lunes, 13 de mayo de 2024

Pessoa


 

Pessoa y los heterónimos

(Biografemas

SSoledad/ incapaz de amor (“Cartas de amor ridículas”)/necesidad de escribir –escritura compulsiva / miedo a la locura, a haber heredado los problemas mentales de su abuela/pensamiento diferente/gran estudiante y gran lector/Vivía por encima de sus posibilidades/ “No sé lo que el futuro nos deparará”


“Tuve siempre, desde niño, la necesidad de incrementar el mundo con personalidades ficticias, sueños míos rigurosamente construidos, contemplados con claridad fotográfica, comprendidos por dentro de sus almas. No tenía yo más que cinco años, y, niño solitario y no deseando estar sino así, ya me acompañaban algunas figuras de mi sueño –un capitán Thibeaut, un Chevalier de Pas–.”)

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Tema

 traductor, astrólogo, médium, ensayista, vinculado a la vez a la vanguardia literaria y plástica y al ocultismo, Fernando Pessoa debe su extensa y casi enteramente póstuma notoriedad mundial a la vasta y variada obra poética que firmada por él mismo o atribuida a alguno de sus heterónimos –sobre todo Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos-, se difundió sobre todo a partir de su fallecimiento en Lisboa el día treinta de noviembre del año mil novecientos treinta y cinco.




Heterónimos

Un pseudónimo es un nombre ficticio que usa un autor para firmar una obra escrita por él mismo. Un autor homónimo es aquel que tiene el mismo nombre que otro autor, pero no es éste. Sin embargo un heterónimo se diferencia claramente de éstos. Pessoa es una persona muy particular, que desde su infancia había experimentado y logrado una multiplicidad del yo. Él mismo no era tan sólo él, sino que vivía de distintas maneras de acuerdo a quién era. Podría atribuirse  esto a  una esquizofrenia o personalidad múltiple. Cada nombre, cada personalidad, era una vida completamente distinta, cada uno con su biografía, sus enfoques temáticos, y sus formas de escritura particulares. Es de esta manera que Pessoa, deja de ser un yo único, para ser una especie de recipiente de diferentes vidas, personas, y personalidades. Y a aquel creador de heterónimos, para diferenciarlo de éstos y reconocerlo como creador se le llama ortónimo. Pessoa tiene curiosidad por sí mismo, su propio nombre no es su interés principal. Su vida ha tenido siempre un horror a los pensamientos definidos. Por eso sus escritos permanecieron siempre inacabados. Heterónimos ha creado muchos, unos 77, aunque hay personas que afirman que en realidad fueron un total de 127. Algunos fueron efímeros, algunos hombres y otras mujeres. Pero los más característicos han sido Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos.



Alberto Caeiro, nació en Lisboa, Portugal en abril de 1889. Fue un campesino, considerado el maestro de los heterónimos, incluso por su ortónimo Pessoa. Residió gran parte de su vida en una quinta en Ribatejo, viviendo de una renta modesta, allí conoció a Álvaro de Campos. Su educación se limita a la instrucción primaria, lo cual concuerda con su naturalidad y simplicidad. Era rubio de ojos azules, estatura media, un poco más bajo que Ricardo Reis, y aunque no lo aparentara era realmente frágil. Su descripción es muy diferente a la de otros heterónimos. Falleció de tuberculosis en 1915. Es conocido también como poeta-filósofo, aunque rechazaba ese título y pregonaba una “no-filosofía”. Creía y afirmaba que los seres simplemente son y nada más, irritado por la metafísica y los simbolismos de la vida. Un hombre considerablemente humilde y seguro de sus ideas. Poseía un lenguaje estético directo, concreto y simple, pero bastante complejo desde el punto de vista reflexivo, y clara espontaneidad expresiva. Es un ser manifiestamente defensor  de la simplicidad, serenidad y nitidez de las cosas. Un 8 de marzo escribe de corrido más de 30 poemas conocidos como El guardador de rebaños. La obra de Caeiro representa una reconstrucción integral del paganismo en su esencia absoluta. Se presenta como poeta de las sensaciones: su poesía se asienta en la sustitución del pensamiento por la sensación. Es el poeta de la naturaleza y la actitud antimística.

