martes, 13 de enero de 2015

Rubén Darío


Rubén Darío


Su primera obra, Azul (1888) es la primera afirmación del modernismo literario. Consta de
composiciones escritas en verso y en prosa, donde se ponen de manifiesto las directrices de la nueva
estética: el exotismo, la elegancia, el sentimentalismo, el erotismo y la preocupación por el ritmo y la
musicalidad. Aparece también la exaltación de los mitos autóctonos y un cierto rechazo hacia lo español.
AZUL - RUBEN DARIO (Autumnal 1887)
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas
en el azul; en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!
En las pálidas tardes
me cuenta un hada amiga
las historias secretas
llenas de poesía:
lo que cantan los pájaros,
lo que llevan las brisas,
lo que vaga en las nieblas,

lo que sueñan las niñas.
Esa línea elegante y refinada se consolida en Prosas profanas (1896), obra poblada de abates galantes,
marquesas crueles, princesas y cisnes. Ambas obras representan lo mejor del modernismo exotista, y
serán una clara influencia en poetas jóvenes españoles, como Juan Ramón Jiménez, que en obras
primerizas como Arias tristes asimila los rasgos formales del movimiento modernista

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
Que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
Está mudo el teclado de su clave sonoro;
Y en un vaso olvidada se desmaya una flor.
. . . .El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
Y, vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
La princesa persigue por el cielo de Oriente
La libélula vaga de una vaga ilusión.
En 1905 publica Cantos de vida y esperanza. Aquí la universalidad que había buscado se diluye y se
centra en la esencia de lo español. De esta obra, impregnada de sinceridad, surgen las más profundas
reflexiones acerca de las desilusiones de la vida y el retorno a la esperanza.
Los tres ejes temáticos sobre los que se sustenta la obra son la evasión aristocrática de la realidad, la preocupación social y política y la
inquietud personal; Darío reflexiona sobre la propia existencia, el tiempo, la muerte, la religión, el arte…,
dando lugar a la corriente intimista. La influencia de esta obra es notable en poetas españoles como Juan
Ramón Jiménez o Antonio Machado, uno de los mejores representantes del modernismo intimista
español, y al que, pese a eso, no estudiaremos en este tema, pues se suele estudiar dentro de la
generación del 98.



Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.

Poemas de Rubén Darío

Amo másAmar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos

MíaMía: así te llamas.
¿Qué más harmonía?
Mía: luz del día;
mía: rosas, llamas.

¡Qué aroma derramas
en el alma mía
si sé que me amas!
¡Oh Mía! ¡Oh Mía!

Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.

Yo triste, tú triste...
¿No has de ser entonces
mía hasta la muerte?

Que el amor no admite cuerdas reflexionesSeñora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.


Lo fatal




Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

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