Novelista, cuentista, poeta, dramaturgo, guionista de cine y de radio, Ray Douglas Bradbury fue uno de los grandes creadores del siglo XX. Cuando tenía doce años pasó por su pueblo una feria ambulante donde actuaba un mago llamado Mr. Electrico. «Estaba sentado en una silla eléctrica –contó Bradbury– y su ayudante bajó una palanca. La corriente atravesó el cuerpo del mago, que con los pelos de punta blandió una chispeante espada de Excalibur.» Bradbury, en primera fila, vio cómo, entre todos los niños, el mago lo elegía a él, le apoyaba la espada en un hombro, en el otro y finalmente en la nariz antes de gritar: «¡Vive para siempre!». Nunca había oído una idea mejor. Esa Navidad, los padres le regalaron una máquina de escribir de juguete, con la que enseguida escribió la continuación de una novela marciana de Edgar Rice Burroughs. Durante los setenta años siguientes viviría como si fuera para siempre y escribiría sin parar en muchas otras máquinas. El resultado: clásicos como Crónicas marcianas, El hombre ilustrado, Fahrenheit 451, El País de Octubre y treinta libros más. Defensor de la emoción sobre el intelecto, compartía sin reservas su secreto creativo: «Corre hasta el borde del acantilado y salta. Mientras caes, invéntate alas». Falleció en Los Ángeles en 2012.
¿Qué escritor de ciencia-ficción adivinó mejor el futuro? Seis especialistas explican los pronósticos realizados por seis grandes maestros. Sus respectivas obras demuestran que la literatura se adelantó a fenómenos como la pandemia mundial, la distancia social, la preocupación ecológica, el sexo no binario, la robotización, la inteligencia artificial, la civilización de la pantalla, la realidad aumentada, la aspiración a la inmortalidad, los viajes espaciales, el control del Estado o la disidencia política en el siglo XXI. ------------------------------ El ejercicio de hoy es muy sencillo: después de leer los resúmenes de estos seis grandes relatos, reflexiona en un mínimo de veinte líneas sobre aspectos del futuro que estos escritores adivinan, por muy lejanos y distópicos que nos parezcan.
I)
Esta colección de relatos reúne la crónica de la colonización de Marte por parte de la Humanidad, que abandona la Tierra en sucesivas oleadas de cohetes plateados y sueña con reproducir en el planeta rojo una civilización de perritos calientes, cómodos sofás y limonada en el porche al atardecer. Pero los colonos también llevan consigo las enfermedades que diezmarán a los marcianos y mostrarán muy poco respeto por una cultura planetaria, misteriosa y fascinante, que éstos intentarán proteger ante la rapacidad de los terrícolas.
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II)
Los desposeídos:
Shevek, un físico brillante, originario de Antares, un planeta aislado y "anarquista", decide emprender un insólito viaje al planeta madre Urras, en el que impera un extraño sistema llamado el "propietariado". Shevek cree por encima de todo que los muros del odio, la desconfianza y las ideologías, que separan su planeta del resto del universo civilizado, deben ser derribados. En este contexto la autora explora algunos de los problemas de nuestro tiempo: la posición de la mujer en la estructura social, la complejidad de las relaciones humanas, los méritos y las promesas de las ideologías, las perspectivas del idealismo político en el mundo actual.
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III)
Ubik:
Glen Runciter está muerto. ¿O lo están todos los demás? Lo que es seguro es que alguien ha muerto en una explosión organizada por los competidores de Runciter. De hecho, sus empleados asisten a un funeral. Pero durante el duelo comienzan a recibir mensajes desconcertantes, e incluso morbosos, de su jefe.Y el mundo a su alrededor comienza a desmoronarse de un modo que sugiere que a ellos tampoco les queda mucho tiempo.
Esta mordaz comedia metafísica de muerte y salvación (que podrá llevar en un cómodo envase) es un tour de force de amenaza paranoica y comedia absurda, en la cual los muertos ofrecen consejos comerciales, compran su siguiente reencarnación y corren el riesgo continuo de volver a morir.
IV)
Tras las paredes de un elegante rascacielos de cuarenta pisos a las afueras de Londres (el primero habitado de cinco edificios iguales) sus dos mil inquilinos se entregan a una orgía de destrucción. Las fiestas degeneran en ataques a los pisos "enemigos" y la tecnología va dejando de funcionar hasta que en todas partes impera la ley de la selva. Ballard muestra en esta distopía radical el descenso a la barbarie de una comunidad cerrada de profesionales acomodados.
