Cartas de amor de una monja portuguesa
Mariana Alcoforado, Cartas de amor de una monja portuguesa (México: Ediciones Coyoacán, 2005).
El libro está compuesto por cinco cartas escritas por Sor Mariana Alcoforado, entre 1667 y 1668, en el convento de Beja, en Alentejo. Están dirigidas a Noel Bouton de Chamilly, miembro del ejército francés que apoyaba, dice Ida Vitale en el Prólogo, los afanes portugueses por independizarse de España. En el momento que escribe las cartas es ya una monja profesa. Según se nos cuenta, un día ve pasar desde la terraza del convento a un grupo de oficiales franceses entre los cuales distingue a Noel Bouton. Éste a su vez repara en Mariana.
El libro está compuesto por cinco cartas escritas por Sor Mariana Alcoforado, entre 1667 y 1668, en el convento de Beja, en Alentejo. Están dirigidas a Noel Bouton de Chamilly, miembro del ejército francés que apoyaba, dice Ida Vitale en el Prólogo, los afanes portugueses por independizarse de España. En el momento que escribe las cartas es ya una monja profesa. Según se nos cuenta, un día ve pasar desde la terraza del convento a un grupo de oficiales franceses entre los cuales distingue a Noel Bouton. Éste a su vez repara en Mariana.
El rigor de los conventos no era mucho, señala Vitale, como es bien sabido; no faltaba la comprensión y la complicidad de otras religiosas, por lo mismo que abundaban las que se consumían por intereses familiares o por simple abandono en una clausura para la cual carecían de vocación. Cierta amplitud de mangas aseguraba contra perturbaciones mayores, arrebatos de misticismo, endemoniadas y milagrosas, epidemias que se contagiaban de un convento a otro combatidas por la iglesia a sangre y fuego.
Bajo este contexto se despierta la incontenible pasión de Mariana; el goce, la emoción, las reuniones a escondidas, la transgresión a las normas establecidas, pero también el dolor, la frustación y, por fin, el abandono del amante. Él, regresa a Francia después de disfrutar de la compañía de la monjita en su celda del convento.
Estas cartas fueron publicadas originalmente de manera anónima en Francia por Claude Barbin, adaptadas al francés por Gabriel de Lavergne, conde de Guilleragues. Se llegaron a editar con el nombre de Guilleragues, gracias a Frederic Delofre. De esta forma pasaban a ser mera ficción, borrando del mapa a Mariana Alcoforado. Después, en la época de Rousseau, "con su habitual desdén por el intelecto femenino había descartado la posibilidad de que una simple mujer pudiese no sólo experimentar pasión sino expresarla por escrito de manera convincente". Sin embargo, siguieron las investigaciones y una búsqueda profunda afirmó la existencia de Mariana Alcoforado:
Estas cartas fueron publicadas originalmente de manera anónima en Francia por Claude Barbin, adaptadas al francés por Gabriel de Lavergne, conde de Guilleragues. Se llegaron a editar con el nombre de Guilleragues, gracias a Frederic Delofre. De esta forma pasaban a ser mera ficción, borrando del mapa a Mariana Alcoforado. Después, en la época de Rousseau, "con su habitual desdén por el intelecto femenino había descartado la posibilidad de que una simple mujer pudiese no sólo experimentar pasión sino expresarla por escrito de manera convincente". Sin embargo, siguieron las investigaciones y una búsqueda profunda afirmó la existencia de Mariana Alcoforado:
Se supo que fue algo más que portera de su convento; llegó a superiora del mismo. No murió de amor como pensó en algún momento de su desesperada pasión sino que vivió hasta los ochenta y tres años, sobreviviendo en ocho a su amante.
Quizá el personaje se impuso a su autora y la monja portuguesa triunfe por sobre Mariana Alcoforado. Después de más de tres siglos de haberse publicado, estas cartas conforman una notable obra epistolar que ha sido llevada al teatro y al cine. Me parece, que más que lo escrito en estas cartas es el hecho lo que ha llamado la atención a través de los siglos: dentro de una tradición judeo cristiana que una religiosa del siglo XVII se atreva a introducir a su celda a un oficial francés y lo haga su amante, es el escándalo.
Lamento, sólo por vuestro amor, todos los placeres infinitos que habéis perdido: ¿es posible que no los quisiérais gozar? ¡Ah! Si los conociérais sin duda veríais que son mucho más intensos que lo que os produce mantenerme engañada y comprenderíais que uno es mucho más feliz, que siente algo mucho más fuerte, cuando ama de manera violenta que cuando es amado.(Fragmento de la tercera carta).
Aún las religiosas más severas se compadecen del estado en que estoy, incluso me tratan con cierta consideración y miramientos. Todos se sienten conmovidos por mi amor. Sólo tu permaneces en tan profunda indiferencia, sin escribirme más que cartas frías; llenas de reiteraciones, la mitad del papel sin utilizar, se me hace groseramente evidente que te mueres de ganas de terminarlas rápidamente (Fragmento de la cuarta carta).
No hay comentarios:
Publicar un comentario