Ricardo Reis, Médico de profesión, monárquico —circunstancia que lo llevó a vivir emigrado algunos años en Brasil—, educado en un colegio de jesuitas, recibió una formación clásica, llena de principios conservadores. Domina la forma de los poetas latinos y proclama la disciplina en la construcción poética. Ricardo Reis está marcado por una inmensa serenidad en la aceptación de la relatividad de todas las cosas. Es moreno, de estatura media, un poco más alto que Caeiro, camina algo curvado y  tiene apariencia de judío portugués. Es adepto del “sensacionismo” que hereda del maestro Caeiro, pero al aproximarlo al neoclasicismo lo manifiesta en un plano distinto. Fernando Pessoa dice “Caeiro tiene una disciplina: las cosas tienen que ser sentidas tal como son. Ricardo Reis tiene otra disciplina diferente: las cosas deben ser sentidas, no sólo como son, también de modo que se integren en un cierto ideal de medida y reglas clásicas.” Busca su forma de expresión en los poetas latinos y afirma que debe de haber, en el más pequeño poema de un poeta, cualquier cosa donde se note que existió Homero.
 


Álvaro de Campos, ingeniero, nacido en Tavira en 1890. Estudió en Escocia y se formó en Glasgow en ingeniería naval. Fue a Oriente y navegando por el Canal de Suez, escribió el poema Opiário. Su desilusión lo llevó a regresar a Portugal, donde conoció al maestro Caeiro. “Lo que el maestro Caeiro me enseñó fue a tener claridad, equilibrio, organismo en el delirio y en la locura y también me enseñó a procurar no tener filosofía ninguna, pero con alma”. Se aleja del objetivismo de su maestro al aproximarse a movimientos modernistas, tales como el sensacionismo y el futurismo. Percibe las sensaciones distanciándose del objeto y centrándose en el sujeto. Un subjetivismo que acabará por encaminarse en la conciencia del absurdo, la experiencia del tedio, la desilusión, y la fatiga. Álvaro de Campos experimentará la civilización y admirará la energía y la fuerza, transportándolas al dominio de su creación poética. Es el poeta modernista que escribe las sensaciones de la energía y del movimiento, así como las sensaciones de sentir todo de todas las maneras.

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Selección de poemas de Fernando Pessoa

Del Cancionero de Fernando Pessoa:
Autopsicografía
Libertad  (No incluido en la Antología de Ángel Crespo). Se incluye en este documento.

Del heterónimo Alberto Caeiro:
Nunca guardé rebaños.
Soy un guardador de rebaños
En mi plato, ¡qué mezcla de naturaleza!
No siempre soy igual en lo que digo y escribo
Si a veces digo que las flores sonríen
Si muero pronto. (No incluido en la Antología de Ángel Crespo). Se incluye en este documento.

Del heterónimo Ricardo Reis:
Ven a sentarte conmigo, Lidia...
Las rosas del jardín de Adonis amo.
Para ser grande, sé entero

Del heterónimo Álvaro de Campos:
Lisbon revisited
Tabaquería
Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra
Todas las cartas de amor son
Poema en línea recta

Del heterónimo Fernando Pessoa




CANCIONERO de Fernando Pessoa


AutopsicografÍa


El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.
              
Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.
              
Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.




Libertad

 (Falta una cita de Séneca)
¡Ay qué placer 
No cumplir un deber, 
Tener un libro para leer 
¡Y no hacerlo! 
Leer es una lata, 
Estudiar es nada. 
El sol dora 
sin literatura. 
El río corre bien o mal, 
Sin edición original. 
Y la brisa, ésa, 
de tal naturalmente matinal, 
como tiene tiempo, no tiene prisa... 
Libros son papeles pintados con tinta. 
Estudiar es una cosa en que está indistinta 
la distinción entre nada y cosa ninguna. 
¡Cuánto mejor es cuando hay bruma,
esperar a D. Sebastián, 
¡venga o no venga! 
Grande es la poesía, la bondad y las danzas... 
Pero lo mejor del mundo son los niños, 
las flores, la música, el claro de la luna y el sol,
que peca 
sólo cuando, en vez de crear, seca. 
Por encima de todo esto 
está Jesucristo, 
que no sabía nada de finanzas, 
ni consta que tuviese biblioteca... 
   
