...Sabina en imágenes
Más de una vez ha dicho Joaquín Sabina que no son pocos los que esperaban que ya hubiese muerto para hacer honor a su personaje juglar, canalla, vividor, bala perdida y todo el reguero de definiciones que han acompañado a este músico que ha hecho de sí mismo un género, amado, y de qué forma, por unos, y odiado, y de qué forma, por otros. Sabina no entiende de términos medios, ni nadie se acerca a él, dueño de un cancionero repleto de clásicos sellados en la memoria española, con tal intención. Para bien y para mal, Sabina representa el exceso personificado, como una hipérbole con bombín, donde conviven la verdad y la trampa, la leyenda en vida. En vida. A estas alturas, no es nadería remarcarlo: Sabina siempre contestaba a sus agoreros o a los mitómanos que se murieran ellos, que él quería vivir, sin dejar cadáver bonito, aunque haya vivido más deprisa que la gran mayoría de los mortales, y, de paso, poder cantarlo.
Pongamos que hablo de Madrid
Con la frente marchita
Calle Melancolía
Medias negras
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