domingo, 7 de enero de 2024

Coleridge. La balada del viejo marinero


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La Balada del viejo marinero:
[...] El timonel tenía agarrada la rueda
y el barco se movía, se movía
sin que una sola brisa lo moviera.
Cada marino en su puesto intentaba
tensar los cabos, y no tenía fuerzas:
¡éramos una tripulación difunta, cadavérica!
[...]
Más fuerte y más terrible
seguía retumbando bajo el agua:
alcanzó la nave, dividió la bahía
y, como plomo, la nave desapareció bajo sus aguas
[...]
Aturdido por el ruido aterrador
que cielo y mar estremecía,
mi cuerpo quedó a flote
como quien lleva ahogado siete días
[...] esta alma mía
en medio del mar se sintió muy sola:
tan sola que ni el mismo Dios parecía
estar entre las olas.
(Samuel Taylor Coleridge)


La Balada del Viejo Marinero (The Rime of the Ancient Mariner) es un poema del romanticismodel poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, compuesto en 1799. Su título recibió numerosas traducciones al españolLa canción del viejo marineroLa balada del marinero de antañoOda del viejo marinero, entre otras.
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El poema, que narra la historia de un marinerodurante un largo viaje en el mar, comienza con un episodio magnífico: un anciano, aparentemente demacrado, se acerca a un hombre a punto de contraer matrimonio y le solicita que, antes de casarse, es decir, de establecerse como miembro de la sociedad adulta, escuche su historia.

La balada del viejo marinero inicia con viento a favor, pero pronto emergen las tormentas. El barco es arrastrado al sur, cerca de la Antártida. Allí la tripulación advierte a un albatros, presagio inmemorial de buena fortuna. No obstante, y sin razón aparente, el marinero abate al ave. La tripulación se inquieta, culpa al viejo marinero de un desastre futuro.

Navegando a la deriva, concreta y espiritualmente, la tripulación lanza su ira supersticiosa contra el Marinero, castigándole a llevar al ave en el cuello en señal de culpabilidad. Pronto el buque tiene un cruce espectral con la muerte (y la Muerte en Vida). Ambas se juegan a los dados el alma vencida del viejo Marinero. Su castigo es atestiguar la muerte de su tripulación y recorrer el mundo narrando una y otra vez su historia.

Resumida a sus postulados básicos, La balada del viejo marinero explora un concepto novedoso para su época: violentar la naturaleza es violentarse a uno mismo. La muerte que se infringe injustamente retorna de un modo brutal, definitivo, sobre la mano que la esgrime.

A continuación les dejamos una traducción al español de La balada del viejo marinerorealizada por 








Kubla Khan: Samuel Taylor Coleridge.


Jorge Luis Borges ha observado que existe un vínculo entre los poetas ingleses y el universo onírico. Muchos poemas fueron insinuados por las musas durante el sueño de los poetas, o bien los poetas nos han engañado simulando una inspiración onírica. Lo cierto es que en la historia de los sueños y los poemasKubla Khan es la suma de todos sus arquetipos.

Anestesiado por una fuerte dósis de láudano (u opio, como prefieran llamarlo) Samuel Taylor Coleridge se durmió mientras leía un libro del sacerdote inglés Samuel Purchas, en donde se hablaba de un emperador llamado Kublai Khan, y soñó.

El poeta vio en sueños la construcción de un palacio, y supo que esa construcción era realizada por una extraña melodía que sonaba en el aire, mientras una voz atravesaba el cielo cantando unos versos. Cuando Coleridge despertó, anotó rápidamente aquellos versos. Escribió setenta antes de que uno de los más odiados personajes para los amantes de la literatura inglesa viniese a interrumpirlo. La historia no ha conservado su nombre.

Cuando Coleridge pudo retomar el poema, el hilo se había perdido y el final quedó olvidado. Sus contemporáneos creyeron que la historia del sueño era una mentira de Coleridge para justificar un poema inconcluso. Veinte años después de la muerte del poeta, un traductor ruso descubrió un viejo manuscrito persa, donde se habla del palacio encantado de Kubla Khan, cuyo diseño se le había revelado al emperador en un sueño.


Kubla Khan.
Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

En Xanadú, Kubla Khan ordenó levantar un majestuoso palacio; allí donde Alf, el río sagrado, corre a través de mil cavernas, desembocando en un mar abandonado por el sol. Dos veces cinco millas de tierra fértil, por murallas y torres eran circundada; y allí veíanse jardines surcados por brillantes arroyos, en los que florecían filas de árboles perfumados, y bosques tan apretados como montañas, encerrando en su seno verdes pasajes sonrientes.

¡Aquella profunda y romántica quebrada que se adentra en la verde colina, a la sombra de los cedros! ¡Paisaje agreste! ¡Encantado y beatificado como si en otra época, bajo la luna moribunda, alguna dama hubiese venido a llorar por su demonio amante! Y de esta quebrada, creciendo en incesante gemido, como si la tierra respirase hondo, brotase por momentos una fuente tumultuosa; cuyas lenguas inciertas escupen fragmentos como granizo o granos que saltan bajo el saco de trigo, y en medio de estas danzantes rocas, junto a ellas, saltaba hacia los aires el río sagrado. Durante cinco millas, por un laberinto trazado, entre bosques y valles corría el río sagrado, antes de entrar en las cavernas al hombre inmensurable y de hundirse tumultuosa en un océano muerto. En medio de este tumulto, Kubla oyó en la distancia las voces ancestrales que predecían la guerra.

La sombra del palacio de los deleites flotaba sobre las olas, y desde él se oían las melodías de la fuente y las cavernas. ¡Milagro de sutil ingenio este resplandeciente palacio con sus cavernas de hielo!

Ví en sueños una doncella, tañendo su instrumento: una doncella abisinia, tañendo su instrumento y cantando dulcemente en el monte Abora. ¡Ah! Si yo pudiese resucitar de mi memoria su música y su canción, en tan grave éxtasis me sumirían, que podría construir con música en el aire aquel palacio. ¡Aquel palacio resplandeciente, aquellas cavernas de hielo! Y cuantos me oyeran verían ante sus propios ojos, y todos gritarían: ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Mirad los ojos fulgurantes, mirad su flotante cabellera! Trazad un triple círculo en torno a él y cerrad los ojos en sagrada reverencia, pues él se ha nutrido de dulce rocío y bebido la leche del Paraíso.






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