El autor francés Pierre-Ambroise François Choderlos de Laclos (1741–1803) publicó Les Liaisons dangereuses (Relaciones peligrosas) en 1782, firmado sólo con sus iniciales. Considerada por muchos una obra escandalosa, la novela epistolar grabó el nombre de Laclos en la tradición literaria del siglo XVIII, en la que prosperó la ficción en forma de cartas y memorias supuestamente descubiertas, y en la que el libertinaje y el anonimato estaban relacionados entre sí. En la novela, los personajes de Merteuil y Valmont, miembros de la aristocracia de una sociedad enrarecida y excesivamente afectada a finales del antiguo régimen, idean una trampa infernal en la que ellos mismos caen, lo que da lugar al final trágico de la historia. El increíble éxito de Les Liaisons dangereuses (Relaciones peligrosas) sólo se compara al de La Nouvelle Héloïse (La nueva Eloísa) de Jean-Jacques Rousseau, 20 años antes. La novela, que en un principio Laclos tituló Le danger des liaisons (El peligro de las relaciones), está impregnada de tensión y ambigüedad moral, y los críticos han discutido por mucho tiempo si la intención de Laclos fue escribir una obra que expusiera la decadencia de la sociedad aristocrática de su época
Publicada en 1782, esta novela de Pierre Choderlos de Laclos tiene como principales protagonistas a la marquesa de Merteuil y al vizconde de Valmont. La marquesa de Merteuil es una viuda depravada que sabe encubrir su mala conducta; ha mantenido relaciones de amistad con el vizconde de Valmont, su ex amante, seductor de profesión. Para vengarse de otro antiguo amante que se prepara a casarse con una joven apenas salida del colegio, la señorita Cécile de Volanges, y que anticipadamente se alaba de quedar inmune de desgracias conyugales, la Marquesa incita a Valmont a seducir a la jovencita.
Pero Valmont está interesado en la conquista de una austera y bellísima virtud, la presidenta de Tourvel, y la consigue con arte sutil, explotando la inocencia, la compasión y la superior bondad de la mujer. Después, airado contra la señora de Volanges, que ha hablado mal de él, Valmont trama la ruina de su hija, Cécile de Volanges, y, fingiéndose intermediario en el amor entre ella y el joven y honesto caballero Danceny, la corrompe en el alma y en el cuerpo, ayudado por la Merteuil, triste consejera de la muchacha.
Seducida la Tourvel, Valmont la abandona, ofendiéndola vilmente, después de lo cual espera el premio prometido por la marquesa de Merteuil, es decir, su favor renovado. Pero la Marquesa se lo niega, prefiriendo al joven Danceny. En un duelo entre los dos, Valmont es herido y, moribundo, revela a su rival quién es la mayor culpable y el mal que ha hecho. La marquesa de Merteuil, conocida y vilipendiada por todos, huye al extranjero, desfigurada por la viruela; la Tourvel, retirada en un convento, muere de pena; y al convento vuelve, decidida a permanecer en él, Cécile de Volanges.
Los sucesos, que se dicen ocurridos en Grenoble, sobre todo algunos de los episodios más libres, recuerdan a la literatura libertina del XVIII; no se puede decir que la obra se redima por fin con el castigo de los culpables y con la ruina que sigue al mal. La redime más bien la trágica fuerza de la patética figura de la Tourvel, y el estudio despiadado del perverso corazón humano, descrito con una lucidez sthendaliana.
La novela pareció una especie de manual de maquiavelismo amoroso, pero es mucho más que eso, por el soplo maléfico, por el "satanismo" que admiraba en ella Baudelaire. La forma epistolar no disminuye la continua energía del libro, en tanto que da relieve a las figuras. Valmont es un tipo tan activo y abierto que llega a oscurecer un poco a su secreta y pérfida animadora, la señora de Merteuil. Las amistades peligrosas puede, en este sentido, considerarse como una de las obras más características del siglo XVIII francés; lúcida y amarga, constituye un precedente del agudo realismo psicológico.
Las amistades peligrosas
...¿No ha notado aún que el placer, que es el único objeto de la unión de dos sexos, no es suficiente para constituir un lazo entre dos seres? ¿Qué si es precedido del deseo que los une, es seguido del disgusto y hastío que los separa? ¿Es una ley de la naturaleza sentir el amor a voluntad? Fuerza es tenerlo en toda ocasión; y sería el caso arduo si no bastara que lo hubiese de una sola parte. La dificultad se ha resuelto, pues, a medias; en efecto, uno goza del placer de amar, otro de ser amado, menos vivo en verdad, pero al cual se une el placer de engañar, que sirve de compensación; y todo se arregla así...
...Sepa que deploro a veces que estemos reducidos a estos recursos. En el tiempo en que nos amamos, y yo creo que aquello era amor, yo era dichosa, ¿y usted, vizconde?... Pero, ¿a qué ocuparse ahora de una dicha que no puede volver?...
Madame de... (Max Ophüls, 1953)
Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1989)
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