V)
Stanisław Lem
La investigación
Traducción de Joanna Orzechowska
Gregory, un joven teniente de Scotland Yard, recibe el encargo de investigar una serie de extraños sucesos que tienen intrigada a la policía.
De diversos puntos de la zona metropolitana de Londres llegan informes sobre cadáveres aparentemente resucitados que empiezan a levantarse y caminar, a vestirse y recorrer largas distancias antes de desaparecer sin dejar rastro. Nadie encuentra una explicación racional para lo sucedido, y lo que comienza siendo una anécdota intrascendente acabará convirtiéndose en una auténtica plaga. ¿Se trata realmente de muertos que vuelven a la vida? ¿Estamos ante un caso de ladrones de cuerpos? Pronto se hará evidente que el principal misterio no radica únicamente en la investigación en sí, sino en los efectos que los sucesos tienen sobre el propio lector.
Stanislaw Lem nos seduce con una intriga policíaca de tintes filosóficos y metafísicos, en un Londres neblinoso y nocturno en que casi ninguna pregunta tiene respuesta.
Generación perdida es el nombre que recibió un grupo de escritores estadounidenses que vivieron en París y en otras ciudades europeas en el periodo que va desde el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) hasta la Gran Depresión (desde el Crack de 1929). La expresión “Lost Generation” fue acuñada por Gertrude Stein, la escritora y mecenas que aglutinó en torno suyo –a su casa del barrio de Montparnasse de París acudían habitualmente jóvenes artistas, como los pintores Pablo Picasso, Joan Miró y Juan Gris o el poeta vanguardista norteamericano Ezra Pound– a gran parte de estos escritores. Stein se refería a los escritores norteamericanos que lucharon y sobrevivieron, o fueron testigos y fueron marcados para siempre por la I Guerra Mundial (Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, John Dos Passos) y que después volvieron o permanecieron en Europa. A pesar de no pertenecer a este círculo de escritores, se suele incluir a John Steinbeck y a William Faulkner –también combatió en la Gran Guerra– como representantes característicos de la generación, ya que comparten algunas de sus particularidades.
Parece ser que Stein comentó en una ocasión a su amigo y protegido Hemingway: «You’re all a Lost Generation». El propio Hemmingway popularizó esta expresión en sus obras Fiesta (1924) y París era una fiesta (1964, póstuma), en la que recuerda los felices años veinte –días de excesos, experimentación y vida bohemia: “éramos muy pobres, pero muy felices”– en la ciudad francesa. Hemingway decía que tal expresión se la había oído Stein a un mecánico al llamar a su aprendiz, el cual había luchado en la I Guerra Mundial. Ella la trasladó y la aplicó a aquellos escritores norteamericanos que se congregaron en Paris.
Características
El título de la obra de Hemingway –”París era una fiesta”– nos da una idea del cariz aglutinador y libertario que tenía para toda una generación de escritores e intelectuales la ciudad del Sena. En ella se refugiaron estos expatriados supervivientes de la Gran Guerra, al amparo de su culta y abierta anfitriona, buscando la libertad y vivir la vida al límite, lejos del puritanismo moral y violencia norteamericanos –recordemos que los años veinte son los años de la Ley Seca, la prohibición del alcohol, la era del los gángsters y el contrabando. El crack de 1929 y la Gran Depresión de los 30 supuso el fin amargo de estos años “felices”. Algunos expatriados volvieron y sintieron la necesidad de afrontar esta dura nueva realidad: el mejor testimonio de la Gran Depresión es, sin duda, Las uvas de la ira (1939) de John Steinbeck.
Los autores englobados con la etiqueta “Generación perdida” presentan importantes diferencias, pero comparten algunos rasgos comunes:
a) En cuanto a la forma, estos escritores hacen uso de algunas técnicas renovadoras de la narrativa(contrapunto, perspectivismo, fragmentarismo, cuestionamiento o desaparición del narrador omnisciente, inclusión de materiales no narrativos, flujo de conciencia, etc.), que se estaban experimentando por esos años (Marcel Proust, James Joyce, etc.). El propio Faulkner es uno de los principales renovadores de estas técnicas. En general persiguen una expresión adecuada a los nuevos tiempos y quieren mostrar una visión múltiple de la realidad contemporánea, ya sea del profundo sur de EEUU –como hace Faulkner con su microcosmos ficticio de Yoknapatawpha– o de la nueva magalópolis deshumanizadora –Dos Passos en su Manhattan Transfer–.
