.
El precio de los asientos, que median unas 13
pulgadas de
largo, era de dos óvolos para los de preferencia; todas las demás localidades
eran gratuitas, y los indigentes recibían fondos del "Theoricon".
En los anfiteatros se utilizaron distintos
mecanismos. Al principio fueron pocos y rústicos; luego se fueron
perfeccionando e incluyeron plataformas móviles y todo tipo de parafernalias,
gracias a las cuales los personajes adquirían mayor movilidad y
desplazamiento sobre el escenario.
Principales trágicos griegos.
Sin duda, tres de los trágicos más grandes
de la historia de la literatura son Esquilo, Sófocles y Eurípides. Cada
uno, imbuido por los sucesos de su tiempo supo plasmar en sus obras las
emociones, las angustias, las dudas y las pasiones de los hombres de su
época, con exquisito talento.
Entre el siglo VI y V a. C vivió Esquilo.
Este hombre, nacido en la ciudad de Eleusis, fue muy temeroso de Zeus. Los
personajes de sus obras se mueven según los designios de este dios del
Olimpo, y por una aguda fatalidad.
Esquilo luchó contra los persas en las
batallas de Maratón y Salamina.
Introdujo las primeras reformas dentro de la
estructura de la tragedia. Escribió 7 obras, de las cuales solo se
conservan 5: La Orestíada; Las Suplicantes; Los Persas; Prometeo encadenado
y Los siete contra Tebas.
Sus personajes dramáticos parecen tallados
en bloques de granito. Su personalidad adusta no conoce términos medios,
pues las figuras del teatro de Esquilo, de principio a fin permanecen
idénticas a sí mismas: mueren o triunfan.
Sófocles nació en el 496
a. C en Colono, localidad
cercana a Atenas. Si bien las informaciones acerca de su vida son
relativamente escasas, es evidente que gozó de un gran prestigio entre sus
compatriotas, conforme a numerosos registros históricos que narran como era
su vida como ciudadano.
Sófocles fue quizás, el que mayor supo reflejar en
sus obras, los principios y dilemas espirituales de la Grecia clásica del
siglo V a.C., cuando Atenas se hallaba en su máximo esplendor político,
económico y cultural.
Hijo del acaudalado Sifilos, cuando solo
contaba con 16 años llegó a ser encargado de dirigir un canto de gracia a
los dioses por la victoria de la batalla de Salamina, contra los persas.
Posteriormente se desempeñó en distintos cargos oficiales. En el 440
a.C. fue elegido como uno de los
10 estrategas o jefes militares del Ejército ateniense, y en calidad de tal
participó de varias expediciones. Fue un estrecho colaborador del
gobernante Pericles y del historiador Heródoto. Además asumió dignidades
religiosas.
De todos modos, su reputación se sustentó
fundamentalmente en la actividad teatral, a la que se dedicó toda su vida.
En el 448
a.C. derrotó por primera vez al
ya anciano Esquilo en el festival dramático anual. Obtuvo la victoria,
cuanto menos en otras veinte oportunidades.
Sófocles estableció varias modificaciones en
la forma tradicional de la tragedia fijada par Esquilo. Sustituyó las
trilogías encadenadas por las libres (compuestas de tres piezas conexas,
pero completas en sí mismas).
De Los 123 dramas se conservan solo siete:
Ayax; Antígona; Edipo Rey; Las Triquinias; Filoctetes; Edipo en Colono y
Electra.
Cabe destacar que el teatro de Sófocles
siempre fue fiel a una determinada concepción del mundo, según la cual éste
se halla regido por leyes eternas, encarnadas en sus obras por los dioses,
a las que los hombres se encuentran sujetos. A diferencia de Esquilo, no
centró su teatro en la inexorabilidad del destino, sino que destacó la
capacidad humana para asumirlo y llevar una vida ligada a principios
éticos. Para él no existía conflicto entre la necesidad cósmica y la
libertad individual. La mayoría de sus personajes (Electra, Antígona, etc)
ilustran la tesis de que es preciso soportar con nobleza las adversidades y
los sufrimientos; y realzan la grandeza de la voluntad que se enfrenta a
las consecuencias. Los protagonistas son de carne y hueso. No luchan contra
los obstáculos exteriores o la fatalidad, sino contra las debilidades del
corazón. Sin embargo, pese a todo, el idealismo de Sófocles, muchas veces
influenciado por los héroes homéricos, fue capaz de crear adalides más que
convincentes.
Sófocles murió en Atenas en el 406
a. C. Fue elogiado por
Aristóteles que hizo de su obra el modelo de la tragedia clásica, como el
mayor de los dramaturgos griegos. Su obra puede considerarse la fuente de
todo el teatro occidental.