Fernando Pessoa, Cancioneiro
Traducción de Miguel Angel Viqueira
 





Del heterónimo Alberto Caeiro


Nunca guardé rebaños

Nunca guardé rebaños,
pero es como si los guardara.
Mi alma es como un pastor,
conoce el viento y el sol
y va de la mano de las Estaciones
siguiendo y mirando.
Toda la paz de la Naturaleza sin gente
viene a sentarse a mi lado.
Pero me pongo triste como una puesta de sol
para nuestra imaginación,
cuando refresca en el fondo de la llanura
y se siente que la noche ha entrado
como una mariposa por la ventana.

Pero mi tristeza  es sosiego
porque es natural y justa
y es lo que debe haber en el alma
cuando piensa que existe
y las manos cogen flores sin darse cuenta.

Como un ruido de cencerros
más allá de la curva del camino, 
mis pensamientos están contentos.
Sólo me apena saber que están contentos,
porque, si no lo supiera,
en vez de estar contentos y tristes,
estarían alegres y contentos.
Pensar es incómodo como andar bajo la lluvia
cuando el viento crece y parece que llueve más.

No tengo ambiciones ni deseos.
Ser poeta no es una ambición mía.
Es sólo mi manera de estar solo. (…)

 Si pudiera morder la tierra entera
y sentir su sabor,
y si la tierra fuera algo para morder
sería más feliz un instante…
Pero no siempre quiero ser feliz.
Hace falta ser infeliz de vez en cuando
para poder ser natural…
No todo es días de sol,
y la lluvia, cuando escasea, se pide.
Por eso tomo la infelicidad y la felicidad
con naturalidad, como quien no se extraña
de que haya montañas y llanuras
y de que haya rocas y hierba…

Lo que sí hace falta es ser natural y calmo
en la felicidad o en la infelicidad,
sentir como quien mira,
pensar como quien anda,
y cuando se va a morir, acordarse de que el día muere,
y que el poniente es hermoso y hermosa la noche que queda…
Y que si así es, es porque es así. (…)

A veces, en días de luz perfecta y exacta,
en que las cosas tienen toda la realidad que pueden tener,
me pregunto a mí mismo despacio
por qué siquiera atribuyo
belleza a las cosas.

¿ Una flor tiene acaso belleza?
¿ Tiene belleza acaso un fruto?
No: tienen color y forma
y existencia tan sólo.
La belleza es el nombre de algo que no existe
y que doy a las cosas a cambio del agrado que me dan.
No significa nada.
Entonces, ¿por qué digo de las cosas: son bellas?

Sí, incluso hasta mí, que vivo solamente de vivir,
vienen invisibles a encontrarme las mentiras de los hombres
ante las cosas,
ante las cosas que simplemente existen.

¡Qué difícil ser uno mismo y no ver sino lo visible!




Soy un guardador de rebaños

Soy un guardador de rebaños.

El rebaño es mis pensamientos
y todos mis pensamientos son sensaciones.


Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
y comerse una fruta es conocer su sentido.

Por eso cuando, en un día de calor,
me siento triste de disfrutarlo tanto,
y me acuesto estirado en la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento a todo mi cuerpo acostado en la realidad,
sé de verdad y soy feliz.



En mi plato, ¡qué mezcla de Naturaleza!

Mis hermanas las plantas,
Las compañeras de las fuentes, las santas
A quien nadie reza...
Y las cortan y vienen a nuestra mesa
Y en los hoteles los huéspedes ruidosos,
Que llegan con correas envolviendo mantas
Piden «Ensalada», descuidados...,
Sin pensar que exigen a la Tierra Madre,
Su frescura y sus hijos primogénitos,
Las primeras palabras verdes que ella tiene,
Las primeras cosas vivas e iridiscentes
Que Noé vio
Cuando bajaron las aguas y la cima de los montes
Verde y alagada surgió
Y en el aire por donde apareció la paloma
El arcoiris se esfumó...



No siempre soy igual

No soy igual en lo que digo y escribo.
Cambio, pero no cambio mucho.
El color de las flores no es el mismo bajo el sol
que cuando una nube pasa
o cuando entra la noche
y las flores son color de sombra.
Pero quien mira ve bien que son las mismas flores.
Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo
fijaros bien en mí:
si estaba vuelto para la derecha
me volví ahora para la izquierda,
pero soy siempre yo, asentado sobre los mismos pies.
El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra
y a mis ojos y oídos atentos
y a mi clara sencillez de alma.