b) En cuanto al contenido, percibimos en todos ellos una actitud rebelde frente a: 1) la realidad contemporánea, marcada por la Primera Guerra Mundial; 2) frente a la sociedad opulenta que se empezó a fraguar después, sobre todo en EEUU, con la especulación y explosión capitalista de los años 20 (la era de Rockefeller y otros magnates); 3) frente a los valores tradicionales de la sociedad burguesa. Esta actitud rebelde se manifiesta de diversos modos: en Scott Fitzgerald, en la búsqueda de diversión constante y el aprovechamiento de la vida; en Steinbeck y Dos Passos, en la crítica de las desigualdades sociales y la miseria; en Hemingway, en la búsqueda del riesgo a través de la acción, como camino para conseguir la dignidad personal. Faulkner combina rebeldía (en la forma) y tradicionalismo (en el contenido).
c) En cuanto a la temática, podemos apreciar algunas notas comunes: pesimismo y desconcierto; inutilidad y crueldad de la guerra; análisis de la sociedad norteamericana; conflictos ideológicos: conflicto entre progresismo y tradición, entre civilización y barbarie, igualitarismo social y capitalismo…; despreocupación en la era del jazz y en los felices años veinte, etc.
Autores
Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) estudió en la Universidad de Princetown, sin llegar a graduarse. Se alistó en el Ejército para luchar en la Primera Guerra Mundial, pero no llegó a combatir. En los años veinte se trasladó a Francia con su esposa Zelda después de obtener mucho éxito con su novela Al otro lado del paraíso (1920), en la que un joven universitario entra en contacto con la vida y sólo encuentra fracaso y desilusión. En Francia disfrutó junto a su esposa de una vida despreocupada, pero desde el final de la década el matrimonio tuvo que afrontar problemas: el alcoholismo de él y la demencia de ella. En 1925 se publicó su obra más famosa: El gran Gatsby. En ella se cuenta uno de los mitos de la nueva sociedad norteamericana: el hombre triunfador venido desde abajo que no tiene escrúpulos morales para triunfar. Gatsby es un magnate enriquecido con el contrabando de alcohol durante la Ley Seca, que se crea a su alrededor una aureola aristocrática mediante derrochadoras fiestas, mediante las que quiere conseguir a un antiguo amor, ahora casada con un millonario. La tragedia final ensombrece esta vida basada en el derroche y el desenfreno, pero el lector no puede evitar empatizar con el ambivalente protagonista, sin escrúpulos pero romántico. Fitzgerald consideraba que la culminación de su obra como novelista era Suave es la noche (1934). Este autor intentó sobrevivir en Hollywood como guionista de cine, motivo que novelizó enEl último magnate (1941), pero murió alcoholizado en 1940.
Ernest Hemingway (1899-1961)nació en Oak Park, Illinois. Trabajó como reportero del Kansas City Star, pero a los pocos meses se alistó como voluntario para conducir ambulancias en Italia durante la I Guerra Mundial. Más tarde fue transferido al ejército italiano resultando herido de gravedad (hecho que narra en la novela antibélica semi-autobiográfica Adiós a las armas, 1929). Después de la guerra fue corresponsal de otro periódico hasta que se marchó a vivir a París, donde los escritores exiliados Ezra Pound y Gertrude Stein le animaron a escribir obras literarias. Allí entabló contacto con artistas como Picasso y se emborrachó junto a James Joyce, a quien conoció por medio de su amigo Ezra Pound. Todo esto lo cuenta en la mítica novela París era una fiesta A partir de 1927 pasó largas temporadas en Key West, Florida, en España y en África. Volvió a España, durante la Guerra Civil, como corresponsal de guerra (en este conflicto situó una de sus novelas más célebres: Por quién doblan las campanas, 1940), cargo que también desempeñó en la II Guerra Mundial. Más tarde fue reportero del primer Ejército de Estados Unidos. Aunque no era soldado, participó en varias batallas. Después de la guerra, Hemingway se estableció en Cuba, cerca de La Habana, y en 1958 en Ketchum, Idaho, donde se suicidó en 1961, disparándose un tiro con una escopeta.
