"El guardián entre el centeno", la obra más famosa e influyente del esquivo autor J. D. Salinger.
The catcher in the rye, traducido como El guardián entre el centeno, es la obra más famosa del esquivo escritor J. D. Salinger, y es, además, por influencia, ventas y seguidores, una de las grandes novelas de la literatura americana del siglo XX.
Publicada en 1951, creó en su día un hondo revuelo en la sociedad estadounidense por el lenguaje y la actitud de su protagonista –Holden Caulfield–,aupándola a un éxito del que ya nunca se ha bajado. Hoy, El guardián entre el centeno ha vendido la friolera de 60 millones de ejemplares en todo el mundo –a un ritmo de unos 250.000 al año, aproximadamente– y es una referencia obligatoria en muchos colegios de Estados Unidos, además de uno de los libros favoritos de miles de lectores a lo largo y ancho del globo.
“¿Te has hartado alguna vez de todo?”. Holden Caulfield
Un libro polémico
La influencia de esta obra está presente en casi todos los órdenes de la cultura americana de las últimas décadas: la música, el cine, la literatura, etc., y tiene el dudoso honor de ser uno de los libros favoritos de un colectivo muy poco recomendable: el de los asesinos en serie. El caso más famoso es, probablemente, el de Mark David Chapman, famoso por asesinar a John Lenon. Chapman, obsesionado con el personaje de Holden, se sentó tranquilamente a leer su ejemplar del libro tras descerrajarle al exBeatle cinco tiros por la espalda. Y la lista de amantes peligrosos de la novela continúa: era también parte de la biblioteca de Charles Manson (incitador del asesinato, entre otros, de Sharon Tate, esposa del cineasta Roman Polanski), John Hinckley (autor del intento de asesinato a Ronald Reagan) o Lee Harvey Oswald (detenido por asesinar a John F. Kennedy en Dallas). Incluso se llegó a afirmar que el libro contenía mensajes ocultos que alteraban el pensamiento, siendo una herramienta usada por la CIA para desarrollar prácticas de control mental… Historias todas que, al parecer, Salinger se limitó a ignorar.
“Me paso el día imponiéndome límites que luego cruzo todo el tiempo.” Holden Caulfield
Los pensamientos de Holden
La obra gira en torno al joven Holden, un chaval de 16 años que nos narra, en primera persona, su día a día y sus pensamientos,tras ser expulsado de su elitista colegio. Mal estudiante, rebelde y con una acedía tremenda por la vida, Holden está “harto de todo y de todos”. No soporta a sus compañeros, a los que considera “charlatanes y patanes”; siente que sus padres son demasiados estirados, y ve, en general, que la sociedad y las relaciones personales están plagadas de mentiras, deshonestidad y falsedad. Todo el mundo aparenta ser lo que no es. Nadie tiene el valor de mostrarse realmente y enorgullecerse de ello. Holden hace gala de un desprecio radical por los demás, sintiéndose superior pero incomprendido por ello y adoptando esas mismas actitudes que odia para poder, simplemente, encajar. Solo tiene una preocupación y un deleite: sus hermanos. La pequeña Phoebe –“les caería bien”– y, en el pasado, su fallecido hermano Allie, “el muchacho más simpático, inteligente y entrañable del mundo”.
La sinceridad arrolladora de Holden es una de las características que más unen a lector y personaje, que nos revela a lo largo de las páginas las reflexiones propias de un muchacho de su edad: enfrentado a una realidad en la que se siente solo y extraño, contrario a las normas sociales y familiares que ni comprende ni comparte, y acompañado por una sexualidad en auge que va más allá del mero deseo de placer, Holden no es más que, en el fondo, el típico adolescente, que presa de ese primer vacío existencial de la vida, no acaba de encontrarse a sí mismo. Puede que esa sea la gran razón del éxito del libro: todos en algún momento nos hemos sentido como Holden Caulfield, y la maestría de Salinger radica en su capacidad para reflejarlo de manera certera.