Si a veces digo que las flores sonríen

Y si dijera que los ríos cantan,
no es porque yo crea que hay sonrisas en las flores
y cantos en el correr de los ríos...
es porque así hago sentir más a los hombres falsos
la existencia verdaderamente real de las flores y de los ríos.

Porque escribo para que ellos me lean me sacrifico a veces
a su estupidez de sentidos...
No concuerdo conmigo pero me absuelvo,
Porque sólo soy esa cosa seria, un intérprete de la Naturaleza,
Porque hay hombres que no perciben su lenguaje,
porque ella no es ningún lenguaje.



Si muero pronto

Si muero pronto,
Sin poder publicar ningún libro,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letras de molde,
Ruego, si se afligen a causa de esto,
Que no se aflijan.
Si ocurre, era lo justo.

Aunque nadie imprima mis versos,
Si fueron bellos, tendrán hermosura.
Y si son bellos, serán publicados:
Las raíces viven soterradas
Pero las flores al aire libre y a la vista.
Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo.
Si muero pronto, oigan esto:
No fui sino un niño que jugaba.
Fui idólatra como el sol y el agua,
Una religión que sólo los hombres ignoran.
Fui feliz porque no pedía nada
Ni nada busqué.
Y no encontré nada
Salvo que la palabra explicación no explica nada.

Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia.
Al sol cuando había sol,
Cuando llovía bajo la lluvia
(Y nunca de otro modo),
Sentir calor y frío y viento
Y no ir más lejos.

Quise una vez, pensé que me amarían.
No me quisieron.
La única razón del desamor:
Así tenía que ser.

Me consolé en el sol y en la lluvia.

Me senté otra vez a la puerta de mi casa.
El campo, al fin de cuentas, no es tan verde
Para los que son amados como para los que no lo son:
Sentir es distraerse.






Del heterónimo Ricardo Reis


Ven a sentarte conmigo, Lidia...

Ven a sentarte conmigo, Lidia
a la orilla  del río.
Con sosiego miremos su curso
y aprendamos que la vida pasa,
y no estamos cogidos de la mano.
(Enlacemos las manos.)
Pensemos después, niños adultos,
que la vida pasa y no se queda,
nada deja y nunca regresa,
va hacia un mar muy lejano,
hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos,
que no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos,
pasamos como el río.
Más vale que sepamos pasar
silenciosamente y sin desasosiegos.
Sin amores, ni odios, ni pasiones
que levanten la voz,
ni envidias que hagan a los ojos
moverse demasiado,
ni cuidados, porque si los tuviese
el río también correría,
y siempre acabaría en el mar.
Amémonos tranquilamente,
pensando que podríamos,
si quisiéramos,
cambiar besos y abrazos y caricias,
mas que más vale estar sentados
el uno junto al otro
oyendo correr al río y viéndolo.
Cojamos flores, cógelas tú y déjalas
en tu regazo, y que su perfume suavice
este momento en que sosegadamente
no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Por lo menos, si yo fuera sombra antes,
te acordarás de mí
sin que mi recuerdo te queme
o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos las manos,
ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevases el óbolo
al barquero sombrío,
no sufriré cuando de ti me acuerde,
a mi memoria has de ser suave
recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores en el regazo.



Las rosas del jardín de Adonis amo.



Las rosas del jardín de Adonis
Son las que yo amo, Lydia, esas efímeras rosas
Que en el día de su nacimiento,
En ese mismo día, mueren.

La luz es eterna para ellas, pues
Nacen con el sol cuando ya ha salido, y se acaban
Antes que Apolo pudiera incluso iniciar
Su trayectoria visible.

Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,-
Voluntariamente, Lydia, desconociendo
Que existe la noche antes y después
El poquito que perduramos.




Para ser grande, sé entero.


Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas
Por eso la luna brilla toda
en cada lago, porque alta vive.




