Corazón salvaje. (David Lynch, 1991)
El original es una novela que se tituló La historia de Saylor y Lula, como sus protagonistas, y la escribió un americano, Barry Gifford (1991) Ese mismo año colaboró en el guión de la película que sobre su historia rodó el inclasificable David Lynch.
Aquí la carretera es huída, desenfreno y sexo. Todo ello entreverado de situaciones absurdas, algunas abiertamente surrealistas, que hablan de la pureza del amor erótico, la bruja mala que siempre nos quiere perseguir y la noche violenta y dulce. El final de la novela es duro; el de la película, un cuento de hadas.
Me recogió un tipo siniestro y delgado que creía en el ayuno controlado para mejorar la salud. Cuando ya en marcha hacia el Este le dije que me estaba muriendo de hambre, me respondió:
-Estupendo, estupendo, no hay nada mejor. Yo llevo tres días sin comer. Y viviré ciento cincuenta años.
Era un montón de huesos, un muñeco roto, un palo escuálido, un maníaco. Podría haberme recogido un hombre gordo y rico que me propusiera
- Vamos a pararnos en este restaurante y comer unas chuletas de cerdo con guarnición.
Pero no. Aquella mañana tenía que cogerme un maníaco que creía que el ayuno controlado mejoraba la salud. Esta es la BIBLIA de los hippies En el camino de Jack Kerouac (1951)
Lo importante es el viaje
Podría ser el lema de una campaña de tráfico, pero el topicazo veraniego "lo importante es el viaje, no el destino" tiene sus raíces en el poema de Kavafis Viaje hacia Ítaca. La cita es tan apañada que sirve tanto para un motero como para un ministro. Los dueños de Harley Davidson la llevan usando décadas para excusar su escasa velocidad de crucero y un político la soltó el otro día en su primer discurso oficial. El cine ha hecho de ella todo un género: la road movie, que es siempre la misma historia, Ulises, Ítaca y lo de entremedias.
"Me recogió un tipo siniestro y delgado que creía en el ayuno controlado para mejorar la salud. Cuando ya en marcha hacia el Este le dije que me estaba muriendo de hambre, me respondió:
-Estupendo, estupendo, no hay nada mejor. Yo llevo tres días sin comer. Y viviré ciento cincuenta años.
Era un montón de huesos, un muñeco roto, un palo escuálido, un maníaco. Podría haberme recogido un hombre gordo y rico que me propusiera
- Vamos a pararnos en este restaurante y comer unas chuletas de cerdo con guarnición.
Pero no. Aquella mañana tenía que cogerme un maníaco que creía que el ayuno controlado mejoraba la salud." En el camino.
Estoy segura de que habréis leído / cómo atracan bancos, cómo saquean, / y a los que les da por protestar / suelen encontrarlos moribundos o muertos. / En estas crónicas abundan las mentiras; / no son tan despiadados como los pintan, / son de naturaleza fiera, / todas las leyes detestan, / y a soplones, polis y chivatos. / Los llaman asesinos a sangre fría, / dicen que son crueles y malvados,/ pero os diré con orgullo / que a Clyde lo conocí no hace mucho / cuando era honesto, recto y aseado. / Pero los polis le incordiaban, / no paraban de detenerle, / en una celda solían meterlo, / hasta que me dijo un día: / ´nunca seré libre, amiga mía, / así que me llevaré unos cuantos al infierno´". Es curioso que Bonnie aproveche los versos - como si fueran un comunicado oficial-para negar su implicación en dos crímenes concretos. Y resulta difícil no sobrecogerse con los proféticos versos finales, mirando, en las páginas vecinas, las fotos de los dos cadáveres: "Saben bien que la ley siempre ha ganado, / otras veces ya les dispararon / pero siempre supieron de largo / que la muerte es el salario del pecado. / Algún día se irán a pique juntos / y juntos descansarán sus cuerpos para siempre. / Habrá unos pocos afligidos...".
De Bonnie a Clyde: "Queridísimo amorcito: Sólo unas líneas esta noche. ¿Cómo se encuentra mi nene? (...) Tienes que sentirte muy solo y triste. (...) Ni siquiera sabía que te habían echado el guante hasta que tomé prestado el coche y me acerqué al centro de la ciudad y me dijeron que te sacaron de circulación anoche. Me eché a llorar. Me había puesto sombra de ojos y empezó a chorrearme por la cara, y tuve que pararme en Lamar Street. (...) Te quiero más que a mi vida y casi he perdido la cabeza. Si tienes que pasar dos semanas más en la cárcel, me volveré loca, tan loca como una rata de manicomio. Anoche soñé que tú salías y yo entraba. Lo que daría por poder cumplir tus días de condena. Pero si me metieran seguro que tú me olvidarías."
De Clyde a Bonnie "Bueno, niña, ¿qué tal te va en el trabajo? ¿Alguno de esos borrachuzos se ha pasado de listo contigo? Si se pasan, apúntate los nombres, porque no me voy a quedar toda la vida en
este tugurio".
Un fin de semana de pesca es el destino de las dos amigas de Arkansas hasta que Louise se venga del tipo que intenta violar a Thelma metiéndole un tiro en la cara y el destino pasa a ser México. La huida en el Thunderbird del 66 fue criticada por su oportunista visión de la lucha de sexos, pero se ha convertido en un clásico. Lo merece, aunque sea sólo por ese plano en el que un desconocido Brad Pitt se calza un secador en los jeans como si fuese una pistola.
- La carretera. (John Hillcoat, 2009. Basada en la novela de Cormac McCarthy, Mondadori, 2007)
La narración de la lucha por la supervivencia de un padre y su hijo que se encaminan hacia el sur huyendo del frío que como una maldición se extiende por toda la tierra, siguiendo una carretera abandonada que atraviesa paisajes calcinados. Una carretera que en el fondo no es más que un vestigio de lo que la vida fue antes de la hecatombe y que se convierte en un símbolo muy apropiado para representar nuestra civilización, pero que ahora se encuentra cubierta de una ceniza espesa que tapa el sol.