Como se puede observar, Hemingway era un hombre de acción: aficionado a la caza (sobrevivió a un accidente de avión en África en 1954) y el boxeo, participó en la dos Guerras Mundiales y en la Guerra Civil Española (en las que fue herido y estuvo a punto de morir), viajero incansable (fue uno de los primeros en vivir y transmitir el riesgo de las Corridas de Toros de San Fermín en Pamplona, acontecimientos narrados en su obra Fiesta, de 1924). En sus obras se aprecian los valores que estuvieron ligados a su vida: el aprecio del valor y el riesgo, la violencia o rudeza de sus personajes y situaciones, caracterizados por la indiferencia moral, a menudo refugiados en la bebida (como el autor), pero también la solidaridad y camaradería. No obstante, el pesimismo inunda sus novelas, pues muchas presentan vidas que acaban en tragedia o fracaso.
Su estilo se caracteriza por la economía lingüística: es sencillo y directo, refleja objetivamente los actos externos de los personajes y los caracteriza mediante los diálogos, sin la intervención del narrador.
Además de las citadas, merece destacarse su novela corta El viejo y el mar (1952), una joya literaria en la que se narra, como en una epopeya, la perseverancia de un pobre pescador y se reflexiona sobre el sentido de la vida y la dignidad del ser humano. En 1954 le concedieron el Premio Nobel de Literatura.
John Dos Passos (1896-1970) nació en Chicago y participó, como Hemingway, en la Primera Guerra Mundial como conductor de ambulancias. Esta experiencia le motivó dos novelas antibélicas: Iniciación de un hombre (1920) y Tres soldados (1921). Dos Passos, de ideología izquierdista y comprometido políticamente con los débiles y oprimidos, también estuvo, junto a Hemingway, en España durante la Guerra Civil. En sus obras describe a personajes de clase social humilde, en permanente lucha por la vida y la supervivencia.
En 1925 publicó su obra más célebre: Manhattan Transfer. El verdadero protagonista de la novela es Nueva York, una ciudad que, como un organismo vivo y poderoso, engulle a sus habitantes, seres intrascendentes y convencionales (coristas, obreros, amas de casa, políticos, estafadores o triunfadores). En general, los seres que habitan la urbe son egoístas e hipócritas, marcados por la codicia y el materialismo. En este contexto, triunfan los cínicos sin escrúpulos; los débiles son derrotados por la ciudad… Además del protagonismo colectivo, la obra contiene otras importantes novedades: a) la inclusión de materiales no narrativos, como titulares de prensa, carteles publicitarios o canciones; b) La técnica casi cinematográfica, como si en vez de la conciencia subjetiva del narrador fuera el ojo objetivo de la cámara el que registrara los acontecimientos, procedimiento que con acierto se denominó “cámara-ojo“. Las escenas son breves y en apariencia inconexas, pero mediante el montaje final (como en el cine) se consigue una impresión de unidad. En cuanto al contenido, la novela supone una crítica a la deshumanización y alienación que suponen el sistema capitalista y la vida urbana.
El proyecto posterior de la Trilogía USA (formada por Paralelo 42,1930; 1919 , 1932; y El gran dinero, 1936) partiendo de las mismas premisas, fue mucho más ambicioso: pretendía abarcar no sólo la ciudad, sino todo el país, desde el auge del pragmatismo norteamericano desde la última década del siglo XIX hasta la Gran Depresión de 1929.
En sus últimas obras (en la trilogía Distrito Columbia) se percibe mayor desencanto y desconfianza ante las ideologías.
John Steinbeck (1902-1968) nació en Salinas, California. Estudió en la Universidad, pero se vio obligado a desempeñar innumerables trabajos manuales para ganarse la vida. Así entró en contacto con los desfavorecidos, que protagonizarían muchas de sus obras. Su primer gran éxito fue Tortilla Flat (1930) una obra desenfadada que se centra en un grupo de pícaros vividores y libertarios. Otra novela importante es De ratones y hombres (1937), una concisa y brutal historia de miseria y amistad.
Sin duda la obra maestra de Steinbeck es Las uvas de la ira (1939), el mejor testimonio de la Gran Depresión que siguió al Crack de 1929. En ella se narra las penurias de una familia de granjeros de Oklahoma (oakies) que, despojados de sus tierras, emprenden un largo viaje camino de California, la “Tierra Prometida”, en el que se ven obligados a malvivir en campamentos, trabajar en condiciones penosas por salarios miserables y sufrir el rechazo social. Es una gran acierto de Steinbeck intercalar, junto a los capítulos de ficción centrados en la familia Joad, los protagonistas, estampas documentales de la vida real, que sirven de anclaje real a la historia ficticia.