Del heterónimo Álvaro de Campos


Lisbon revisited

Nada me ata a nada.
Quiero cincuenta cosas al tiempo.
Con angustia del que tiene hambre de carne anhelo
no sé bien qué:
definidamente lo indefinido…
Duermo inquieto, y vivo en el soñar inquieto
de quien duerme inquieto, a medias soñando.
Me cerraron todas las puertas abastractas y necesarias.
Corrieron cortinas ante todas las hipótesis que podría
ver en la calle.
En el callejón que yo encontré no hay el número de
puerta que me dieron.
Desperté a la m isma vida que me había adormecido.
Hasta mis ejércitos soñados sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida tan sólo deseada me harta -hasta esa vida…
Comprendo a intervalos inconexos;
escribo en los lapsos de cansancio;
y es tedio hasta el tedio lo que me arroja a la playa.
No sé qué destino o futuro compete a mi angustia sin timón;
no sé qué islas del Sur imposible me aguardan, náufrago;
  o qué palmares de literatura me darán un verso al menos.
No, no sé esto, ni otra cosa, ni cosa alguna…
Y en el fondo de mi espíritu, donde sueño lo que soñé,
en los campos últimos del alma, donde memoro sin causa
(y el pasado es una niebla natural de lágrimas falsas),
en los caminos y atajos de las florestas lejanas
donde supuse mi ser,
huyen desmantelados, últimos restos
de la ilusión final,
mis ejércitos soñados, derrotados sin haber sido,
mis cohortes por existir, despedazadas en Dios.
Otra vez vuelvo a verte,
ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…
¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,
y aquí volví a volver y volver,
y aquí de nuevo he vuelto a volver?
¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos
una serie de cuentas-entes ensartadas en un hilo-memoria,
una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?
Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
tan casual en la vida como en el alma,
fantasma errante por salones de recuerdos
con ruidos de ratas y de maderas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir…
Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír…
Otra vez vuelvo a verte,
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!





Tabaquería


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(Come chocolates, niña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.






 Pessoa "Al volante del chevrolet"



"Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra", Fernando Pessoa (Alvaro de Campos)

[


Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al luar y al sueño por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo porque un poco me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que sigo, ¿y que más puede haber en seguir sino no parar, proseguir?

Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta desmedida angustia del espíritu por nada
en la carretera de Sintra o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida...

Maleable a mis movimientos subconscientes del volante
galopa por debajo de mí conmigo el automóvil prestado.
Sonrío del símbolo al pensarlo, y al girar a la derecha.
¡Con cuántas cosas prestadas voy yendo por el mundo!
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!

A la izquierda la casucha -sí, casucha- al borde del camino.
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil, que hasta hace poco parecía darme libertad,
es ahora una cosa en donde estoy encerrado,
que sólo puedo conducir si en ella estoy encerrado,
que sólo domino si me incluyo en ella y ella me incluye a mí.

A la izquierda, ya atrás, la casucha modesta, menos que modesta.
Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que es feliz.
Para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana de arriba
tal vez yo haya quedado (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real.
Para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina,
desde el piso de abajo,
tal vez yo fuese algo así como el príncipe que hay en todo corazón de muchacha,
y de reojo pegada al cristal me siguiese hasta la curva en que me perdí.



Todas las cartas de amor son ridículas...*
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas. 

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas. 

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas. 

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas. 

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos. 

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).

**Heterónimo A. Campos
Versión de Miguel Ángel Flores  

 



Poema en línea recta

Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.

La gente que conozco y con la que hablo
nunca cayó en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...

¡Ah, quien pudiera oír una voz humana
confesando no un pecado sino una infamia;
contando no una violencia sino una cobardía!
Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!

¡Basta, estoy harto de semidioses!
¿Dónde está la gente de este mundo?
¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?

Admitirán que las mujeres no los amaron,
aceptarán que fueron traicionados - ¡pero ridículos nunca!
Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

Fernando Pessoa




Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe
quién es
(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),
Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
A una calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace
blancos los cabellos de los hombres,
Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de
nada.
Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,
Y no tuviese más hermandad con las cosas
Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la
calle
La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida
Dentro de mi cabeza,
Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.
Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
Fallé en todo.
Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
Descendí por la ventana trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,
Y cuando había gente era igual a la otra.
Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de
pensar?
¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber
tantos!
¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,
Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,
No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con
tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón.
He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que
Cristo.
Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella;
Seré siempre el que no nació para esto,
Seré siempre sólo el que tenía cualidades;
Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie
de una pared sin puerta,
Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
Pero nos despertamos y él es opaco,
Nos levantamos y es ajeno,
Salimos de casa y es la tierra entera,
Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido. 

