Call Me by Your Name': enamorarse (para siempre)
Llámame por tu nombre (2007) es la primera novela del americano-italo-egipcio André Aciman, quien ha publicado desde entonces Eight White Nights (2010), Harvard Square (2013) y Enigma Variations: A Novel (2017). La obra, absolutamente maravillosa, nos traslada a un apacible verano ochentero del norte de Italia, donde se fragua un romance entre un perceptivo chico de diecisiete años (Elio), y el nuevo ayudante de su padre, un veinteañero estadounidense (Oliver). Pero lo hace desde un futuro en el que Elio rememora lo vivido con una mezcla de nostalgia y pesar, lo que sume toda la narración en pura melancolía. Diez años más tarde, el palermitano Luca Guadagnino, realizador especializado en producciones italianas con repartos internacionales como Yo soy el amor (2009) y Cegados por el sol (2015), se ha decidido a llevarla a la gran pantalla. Y el resultado no podría haber sido más satisfactorio.
Timothée Chalamet y Armie Hammer son la pareja del año |
Nominada a los Oscars a mejor película, actor protagonista (Timothée Chalamet, quien ofrece sin exagerar una de las interpretaciones más sentidas, personales y atrayentes de la historia del celuloide) y canción (para Sufjan Stevens y su "Mystery of Love", que brota en el momento perfecto y de la forma perfecta, clavándose en lo más hondo del alma) y receptora con máximo merecimiento de la estatuilla a mejor guion adaptado (tornando a James Ivory en el oscarizado de mayor edad de la historia), Call Me by Your Name (2017) es una auténtica joya. Más elegante e inspirado que nunca, Guadagnino saca máximo partido de las refinadas localizaciones italianas, bien apoyado en la cálida y colmada de significado fotografía de Sayombhu Mukdeeprom y el selecto uso de música clásica, dos claves del lirismo desprendido. Y en el centro de todo tenemos una historia de amor inolvidable que convierte al mentado (y jovencísimo) Chalamet y el irresistible Armie Hammer (que saltó a la fama en 2010 con La red social de David Fincher) en la pareja del año. Claro, que lo tenían fácil: están en la película del año.
Muchos críticos definen Call Me by Your Name como la película del año |
Amira Casar, Esther Garrel (hija del realizador Philippe Garrell) y, sobre todo, Michael Stuhlbarg completan el magnífico reparto, dotado todo él de una máxima naturalidad que de paliar la fuerza de las emociones exploradas, la intensifica desde la magia de la sutileza. Sensual en su candidez y desgarradora en su sutileza, Call Me by Your Name es, por supuesto, una mágica exploración del poder del (des)amor, así como de las delicias y amenazas del primer amor: ese que todo lo invade y todo lo llena, dejando a su paso un vacío prácticamente imposible de llenar de nuevo. El mentado guionista británico James Ivory, artífice de la icónica película de temática gay Maurice (1987) —además de clásicos como Una habitación con vistas (1985), Regreso a Howards End (1992) o Lo que queda del día (1993), todos ellos basados en grandes novelas— ha llevado a cabo, a sus 89 años, el mejor trabajo de su carrera, sabiendo qué mantener y qué recortar de una novela eminentemente intimista, reflexiva y sensorial. Quizá su aporte más llamativo sea la renuncia al final original (que podría contribuir a la existencia de una siempre peligrosa secuela), pero que esa obviedad no despiste de su bellísima construcción de diálogos a menudo sólo presentes en el libro en forma de subjetiva narración en primera persona. Suyo, aunque también de Guadagnino y Chalamet, es el mérito de tornar al joven Elio en el personaje cinematográfico más empático del año, de forma que agonizamos con él ante el juego del ratón y el gato al que parece jugar inconscientemente con Oliver, disfrutamos con él de las frescura del enamoramiento y sufrimos con él cuando nos damos de bruces con la cruda realidad.
Plagada de reflexiones inolvidables sobre el autodescubrimiento vital, la devastación (para bien y para mal) del enamoramiento, la lealtad de la pasión amorosa y el peso del paso del tiempo, esta película conmueve y destroza por la inmensa honestidad que alberga, la cual resulta especialmente impactante a la hora de retratar la fusión de cuerpos y almas entre dos hombres que, pese a disfrutar de un ambiente harto progresista, albergan miedos internos respecto a su sexualidad. Una joya de la que, al igual que sus protagonistas, enamorarse para siempre.
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