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Eurípides vivió en una época de la cultura
griega dominada por una profunda crisis. Esta crisis puso en peligro, y en
algunos casos llegó a destruir, los valores que hasta ese entonces habían
sido considerados como inmutables: el Estado, la cultura y la religión.
Vivió en el momento más crítico de la evolución histórica de Grecia,
durante la Guerra del Peloponeso.
Las tragedias de Eurípides reflejan, no sólo
los cambios coyunturales de la nación, sino también el terrible cambio
espiritual que se estaba gestando en Atenas, durante la segunda mitad del
siglo V a.C.
Así como Ibsen, Nietzsche o Bertolt Brecht
supieron retratar la profunda crisis del mundo contemporáneo, Eurípides fue
el espíritu de su época, llamado a expresar en su obra la situación del
hombre griego y la decadencia de un imperio.
Hasta bien entrado el siglo V a.C., la
ideología dominante en toda Grecia era la concepción aristotélica de la
vida, el "Ideal Dórico-délfico", encarnado principalmente en
Esparta, en lo que se refiere a la política; y en Delfos, en lo que
respecta a la religión (de hecho, la forma más antigua de tragedia fue la
prolongación de la lírica coral doria).
Dos rasgos caracterizaron esa mentalidad: la
sumisión del individuo a la colectividad y la limitación humana frente a
Dios. Sin embargo, poco a poco, al lado de esta concepción un tanto arcaica
si se quiere, comienza a desarrollarse una doctrine existencial mucho más
libre y optimista. Será el legado del "espíritu jónico", que
permitirá la elaboración de atrevidas síntesis, con un alto grado de
valoración individual.
El ideal jónico se ocupó también de estudiar
las costumbres de otros pueblos, llegando en algunos cases, a conclusiones
relativistas sobre el valor de lo bueno y lo malo, lo decente y lo
indecente, lo justo y lo injusto.
Otra característica propia de este espíritu
fue el inicio de la reflexión sobre el hombre como tal, el investigarse a
sí mismo. Sin duda fue un movimiento revolucionario para la época, con el
que Eurípides logró identificarse y mediante el cual pudo ir tejiendo la
trama de sus obras. Podría decirse que la generación a la cual perteneció
este gran dramaturgo fue una generación "quemada", llena de
desengaños. Esto se traduce en las tragedias de Eurípides. Sus personajes
no creen ya en la grandeza humana. Se han acostumbrado a penetrar en el corazón
humano, y no han sabido encontrar allí más que pasiones desbocadas,
crueldad, ambición, etc. Y esa desconfianza en el hombre actual, no sólo se
materializaba en tiempo presente, sine que también se retrotraía al pasado
y se proyectaba hacia el futuro.
Para referirnos a la vida de Eurípides es
necesario basarnos en fuentes de diversa procedencia. En Sátiro, que vivió
en el siglo II a.C., o en eruditos romanos como Aulo Gelio y Varrón.
Durante la edad bizantina, la Suda dedicó su atención a este autor (noticias
de Eurípides proceden de Filócoro, léxico que vivió en el siglo III d.C).
Existen también fuentes epigráficas. La más
importante es el llamado "Mármol de Paros", descubierto en el
siglo XVII. Incluso hay testimonios literarios que proceden de la comedia;
más concretamente, de las obras de Aristófanes, el gran detractor de
nuestro trágico. Sin embargo tales testimonios deberían tomarse con
precaución, ya que los métodos empleados por la comedia ática son
conocidos: los hechos son vistos como a través de un lente que desorbita la
realidad objetiva, convirtiendo muchas veces en algo especial aquello que
en verdad es insignificante. De hecho, lo que construyen las comedies son
caricaturas.
Aristófanes fue el gran opositor de
Eurípides, pues veía en el poeta trágico, al representante típico y el
portavoz de las "nuevas ideas" que invadían y contaminaban al
mundo ateniense.
Cuentan todos estos testimonios que el padre
de Eurípides se llamaba Mnesarco o Mnesarquides y su madre, Clito. Según
las fuentes más antiguas, su padre era un tendero al por mayor, y de
acuerdo con algunos pasajes aristofánicos, su madre verdulera. La exquisita
educación que recibió nos permite suponer que su familia era acomodada
(Eurípides fue el primer intelectual griego que dispuso de una biblioteca
particular). Era un espíritu melancólico, poco amigo de las multitudes, y
del bullicio de la vida mundana. Pasaba largas temporadas en una cueva de
Salamina, isla donde sus padres tenían algunas propiedades.