 (Come chocolates, niña; 
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los
chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú
los comes!
Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,
Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)
Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo
La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
O diosa griega, concebida como estatua con vida,
O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué
inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
Me invoco a mí mismo y nada encuentro.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.
Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me pesa como un condena al destierro,
Y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,
Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni
creído
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer
nada de eso);
Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan
la cola
Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.
Hice de mí lo que no supe,
Y lo que pude hacer de mí no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me
perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
Estaba pegada a la cara.
Cuando la arrojé y me vi en el espejo,
Ya había envejecido.
Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la mascara y dormí en el vestidor
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,
Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
Pisoteando la conciencia de estar existiendo,
Como un tapete con el que tropieza un borracho
O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.
Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó
en ella.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré versos.
Y un día morirá el letrero y también mis versos.
Después morirá la calle donde estuvo el letrero,
Y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros
Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las
cosas como letreros,
Siempre una cosa frente a otra,
Siempre una cosa tan inútil como la otra.
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del
misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,
Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como mi camino,
Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una
indisposición.
Después me reclino en la silla
Y sigo fumando.
Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
Tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo
del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la
Tabaquería sonrió.
*Álvaro de Campos
Versión de Miguel Ángel Flores

Cuestionario sobre el poema

a) Lee y analiza la primera estrofa del poema.
“No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.”
• ¿Qué significado crees que tiene la triple negación que realiza el poeta?
• ¿Cómo las relacionas con el cuarto verso?
• En concreto, ¿qué explicación darías del verso “No puedo querer ser nada”;
crees que estamos ante un elogio de la resignación o el poeta expone un
hecho que podríamos considerar objetivo? Justifica tus respuestas.

b) Lee y analiza estos tres versos:
“Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.”
“Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.”
“He fracasado en todo.”
• ¿Por qué crees que los tres encabezan sendas estrofas?
• ¿De qué manera se contraponen a los versos que les siguen,
respectivamente?

c) Lee:
“una calle inaccesible a todos los pensamientos”
“Me fui al campo con grandes proyectos.”
• Sobre la base de estos dos versos, y teniendo en cuenta que “Tabaquería” es
un poema netamente urbano, escribe un breve análisis sobre la función que el
autor asigna, respectivamente, al campo y a la ciudad.

d) En la primera página del poema, el autor escribe sobre la “lealtad” que le
debe “a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro”. ¿A qué
famosa máxima de la literatura española clásica te recuerda la mención al
sueño? Realiza una búsqueda en la red y organiza los resultados. ¿Crees que
Fernando Pessoa pudo haber estado influido por el autor español?

e) Lee nuevamente el poema y busca las referencias en el mismo sobre la
metafísica. Realiza una búsqueda en la red sobre la metafísica y relaciona los
resultados con la fuerte influencia que tiene la filosofía en la poesía de Pessoa.
¿Sabes cuáles eran sus filósofos favoritos?

f) Si se lee con detenimiento, “Tabaquería” tiene algo más que guiños a la
ironía, el sarcasmo o el humor negro. Identifica en el poema al menos tres
versos en los que el autor utilice alguno de estos recursos (por ejemplo, “He


vivido, estudiado, amado, y hasta creído”).



Todas las cartas de amor son ridículas...*
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas. 

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas. 

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas. 

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas. 

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos. 

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).

**Heterónimo A. Campos
Versión de Miguel Ángel Flores  


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Actividades
1. explica el encabalgamiento inicial
2. ¿Por qué las cartas de amor son ridículas? ¿Tú crees que Pessoa escribió muchos poemas eróticos? Razona tu respuesta
3. De todos modos ¿de qué siente nostalgia Pessoa?
4. ¿Cuál es la finalidad de la última estrofa, entre paréntesis?
5. Da tu opinión sobre lo ridículo (o cursi) en el amor



PAU
¿Puedes señalar alguna obra artística donde las cartas jueguen un papel importantes? Semejanzas y diferencias con el poema

Mi querido John  película
Cartas a Julieta  película
Todos los días de mi vida
El francotirador

Querida milagros  El último de la fila
Importancia de las cartas en nuestra viva
¿Qué expresiones de la siguiente carta crees que pueden ser ridículas y porqué?


