martes, 8 de octubre de 2019

Dos novelas singulares en la inmediata postgerra





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Nada (1944)  de Carmen Laforet

Cuando Carmen Laforet escribió, a los 23 años, su asombrosa primera novela Nada, estaba sin duda tocada por la gracia. Aunque tal vez fuera más exacto decir por la desgracia, y no ya tocada, sino herida, partida, atravesada por un sufrimiento tan profundo y tan vasto que llegó a impregnar todo su universo. Nada, como sucede casi siempre con las obras escritas por autores muy jóvenes, es una novela autobiográfica, de manera que el mundo atroz que describe Andrea, la protagonista y narradora, debe de estar muy cerca de la realidad vivida por Laforet, de una pesadilla marcada a sangre y lágrimas. Esto no resta ni un ápice del valor literario de Nada, sino que, por el contrario, lo multiplica
 Y así, esta novela se lee como un cuento perverso. Tiene algo de relato gótico, con esa muchacha que llega a Barcelona emborrachada de ansias de vida y que cae, como las doncellas de las fábulas, en medio de una familia enigmática, siniestra y perturbadora. De madrugada, recién llegada a la aterradora casa de la calle Aribau, Andrea se encierra en el cochambroso cuarto de baño y se mira en el espejo: es como Alicia, una niña atrapada al otro lado del azogue, no en el país de las maravillas, sino en el infierno. Hay un tono febril y delirante que impregna toda la obra. Es el frenesí del hambre constante, que te hace ver visiones; y es el desquiciamiento que el dolor produce cuando no puedes soportarlo. Los personajes de Nada arrastran misterios, memorias que queman como brasas. Los personajes, se dice literalmente en el libro, se han vuelto locos con la guerra. La novela ganó el primer premio Nadal, concedido en 1944. Es una obra, pues, escrita en la más álgida posguerra; y por encima de Laforet, que nació en 1921, había pasado la apisonadora del enfrentamiento civil. La guerra y sus horrores protagonizan Nada, aunque apenas si se mencionen directamente. Pero la casa de Aribau, que un día fue un hogar normal y feliz, y que hoy ha sido reducida a la mitad (han vendido parte del piso), y está atestada de muebles astillados, de chinches escondidas en el mugriento empapelado, de miseria y violencia, es un preciso, escalofriante retrato de la España de posguerra; y esos dos hermanos varones que se aman y se odian, que se intentan matar y se lloran el uno al otro, que guardan un pasado de traiciones y denuncias, son un evidente trasunto de la locura fratricida del 36. Leída hoy, Nada sorprende por su modernidad. Por su absoluta carencia de sentimentalismo, pese a las atrocidades que relata. Por su estilo exacto, limpio, cortante como un cristal, y al mismo tiempo lleno de fuerza expresiva y originalidad poética. Y por sus personajes y sus temas. Inolvidable Gloría, esa pobre muchacha apaleada bárbaramente una y otra vez por su marido. Inolvidable la abuela, que es como un hada madrina deteriorada y rota. Inolvidable Andrea, la protagonista, pasiva y casi incapaz de amar. Pero es que las verdaderas víctimas son pasivas y están destrozadas. Con su hermosa escritura, Carmen Laforet define en la novela a las amigas de la tía de Andrea, un puñado de mujeres que antaño fueron muchachas felices y que ahora son seres desbaratados: «Eran como pájaros envejecidos y oscuros, con las pechugas palpitantes de haber volado mucho en un trozo de cielo muy pequeño». Nada nos describe ese pequeño y asfixiante fragmento de cielo. Es un cuento cruel, el cuento de la vida cuando se vuelve mala..





El bosque animado WFF


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A través de su aguda sensibilidad y de un lenguaje altamente poético, Wenceslao Fernández Flórez nos introducirá en el mágico ambiente de unbosquecillo de Galicia donde se nos narrará por igual la vida de los hombres (la historia de Geraldo y Hermelicia, las hambrunas de Marica da Fame) como de los animales (el perro de los Esmorís, los gatos, las moscas) y las plantas (por ejemplo, la historia de los árboles y su asombro ante la instalación de un poste eléctrico, que se creía mejor que ellos por tener una ‘utilidad’, símbolo de la industrialización y el progreso). Esto se debe a que el claro protagonista de El bosque animado no es sino la propia fraga de Cecebre.
Es la intención poética una de las características que, junto al estilo y al tema principal, nos alejan de la anterior novela decimonónica y nos acercan a la novela lírica o incluso experimental.
Su gran calidad literaria la convierte en una obra valorada en general por la crítica, y además se sale de la estética del existencialismo y el realismo social imperante entonces  decompromiso social.   
También supone un anticipo del realismo mágico hispanoamericano.
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