En el tono de la novela es permanente la sensación de que quien está hablando no es más que un muchacho. Mientras recorre bares, se emborracha, visita prostitutas o trata de ligar, se nos va abriendo la mente de ese joven que se siente completamente acorralado por la vida, pero que, al mismo tiempo, parece observarla desde lejos, como quien ve una película cuyo argumento apenas le interesa. Ajeno al materialismo, a la superficialidad de la sociedad, Holden siente que es diferente a las demás almas que pueblan esta insípida realidad, que sus valores son distintos a los del resto del mundo, y nos lo detalla con la atronadora honestidad que otorga la desesperanza: “Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield… pero no tengo ganas de contarles nada de eso”. ¿Cómo no adorarlo?
“Si yo fuera pianista, tocaría dentro de un maldito armario”. Holden Caulfield
El verdadero rostro del guardián
Jerome David Salinger nació en Nueva York el primer día de enero de 1919 y desde su juventud tuvo claro que quería ser escritor. Sin embargo, su alistamiento en la Segunda Guerra Mundial retrasó sus planes, llevándole a las playas de Normandía y a alguna de las batallas más importantes de la guerra, además de convertirle en uno de los primeros soldados que descubrió los campos de concentración alemanes. La experiencia le marcó profundamente, tanto que, según muchos otros veteranos, fue uno de los escritores que mejor supo reflejar el vacío existencial de la guerra.
Años después pidió la baja voluntaria del ejército y se dedicó a su vocación: la literatura. Aparte de escribir El guardián entre el centeno, escribiría Nueve cuentos (1953), Franny y Zoey (1961) y Levantad, carpinteros, la vida del tejado y Seymur: una introducción (1963). El éxito le llegó tarde, pero, tras las aventuras de Holden, se convirtió en toda una celebridad, algo para lo que no estaba preparado. Odiaba a los editores, las relaciones con los medios, las críticas, las interpretaciones de sus obras, etc. Poco a poco fue alejándose más y más de la esfera pública hasta prácticamente desaparecer. Si bien nunca dejó de escribir, puso el punto final a su carrera en 1965, recluyéndose en su casa de New Hampshire. No dio una entrevista en 30 años, ni permitió que se hicieran películas de sus obras y, todavía hoy, se pueden contar con los dedos de la mano las fotografías existentes con su imagen.
“Los libros que de verdad nos gustan son esos que, cuando acabas de leerlos, piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo, para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”. Holden Caulfield
J. D. Salinger murió en 2010, de muerte natural, cuando tenía 91 años. Pasaría a la historia como uno de los autores más famosos, herméticos y misteriosos de la literatura americana del siglo XX. “Los libros que de verdad nos gustan son esos que, cuando acabas de leerlos, piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo, para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”, nos cuenta el protagonista de esta rompedora novela. De ser así, J. D. Salinger habría recibido millones de llamadas con el paso de los años. Y es que todavía hoy se cuentan por miles aquellos que, una vez leído el libro, se enamoran para siempre de la voz de Holden. Y con razón.
Entre líneas
“El guardián entre el centeno”, de J. D. Salinger (Alianza Editorial).
“¿Sabes que me gustaría ser? (…) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos. Quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Solo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que caigan por él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno”
“Me alegro de que inventaran la bomba atómica: así, si necesitan a alguien voluntario para ponerse debajo cuando la lancen, puedo presentarme el primero.”
“Me paso el día diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías como esas.”
“No sé por qué hay que dejar de querer a una persona solo porque se haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que todos los que siguen vivos.”
“Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo y así no tendría que hablar. Si quisieran decirme algo, tendrían que escribirlo en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y ya no tendría que hablar durante el resto de mi vida”.
“Encantadores. Esa sí que es una palabra que no aguanto. Suena tan falsa que me dan ganas de vomitar cada vez que la oigo”.
“Yo era tan tonto que la consideraba inteligente porque sabía bastante de literatura y de teatro, y cuando alguien sabe de esas cosas cuesta mucho trabajo llegar a averiguar si es estúpido o no. En el caso de Sally, me llevó años enteros darme cuenta de que lo era. Creo que lo hubiera sabido mucho antes si no nos hubiéramos pasado tanto tiempo besándonos y metiéndonos mano”.
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