Carta de Edward a su Esposa Bella en su Aniversario 

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Isabella Swan:
Sé que no te gusta cuando yo te abrumo con cosas extravagantes, amor, así como lo solía hacer: en cambio, te voy a devorar y asfixiar con cada gota de amor que tengo para darte.
Sé que no se puede ver el amor, pero se puede sentir y mantenerlo, cuidarlo.  Cuando te toco estoy tocando el amor en su forma más pura, Bella. Cuando te sostengo estoy sosteniendo la forma más delicada de amor, un amor que atesoro más que mi propia existencia, un amor que se perdería sin ti.
No se puede comprar el amor,  pero te lo  puedes ganar e identificarte con él.
 Bella , me das sentido  Das ese calor a a mi congelada y confusa existencia
Cuando le prometí al Señor Weber amarte y cuidarte tanto como duren nuestras vidas lo que quería decir era: “Yo te protegeré, incluso cuando tu seas casi indestructible, voy a dedicar mi vida a ser el perfecto esposo siempre. Estamos a punto de embarcarnos juntos y voy a hacer todo lo posible para que nuestra eternidad esté llena de vida , ya que tu felicidad me guía.
Tu me das el sentido, mi Bella. Mi amor “Gracias por ser mi Oveja, Isabella Cullen , gracias por ser mi todo Te Amo más que nada y prometo dedicarme por entero a hacerte sonreír a hacerte feliz.  Feliz Aniversario, Mi Amor Siempre, Edward


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Cuestión Pau
 A partir de los versos citados evoca el contenido de alguna creación literaria o artística, comentando las semejanzas y diferencias


VUESTRAS CARTAS MÁS RIDÍCULAS

Querido gruñón mío:


Hoy me he acordado de tu singular olor, ese que tanto anhelo y adoro. Esas ganas de que tu aroma  penetre en mí, me traen de cabeza. Últimamente todo me recuerda a ti. Mis cinco sentidos giran sobre un eje, y ese eje eres tú. Tu dulce sabor  explota en mi ácido paladar. La fusión perfecta que me hace rozar el Edén. Adiós pequeño, espero que hoy también aparezcas en mis sueños.

Nerea

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Querido caramelito:
Te vuelvo a escribir otra carta entre las miles que te escribo mensualmente para decirte cuanto te quiero.
Te extraño a cada hora, cada minuto y cada segundo del día que pasa.
Son meses los que llevo sin verte y por eso todas las noches salgo al balcón y les cuento a las estrellas cuando te añoro y te amo. A veces ellas me responden, y es como si tu estuvieses comunicandote conmigo también; cuando una estrella parpadea una vez es como si asintiera y confirmara lo que le estoy preguntando pero cuando no parpadea ninguna vez es que no tiene apenas respuestas para darme y pienso que ya te has olvidado de tu cariñín.
Te sigo esperando desde el primer día que cogiste tu maleta de piel y saliste por la puerta…
Aquí te estaré esperando hasta el fin de mis dias.
Te ama,
tu cariñín.
Rebeca
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Tengo ganas de comerme el mundo a tu lado, de recorrer las carreteras más largas y solitarias cogida de tu mano. Quiero parar el tiempo mientras te miro y pienso lo afortunada que soy por tenerte tan cerca. Olvidarnos de los límites, superar el infinito y todo lo que venga después de él. Cómo explicarte que quiero estar a tu lado siempre, o al menos todo el tiempo que tú quieras que yo esté a tu lado. Cómo hacerte entender que cada paso que des, yo lo daré contigo.

Olga

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Mi querido:
Eres la luz que ilumina mis días,  el que hace que mi felicidad continúe a mi lado segundo tras segundo , todos los días pienso , pienso en todos los momentos que hemos vivido, y me emociono al pensar que no los viviremos más. Llega la noche, la soledad me acompaña, y tu ya no estás , solo quedan los recuerdos, esas mariposas que revolotean en mi estómago ya no las encuentro, no las siento.
Quizás algún día nos encontraremos.
Siempre en mí.

Xiana



 

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