Sin embargo, este ostracismo "auto-impuesto"
no le impidió seguir con suma atención los hechos de su tiempo. Fue un
lector apasionado de los grandes filósofos de la época: Arquelao,
Anaxágoras, Pródico, Georgias, etc. Y al parecer fue muy amigo de Sócrates,
del que ciertos testimonios dicen que colaboró en la elaboración de algunas
de sus tragedias. Hacia el final de su vida, el poeta recibió la invitación
del rey Arquelao de Macedonia, aunque poco y nada se conoce de su paso por
la corte.
Un rasgo típico de la literatura clásica
griega es el hecho de que muchos escritores se limitaban a cultivar un solo
género, y Eurípides, trágico por vocación y convicción llegó a ser autor de
innumerables tragedias. Compuso también algún epigrama y un canto triunfal,
además de los dramas satíricos que contribuían al cierre obligado de las
trilogías, que los trágicos presentaban en concurso.
Los antiguos le atribuyen 92 tragedias, de
las cuales solo 17 se conservan: Alcestis; Andrómaca; Bacantes; Electra;
Hécuba, Helena; Heracles loco; Heráclidas; Hipólito; Jon; Ifigenia en
Aulide; Ifigenia en Táuride; Cíclope; Medea; Orestes; Fenicias; Reso; Suplicantes
y Troyanas.
Dentro de las innovaciones introducidas por
Eurípides se destacan los prólogos netamente narrativos y los coros
(ejecutados por mujeres). En todos ellos desarrolla una verdadera lucha
dialéctica entre los personajes de la obra. Modificó la técnica del deus ex
machina (procedimiento del héroe salvador: personaje que pasa casualmente
por el lugar de la escena, ya sea para resolver una situación cuando ya
todos creían que no había solución o bien, para justificar la conducta de
un personaje dentro de la obra).
Podemos observar en
las obras de Eurípides, un marcado racionalismo. La tragedia eurípidea deja
traslucir cierto perfil del autor como magnífico psicólogo de su época.
Pues supo penetrar en lo más recóndito del corazón humano, hurgando en sus
miserias y sus pasiones. Pareciera que sus héroes han perdido por completo
la confianza en sí mismos; dan un paso adelante, para retroceder luego dos
pasos atrás. El pesimismo es otro rasgo característico de nuestro poeta.
Fue precisamente esto lo que lo condujo a realizar un análisis tan hondo y
exhaustivo de la naturaleza humana. Y lo que vio de los hombres fue el
reflejo de seres atormentados por la pasión; seres embarcados en la
búsqueda acuciante y sin tregua de paz consigo mismos (...o de la paz
interior).
Hay en sus obras un alto grado de realismo
psicológico; los grandes héroes de la mitología se convierten en las
tragedias de Eurípides en hombres tal cual son, con virtudes y falencias.
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Esquilo.
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La Tragedia
La virtud del arte es, fundamentalmente
provocar una multiplicidad de reacciones en el receptor; conmover, enojar,
aleccionar o irritar. Las tragedias clásicas, pese a estar contextualizadas
en un marco histórico determinado, retratan la personalidad del hombre y la
fluctuación de sus emociones; las contradicciones universales, las dudas,
los anhelos y un cúmulo de sentimientos que escapan de todo límite
temporal-espacial.
La crisis de las ideologías, la falta de fe,
la muerte de las utopías y la desconfianza son factores que siempre han
rodeado la vida del ser humano, y que adquieren mayor o menor intensidad
bajo nuevas formas y en distintas circunstancias.
Por eso, por plasmar los rasgos más puros y
definitorios de la raza humana, podría decirse que los trágicos antiguos
han sido verdaderos visionarios, profetas y patriarcas de la memoria, que
se niega a perecer.
Esquilo, Sófocles y Eurípides son, sin duda los más
grandes referentes, no ya de la literatura, sino del modo existencial del
pensar y del ser.
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Artículo
“Más que con el cuento popular es de regla la comparación del
Edipo por su trama formal con la moderna novela de policía, como sugieren la
extrema economía y perfección lógica de todos los pasos del argumento que
llevan al desenlace. La diferencia que hace sentir paradójica la comparación,
aún sólo en cuanto al argumento, es que en la novela policial el “crimen”
está urdido a sabiendas por otro hombre, y el detective, generalmente ajeno a
los móviles de los personajes, lo rastrea con desinterés intelectual, en el
plano del acertijo, del problema de ajedrez o de álgebra. Aquí no hay
construcción deliberada del “misterio” ; el misterio es lo dado por la vida,
resultado de factores que rebasan al individuo que lo padece y que, sin
proponérselo y muy en su daño, lo rastrea, no por puro placer intelectual,
sino vitalmente interesado en el bien de los suyos. La diferencia primordial
que anula todo el paralelo es que en Sófocles el criminal es a la vez el
policía, y cada impulso noble le acerca al reconocimiento que es su ruina.