Se ha destacado su estilo heredero del naturalismo y próximo al periodismo, pero cargado de emotividad y simbolismo. La prosa de Steinbeck tiene un fuerte componente alegórico y espiritual, y se sustenta en la piedad e interés del autor por los desfavorecidos de todo tipo, por lo que una parte de la crítica lo ha acusado de sentimentalismo. Pese a ello, se lo ha clasificado dentro del realismo naturalista e incluso le han calificado de “novelista proletario” por su interés en las experiencias de las poblaciones de inmigrantes y los problemas de la clase obrera. Otro novelista estadounidense que también se interesó por esta temática fue Erskine Caldwell(1903-1987) que firmó, junto a Las uvas de la ira de Steinbeck, la otra gran novela sobre la Gran Depresión: La ruta del tabaco (Tobacco Road, 1932). Curiosamente, ambas novelas fueron llevadas la pantalla con gran maestría por John Ford.
Otras obra de Steinbeck son La perla (1947), una breve “joya” literaria que narra el destino aciago que abruma a una humilde familia de pescadores indios, y Al este del Edén (1952).
Steinbeck recibió el Premio Nobel de Literatura en 1962.
William Faulkner (1897-1962) pertenece a la misma generación (Generación perdida) que los autores citados anteriormente porque es su coetáneo (nacidos en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX) y porque tiene una voluntad renovadora (sobre todo en las técnicas narrativas), pero no pertenece a su círculo y no compartió las mismas vivencias (aunque vivió en París, no entró en contacto con ninguno de ellos ni frecuentó sus ambientes) que sus compatriotas expatriados en Europa. Faulkner creó su propio estilo y su propio universo –de hecho inventó un espacio imaginario ficticio para ubicar sus novelas: el Condado de Yoknapatawpha, en Mississipi. Probablemente, Faulkner es el escritor más importante de las letras norteamericanas del siglo XX. Nació en New Albany, en Mississipi, un estado del Deep South (‘sur profundo’) de EEUU, en el seno de una familia acomodada de “rancio abolengo” sudista. Fue a la Universidad pero no terminó ninguna carrera. Su método de escribir se caracterizaba por la dedicación obsesiva (se jactaba de pasar noches enteras escribiendo) y el esmero formal (sus interminables frases desconcertaron a los críticos de la época, pero pronto los rindieron por su hipnótica fuerza). A pesar del éxito literario (recibió el Premio Nobel en 1950) Faulkner vivió muchos años sumido en un alcoholismo autodestructivo. Compaginó la escritura de novelas con la de guiones cinematográficos: se encargó de adaptar el texto de Raymond Chandler en la obra maestra del cine negro de Howard Hawks El sueño eterno (1946).
Una de sus primeras novelas es Sartoris (1929), en la que explica la historia de una familia en fase de desintegración, pero la que lo hizo famoso fue El ruido y la furia (1929). Se trata de una de sus obras más vanguardistas: bajo el influjo del Ulises (1922) de Joyce experimenta con el flujo de conciencia (llevado al extremo, puesto que se introduce en la mente caótica de un deficiente mental), los saltos en el tiempo y los diferentes puntos de vista narrativos. Como en muchas otras novelas, cuenta una historia como los relatos que él mismo escuchó en su infancia de boca de los esclavos negros o de sus abuelos: relaciones familiares enfermizas, racismo…
Mientras agonizo (1930) también experimenta con el multiperspectivismo: los diferentes miembros de una familia blanca pobre –white trash– dan diferentes versiones sobre un mismo hecho: un patético viaje con el cadáver de la madre en busca de su lugar de nacimiento.
Santuario (1931) no es tan vanguardista en la forma, pero es una de sus obras más provocadoras: narra el secuestro y violación de una joven por un grupo de psicópatas. Absalón, Absalón (1936) es su obra más compleja y experimental, ya que presenta una historia en trece versiones diferentes.
La trilogía de los Snopes (compuesta por La aldea, 1940; La ciudad, 1957; La mansión, 1959) narra la historia de la familia Snopes, blancos pobres que ascienden socialmente hasta ocupar puestos de responsabilidad.
Como se comentó anteriormente, Faulkner combina la rebeldía (es uno de los escritores más experimentales y vanguardistas) con el tradicionalismo. El tradicionalismo de Faulkner lo podemos rastrear en diferentes niveles: a) Faulkner es uno de los máximos representantes de la literatura sureña: extrae los temas de la tradición oral de su entorno (los relatos de los negros que él mismo escuchaba) y siente nostalgia por la desaparición de valores tradicionales, como la educación y el sentido del honor; b) el carácter mítico-ancestral que emana de la tradición oral adquiere resonancias bíblicas; c) las pasiones desbocadas de las historias y la profundidad psicológica de los personajes remiten a Shakespeare; d) pone de manifiesto (a veces de manera tremendista) los aspectos más sórdidos de la realidad sureña: brutalidad, violencia, racismo, amor obsesivo, primitivismo, etc.