Pues el contacto que ha sugerido la comparación con la novela
policial es que, en efecto, el argumento de una y otra culminan en un
reconocimiento (o, para emplear el término de la Poética, en una
anagnórisis), al cual tienden rigurosamente todos los pormenores en una y
otra creación literaria, y es responsable de la creación de la trama. La
diferencia (si hay que explicarlo) entre Sófocles y Sir Arthur Conan Doyle en
este punto no pertenece a la categoría de sustancia sino a la de calidad. La
novela moderna no va más allá de la simple identificación intelectual.”
María Rosa Lida de Malkiel, Introducción al teatro de Sófocles
La tragedia griega (para la teoría, ver blog)
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Da tu propia definición de tragedía, después de haber visto el
reportaje
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Anota algún dato, reflexión, anécdota del repportaje que te haya
parecido interesante
Principales tragedias griegas. Busca datos sobre las tragedias griegas
más relevantes: autor, fecha, breve resumen y temas.
Edipo
Medea
Prometeo (Esquilo)
Antígona
Electra
Lee en el blog
el artículo Edipo Rey, una novela policíaca.
¿Qué quiere decir la comparación tragedia / novela policiaca?
¿Algunas de las tramas, aspectos ideas..
que leíste de la tragedia pueden estar de actualidad? Escribe unas líneas
con tus reflexiones
poderosa afrodita
La tragedia griega
Antígona, de Sófocles 442 a. C
La escena, frente al palacio real de Tebas con escalinata. Al
fondo, la montaña. Cruza la escena Antígona, para entrar en palacio. Al cabo de
unos instantes, vuelve a salir, llevando del brazo a su hermana Ismene, a la
que hace bajar las escaleras y aparta de palacio.
¿Cuál es el conflicto que plantea el
Personaje de Antigona?
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…ISMENE
¿Qué pasa? Se ve que lo que vas a decirme te ensombrece.
ANTÍGONA
Y, ¿cómo no, pues?
¿No ha juzgado Creonte digno de honores sepulcrales a uno de nuestros hermanos,
y al otro tiene en cambio deshonrado? Es lo que dicen: a Etéocles le ha
parecido justo tributarle las justas, acostumbradas honras, y le ha hecho
enterrar de forma que en honor le reciban los muertos, bajo tierra. El pobre
cadáver de Polinices, en cambio, dicen que un edicto dio a los ciudadanos
prohibiendo que alguien le dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Dejarle
allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a merced de las aves que busquen donde
cebarse. Y esto es, dicen, lo que el buen Creonte tiene decretado, también para
ti y para mí, sí, también para mí; y que viene hacia aquí, para anunciarlo con
toda claridad a los que no lo saben, todavía, que no es asunto de poca monta ni
puede así considerarse, sino que el que transgreda alguna de estas órdenes será
reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Estos son los términos de la
cuestión: ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres
indigna de tus ilustres antepasados.
Define en qué se diferencian
Antígona/Ismene
¿Tú qué
hubieras hecho?
Razona tu respuesta
Reflexiona sobre las leyes
¿Están para ser obedecidas o no?
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ISMENE
No seas atrevida:
Si las cosas están así, ate yo o desate en ellas, ¿qué podría ganarse?
ANTÍGONA
¿Puedo contar con
tu esfuerzo, con tu ayuda? Piénsalo.
ISMENE
¿Qué ardida
empresa tramas? ¿Adónde va tu pensamiento?
ANTÍGONA
Quiero saber si
vas a ayudar a mi mano a alzar al muerto.
ISMENE
Pero, ¿es que
piensas darle sepultura, sabiendo que se ha públicamente prohibido?
ANTÍGONA
Es mi hermano —y
también tuyo, aunque tú no quieras—; cuando me prendan, nadie podrá llamarme
traidora.
ISMENE
¡Y contra lo
ordenado por Creonte, ay, audacísima!
ANTÍGONA
El no tiene
potestad para apartarme de los míos.
ISMENE
Y ahora, que solas
nosotras dos quedamos, piensa que ignominioso fin tendremos si violamos lo
prescrito y trasgredimos la voluntad o el poder de los que mandan. No, hay que
aceptar los hechos: que somos_ dos mujeres, incapaces de luchar contra
hombres³; Y que tienen el poder, los que dan órdenes, y hay que
obedecerlas—éstas y todavía otras más dolorosas. Yo, con todo, pido, si, a los
que yacen bajo tierra su perdón, pues que obro forzada, pero pienso obedecer a
las autoridades: esforzarse en no obrar corno todos carece de sentido,
totalmente.
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