A pesar de que no se suele incluir en la nómina de escritores asociados a laGeneración perdida, Henry Miller (1891-1980) comparte dos importantes aspectos con sus compatriotas: su estancia en París y su actitud rebelde. Quizá Miller fue más radical que sus coetáneos: sus provocaciones no sentaron bien en su país, y muchas de sus novelas (tildadas de obscenas y pornográficas) estuvieron prohibidas durante mucho tiempo, aunque diferentes generaciones accedieron a ellas de manera clandestina y se dejaron seducir por su prosa suciamente poética, su aire libertario, su autenticidad (casi todas sus obras tienen componentes autobiográficos) y su visceralidad. Miller fue reivindicado por la nueva generación contracultural de los años 50 y 60 (beatniks y hippies) y su influencia se puede apreciar en elrealismo sucio de Charles Bukowski o John Fante (contemporáneo de Miller y maestro de Bukowski), por ejemplo. Las obras más famosas de Miller son Trópico de cáncer (1934), Trópico de Capricornio (1939) y la trilogía de la Crucifixión rosada: Sexus (1949), Plexus (1953), Nexus (1959).
Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer..
La Generación Perdida
Francis Scott
Fitzgerald
Texto I El gran
Gatsby (fragmento)
"En mi primera infancia mi
padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas.
Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente
que no todo el mundo ha tenido tus ventajas. No añadió más, pero ambos no hemos
sido nunca muy comunicativos dentro de nuestra habitual reserva, por lo cual
comprendí que, con sus palabras, quería decir mucho más.
(...)
Su corazón se hallaba en constante y turbulenta agitación, temperamento
creador, tenía un don para saber esperar y, sobre todo, una romántica presteza;
era la suya una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de
esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces.
(...)
James Gatz era víctima de un mundo al que no pertenecía: ricos, seres
descuidados e indiferentes, que aplastaban cosas y seres humanos, y luego se
refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión.
(...)
Gatsby creía en el fastuoso futuro que año tras año retrocede ante nosotros.
Aunque en este momento nos evite, no importa... Mañana correremos más rápido,
estiraremos más los brazos... Y una hermosa mañana. Y así seguimos, luchando
como barcos contra la corriente, atraidos incesantemente hacia el pasado."
Texto II
“Una chica entró en el café y se
sentó sola a una mesa junto a la ventana. Era muy linda, de cara fresca
como una moneda recién acuñada si vamos a suponer que se acuñan monedas en
carne suave de cutis fresco de lluvia, y el pelo era negro como ala de
cuervo y le daba en la mejilla un limpio corte en diagonalLa miré y me
turbó y me puso caliente. Ojalá pudiera meterla en mi cuento, o meterla en
alguna parte, pero se había situado como para vigilar la calle y la puerta,
o sea que espera a alguien. De modo que seguí escribiendo El cuento se
estaba escribiendo solo y trabajo me daba seguirle el paso. Pedí otro Saint
James y sólo por la muchacha levantaba los ojos, o aprovechaba para mirarla
cada vez que afilaba el lápiz con un sacapuntas y las virutas caían
rizándose en el platillo de mi copa.”
.
Opinión
Texto III Henry Miller. Trópico de Cáncer (fragmento)
"La subo sobre mí y, mientras las cuerdas me
resuenan en los oídos; la habitación está obscura y la alfombra pegajosa con el
kümmel derramado por todas partes. De pronto, parece como si se acercara la
autora: es como agua arremolinándose sobre el hielo y el hielo está azul con la
bruma que se alza, glaciares hundidos en verde esmeralda, gamuza y antílope,
meros dorados, morsas retozando y el ambarino lucio saltando sobre el círculo
ártico… Elsa está sentada en mis rodillas. Sus ojos son como ombligos
diminutos. Miro su enorme boca, tan húmeda y brillante, y la cubro con la mía.
(...)
No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo.
Hace un año, hace seis meses, pensaba que era un artista. Ya no lo pienso, lo
soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros
que escribir, gracias a Dios. Entonces, ¿qué es esto? Esto no es un libro. Es
un libelo, una calumnia. El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo.
(...)